Cambio reseña reunión de víctimas del terrorismo

El general (r) Martín Antonio Balza, embajador de Argentina en Colombia y ex jefe del Estado Mayor del Ejército de su país, duró de pie unos minutos mientras los cientos de asistentes al II Congreso de Víctimas del Terrorismo lo aplaudían una y otra vez, tan pronto acabó su ponencia sobre el terrorismo de Estado que vivió Argentina durante la dictadura militar (1976-1983). Cómo el de Balza, que a nombre del Ejército le pidió perdón a su país por los crímenes cometidos durante los gobiernos militares, en el Salón Rojo del Hotel Tequendama se escucharon las voces de decenas de víctimas del terrorismo en diferentes partes del mundo.
Convocados durante dos días en Bogotá por la Universidad Sergio Arboleda, coincidieron en el mismo evento personas como Azamat Sabanov, quien soportó el ataque de un comando de rebeldes chechenos que se tomó la Escuela Número Uno de Beslán, en Rusia. Allí tenía a su esposa y sus dos hijas, quienes se salvaron; su padre, el director de la escuela, falleció en el lugar. A su lado estaba la indonesia Mahanani Pri Rahayu, quien perdió a su esposo en el atentado contra el Hotel Marriot de Yakarta. Y al lado de éstos las víctimas de los atentados y masacres de Bojayá, Machuca, el Club El Nogal o el Alto de Naya. Junto a estas víctimas de las acciones violentas de guerrilleros y paramilitares en Colombia, estaban el ex presidente del gobierno español José María Aznar y el diputado chileno Juan Carlos Letelier; lo mismo que Bruce Wallace, Donal Hamilton y Sonia Corredor, quienes vivieron los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono en 2001.
Justicia sí, venganza no
Todos ellos, lo mismo que muchos otros, que ofrecieron su testimonio como un aporte para que las víctimas del terrorismo no sean olvidadas y como instrumento que permita aplicar justicia, sumaron sus voces para repudiar todas las formas de terrorismo, “sin importar si es de derecha o de izquierda, o de Estado”, enfatizó la periodista y escritora chilena Patricia Verdugo, a cuyo padre militares chilenos –bajo la dictadura de Augusto Pinochet– sacaron una noche de 1976 de su casa, y jamás regresó. “A nosotros nos dieron una voz. La voz de los heridos y de los muertos –dijo el estadounidense Bruce Wallace, tío de Mith Wallace, que murió en el atentado de las Torres Gemelas–. Tenemos que cambiar el mundo con el derecho que nos da esa voz”.
«La injusticia es el criadero de las rabias.» Patricia Verdugo, escritora chilena
Y a fe que lo están cumpliendo las cada vez más organizadas víctimas del terrorismo que han motivado detenciones de ex dictadores, revocatorias de indultos y amnistías a militares torturadores y condenas ejemplares, a quienes infligen dolor por la fuerza de sus acciones violentas. Basta recordar la forma como se organizaron las víctimas del holocausto judío para hacer comparecer ante la justicia a los nazis que ordenaron millones de asesinatos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Y es aquí donde radica la contundencia de la voz de las víctimas, que se levanta no para vengarse, sino para que el Estado de derecho condene a quienes asesinaron en el pasado. Con la fuerza de sus argumentos, han propiciado que la justicia penal haya ido cambiando en todo el mundo y que hoy, gracias a la globalización o internacionalización del derecho, ningún criminal esté tranquilo en parte alguna del mundo. Las abuelas de la Plaza de mayo, en Argentina, son otro ejemplo de perseverancia y lucha para que no haya olvido y se conozca toda la verdad de los desafueros militares.
En el encuentro de Bogotá, todos los asistentes hicieron hincapié en que la justicia tiene el papel de reivindicar la memoria de las víctimas, para lo cual tiene tres pilares que son fundamentales: verdad, justicia y reparación. Juan Carlos Letelier, hijo del ex ministro chileno Orlando Letelier, asesinado en Estados Unidos –estaba exiliado– por militares de su país, dijo en el foro que estos pilares parten de los principios cristianos de arrepentimiento, confesión pública y penitencia, y puso como ejemplo el atentado del que fue víctima el Papa Juan Pablo II, en 1981, y que casi le cuesta la vida. “El Papa como ser humano lo perdonó, pero ni siquiera él, que es el representante de Dios en la tierra, permitió que hubiera impunidad, porque Alí Agca está en la cárcel por ese delito”, dijo Letelier para explicar que el hecho de perdonar no significa que deba haber olvido e injusticia, porque “el perdón y el dolor son nuestros”.
El ex presidente del gobierno español José María Aznar, quien salió ileso de un atentado con un carro bomba en abril de 1995, reforzó la tesis de que el silencio, el anonimato y la invisibilidad de las víctimas es una forma de impunidad de los terroristas: “necesitamos a las víctimas para saber que todos estamos amenazados –dijo Aznar– y que ni siquiera los que piensan que comprando su seguridad plegándose a las exigencias del terrorismo o legitimando sus causas, pueden sentirse inmunes”.
Las voces nacionales y las internacionales escuchadas en el II Encuentro de Víctimas del Terrorismo deben servir para que los principios universales de verdad, justicia y reparación se tengan en cuenta cuando de firmar acuerdos de paz se trate. La experiencia dice que una paz conseguida a cualquier precio deja muchas heridas abiertas que tardan mucho en cicatrizar.

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