La Identificación por Radiofrecuencia (RFID) es un conjunto de tecnologías que permite la lectura y escritura a distancia de etiquetas electrónicas, sin necesidad de tener líneas de visión, pudiéndose leer y escribir varias a la vez. Estas etiquetas, habitualmente llamadas «tags» o «tags» electrónicos, no tienen una batería y son alimentadas a distancia desde la propia antena utilizada en la comunicación. Los «tags» suelen utilizarse como si fueran códigos de barras con funcionalidad avanzadas, por lo que sus principales aplicaciones suelen imitar las funciones de los códigos de barras, dotadas de algunas ventajas (lecturas incluso en el interior de una caja, de varios «tags» al mismo tiempo).
Industrialmente, el código de barras puede ser de uso interno, utilizado para trasladar información de identificación de un producto, y que acompañe al producto en sus movimientos dentro de la fábrica. En este caso, el número codificado en la etiqueta suele carecer de significado fuera del entorno de la misma empresa, y a menudo requiere la existencia de una base de datos de respaldo que permita recuperar el sentido de la información que contiene.
Por otro lado, a nivel de distribución, la implantación de los «tags» requiere de la adopción de estándares por los numerosos agentes que participan en una red de distribución completa. Según Gamaliel Martínez, consultor de Indra, la adopción de estos acuerdos no es sencilla, ya que debe considerar como cuestión principal la forma de distribuir los costes de los propios «tags» y los costes de implantación a nivel de cada empresa de los sistemas de lectura-escritura y su integración con sus sistemas de gestión.
A nivel industrial, esta implantación es mucho más sencilla y generalmente mucho más barata, ya que se pueden diseñar sistemas en los que el «tags» se recupere y sea reutilizado, minimizando el impacto de su coste, y en los que los costes de integración sean relativamente bajos, ya que la información generada puede ser procesada a nivel de planta, requiriendo una integración simple con el sistema de gestión corporativa.
Al permanecer a nivel interno, la misma empresa gestiona todos sus costes y es capaz de estimar con una buena precisión el retorno de la inversión, pudiendo acometer en solitario y sin esperas un proyecto de esta naturaleza.
Entre las aplicaciones posibles para la RFID a nivel industrial, hay que destacar la identificación de piezas en curso de fabricación, para garantizar que se han realizado sobre ellas todas las operaciones de producción, y rechazarlas si falta alguna. Identificar las materias primas que se sirven a la línea de producción es otra ventaja. Cuando se consuman se generarán pedidos automáticamente al almacén y/o a los proveedores. La identificación de los palets de material terminado enviado a un operador logístico o almacén pulmón, que podrían detectarse en el momento de su entrada y salida de ese almacén, limitando las pérdidas de material.
La aplicación de la RFID también contribuye a mejorar los sistemas de gestión de almacenes por radiofrecuencia, identificando de manera positiva las ubicaciones. Así como para identificar la ruta a seguir por un material, garantizando que su proceso ha sido el adecuado o facilitar la trazabilidad de los productos, identificando de manera única, automática y fiable cada uno de los lotes y materiales de los que se compone.
La puesta en marcha en una empresa industrial de una implantación RFID con funcionalidades similares a las citadas cuenta con la ventaja, según Gamaliel Martínez, de que se trata de una implantación controlable, que no requiere grandes inversiones en «tags» (que se reutilizan al estar en un entorno cerrado) ni en sistemas de integración con los entornos corporativos. El entorno de la inversión es rápido.
Internacionales – 3/16/2005