Un año ha pasado desde ataque terrorista al sistema ferroviario de Madrid

«Es criminal, esta gente debe ser detenida».
La vida en Madrid ha vuelto a la normalidad, aunque permanece el recuerdo del 11-M.
Éstas fueron las primeras palabras de Lucía Sutil, una psicóloga que ha tratado a varios sobrevivientes de los atentados del 11 de marzo de 2004, y que literalmente estaba temblando cuando fui a verla.
Pero ella no hablaba de los responsables de de los ataques, sino de los periodistas.
«Acabo de terminar una conversación de hora y media con uno de mis pacientes. Como si ya no hubiesen tenido suficiente, esta pobre gente ahora enfrenta el aniversario de los atentados, y son acorralados por periodistas con sed de sangre».
«Están aquellos que los conducen a un tren, para poder filmarlos con terror en los ojos. Aquellos que hacen preguntas dolorosas, para arrancarles lágrimas fotogénicas».
«El reportero, feliz con su material, luego se va, dejando a la víctima devastada.
«Espero que tú no actúes de esa forma», agregó, mirándome a los ojos con sospecha.
Recuerdos dolorosos
Le aseguré que ése no era mi estilo, aunque admití que, como todos por estos días en Madrid, estaba interesada en hablar con sobrevivientes de los atentados, y con los familiares de las víctimas.
Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero a veces eso no es cierto
Lucía Sutil, psicóloga
Después de todo, es el primer aniversario del peor atentado terrorista de la historia española.
Aquella mañana de invierno, 191 personas murieron y más de 1.800 resultaron heridas cuando 10 bombas explotaron a bordo de cuatro trenes repletos de gente.
«Dicen que el tiempo cura todas las heridas», me explicó Lucía. «Pero a veces eso no es cierto. La mayoría de mis pacientes se están escapando de Madrid para evitar el aniversario. Sus recuerdos son demasiado dolorosos. Un año después de los atentados, ellos aún huelen, sueñan con la muerte».
«Las bombas devastaron a toda España, pero imagina si tu vida se hubiese hecho añicos ese día. ¿Cómo te sentirías ahora? En cada periódico, en cada canal de televisión, en cada radio, ahora todo el mundo habla de bombas, sangre, terror», agregó.
Pero no son sólo los medios. Los españoles, a lo largo y ancho del país y de sus diversas regiones, reviven el horror de los atentados de Madrid, en el contexto del aniversario.
«Película de terror»
En la peluquería, Marta, una de las practicantes, dejó a todos boquiabiertos al relatar cómo su hermano regresó sangrando a su casa aquel 11 de marzo.
Muchos aún no han superado el trauma producido por los atentados.
«Mi madre gritó porque pensó que había sido herido, pero en realidad él apenas estaba entrando a la estación El Pozo cuando una de las bombas explotó y por eso corrió a socorrer a las víctimas», contó.
«La sangre en la ropa no era la suya. Una vez que nos recompusimos del susto y mi hermano se cambió, todos corrimos a la estación, que queda a la vuelta de la esquina de la casa. Queríamos ayudar».
«Lo que vimos era algo surrealista, digno de una película de terror. Había sangre y restos humanos por todas partes. La gente estaba histérica. Me costó mucho volver a tomar un tren después de eso».
Entonces, María, otra peluquera e inmigrante de República Dominicana, le dijo: «Tienes que tener más cuidado, corriendo para ayudar así». Y explicó sus razones.
«Otros tres de mi país murieron en las explosiones. Una era la compañera de piso de una amiga mía. Ella llamó de (la estación) Atocha aquella mañana para decir que estaba bien. Que había viajado en el primer tren pero que había sobrevivido al ataque. Se quedó a ayudar, y hubo otra explosión que la mató».
«Siempre son los pobres trabajadores los que pagan», balbuceó amargamente su colega Vicky. «Fueron los obreros, españoles e inmigrantes, los que más sufrieron. Pagaron por los pecados de nuestros gloriosos y arrogantes políticos».
«Fútbol político»
Entonces, la conversación derivó en una fuerte discusión sobre si las bombas fueron culpa del gobierno conservador de José María Aznar, que envió tropas a Irak en contra de la voluntad de la mayoría de los españoles.
Desde que se supo que los ataques fueron perpetrados en su mayoría por marroquíes, he recibido pocas muestras de solidaridad
Inmigrante marroquí herido en los atentados
«¿Qué cuánto me importa la política?», preguntó Pilar Manjón, desde la oficina de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo, de la que es presidenta.
«Perdimos a nuestros seres amados – hijos e hijas, padres y madres, parejas y amigos. Y, mientras tanto, todos los políticos estaban sólo preocupados por el impacto en su imagen».
«Discutían y peleaban sobre quién tenía que rendir cuentas por los atentados o sobre cómo se manejaron los hechos como para dar vuelta el resultado electoral en los comicios tres días después. Usaron nuestra desgracia, nuestra tragedia personal, como un fútbol político. Da asco».
Por esa razón, la Asociación de Víctimas del 11-M resolvió boicotear todos los actos planeados por las autoridades españolas para marcar el primer aniversario de los ataques.
José Rodríguez, un guardia de seguridad gravemente herido en los atentados, explicó que nunca vio el sentido a la búsqueda de justicia o venganza pública.
«Las bombas casi me mataron», relató, mientras caminábamos a través de un parque cerca de su casa. «Estoy determinado a vivir mi vida a pleno, con mi esposa y mis hijos. Me niego a mirar atrás», sentenció.
Apoyo
Salvado y salvador: José (izq) y Victor se volvieron amigos entrañables.
Lo que en realidad ayudó a José en su recuperación, fue la búsqueda del hombre que le salvó la vida.
«Estaba tendido en la plataforma, desangrándome. Y en medio del humo apareció este hombre. Me habló en un castellano muy pobre, pero me dijo que todo iba a estar bien. Me vendó la pierna con su camisa y luego desapareció».
«Más tarde, en el hospital, los médicos me dijeron que si no hubiera sido por eso, me habrían tenido que cortar la pierna. Me obsesioné con encontrar a esa persona que me salvó de la muerte. Entonces sentí que podía afrontar cualquier cosa».
Como inmigrante moldavo, recién llegado a España, Victor Moldean al comienzo prefirió mantenerse en el anonimato.
«Al comienzo no quise aparecer, pero luego vi en televisión a José que estaba en el hospital, con lágrimas en los ojos, pidiéndome que lo ubicara, por lo que me comuniqué y, desde entonces, somos como hermanos».
José agregó: «De hecho le tuve que agradecer a Victor por dos cosas. Primero, por salvarme la vida, bajo su propio riesgo; todos los que pudieron salieron corriendo de la estación luego de la explosión, pero él se quedó a ayudar».
Toda España estaba viajando aquel día en aquellos trenes. Fue un ataque contra todos
Mari Ángeles Pedraza, madre de una víctima
«En segundo lugar, le doy las gracias por darme la oportunidad de dejar de ser apenas una víctima más, para pasar a ser una suerte de salvador».
Desde que encontró a Victor Modean, José le ayudó a tramitar las visas para que sus dos hijos pudieran salir de Moldovia y reunirse con su padre en España.
Pero también hay otras historias, no tan positivas.
«Los españoles han abierto sus brazos a las víctimas de los atentados de Madrid, pero con una gran excepción», afirmó un inmigrante marroquí, también víctima de la explosión en Atocha, y que prefirió no dar su nombre.
«No puedo dormir por las noches. Tengo que tomar calmantes para los nervios. Pero desde que se supo que los ataques fueron perpetrados en su mayoría por marroquíes, he recibido pocas muestras de solidaridad».
A no olvidar
Conversamos en una tetería de Lavapiés, el barrio más multiétnico de Madrid, en el centro de la capital española.
La hostilidad hacia los musulmanes también ha disminuido.
A la vuelta de la esquina quedaba la tienda, antiguamente de propietarios marroquíes, donde al parecer los responsables de los atentados compraron las tarjetas telefónicas que usaron para activar las bombas.
«La cosa se puso muy tensa después de los atentados, pero la mayoría de los españoles sabe distinguir muy bien entre un musulmán y un loco extremista», me contó Kamuni Abdel Jalach, antiguo imán de una de las pequeñas mezquitas de la zona.
«Este país tiene una larga tradición de cultura musulmana. Los españoles saben que el Islam promueve la paz, no el terror. Un año después de los atentados de Madrid, las cosas han vuelto, más o menos, a la normalidad», agregó.
En tanto, en la estación Atocha, en plena hora punta, con las plataformas tan llenas y bulliciosas como lo estaban poco antes de las explosiones del 11 de marzo de 2004, parece en efecto que la ciudad ha vuelto a la normalidad, con el agregado de un memorial que no deja lugar para el olvido.
«Sólo pedimos que se recuerde lo que pasó», me dijo Mari Ángeles Pedraza, que perdió a su hija de 25 años en los atentados.
«Miriam estaba llena de vida y esperanza, hacía poco se había casado. Te podría haber pasado a ti, le podría haber pasado a cualquiera».
«Toda España estaba viajando aquel día en aquellos trenes. Fue un ataque contra todos».

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