Competencia armamentista en América Latina

. Introducción
En los últimos años las naciones sudamericanas parecen estar abocadas a aumentar las compras de armamentos y, simul- taneamente, están experimentando una reanudación de los con- flictos limitrofes y territoriales. Esta tendencia evoluciona hacia una emergente carrera armamentista. Tradicionalmente, y en especial durante el siglo XX, se ha considerado como pacífico al continente sudamericano. Existe un marcado contraste entre el turbulento siglo XIX en com- paración con el presente siglo, donde sólo ha habido dos con- flictos armados de envergadura (la Guerra del Chaco, 1932-35, y la confrontación peruano-ecuatoriana de 1941). La paz de Amé- rica del Sur se debe a dos factores principales: el predominio de los Estados Unidos dentro del sistema interamericano desde 1899 (Silvert y Blanchman, 1976; Child, 1980 (a)) y la tenden- cia a recurrir a la solución pacífica de los conflictos entre los países de América Latina, que ha primado durante los últimos ochenta anos. La última década ha mostrado que el efecto de dichos fac- tores ha tenido un impacto decreciente en Sudamérica. Janowitz explicó teoricamente el problema de la erosion continua de la presencia de los Estados Unidos en el hemisferio (Janowitz, 1974), particularmente en la zona sur. Según Janowitz, el Pacto de la OEA-Rio es un típico caso de sistema militar desestabili-zante. Este tipo de alianzas son pactos formados por una o mas potencias desarrolladas y por algunos aliados débiles y poco desarrollados. De parte de las primeras existe un cierto grado de compromiso «directo o indirecto en la seguridad interna del país asistido» (Janowitz, 1980, p. 486). Dicha ayuda militar de-*
bilita el apoyo político, «especialmente si ésta (la ayuda) es objeto de ataques políticos internos» (Janowitz, 1980, p. 486). En consecuencia, un interés decreciente por parte de los Estados Unidos y la crítica progresiva de sus aliados latinoamericanos originaron el desarrollo de nuevos conceptos para la interpreta- ción de las realidades estratégicas del hemisferio 1 . A juicio de John Child, estas nuevas tendencias se basarían en: a) el re- conocimiento de que los intereses de seguridad de los Estados Unidos y de América Latina no son totalmente convergentes; b) un abandono de las políticas de asistencia en materias rela- tivas a seguridad y a la transferencia de armamentos por parte de los Estados Unidos; c) el impacto provocado por las políti- cas de los derechos humanos de los Estados Unidos; d) la per- cepción de que Estados Unidos no es un aliado confiable; e) frecuentes percepciones de amenazas subregionales, y f) el na- cimiento del pensamiento geopolítico y de la Doctrina de Se- guridad Nacional (Child, 1980 (b)).
Desde fines de los años sesenta, la OEA dejó de ser la «or- ganización subsidiaria latinoamericana de los Estados Unidos para (impulsar) la guerra fría» (Veliz, 1974). Por el contrario, los norteamericanos, bajo el mandato de Nixon-Ford, aplicaron una benigna política de abandono y, más adelante, bajo la pre- sidencia de Cárter, tuvieron una actitud enmarcada en los dere- chos humanos. Estas dos políticas consecutivas trajeron consigo una considerable sensación de distanciamiento entre los Estados Unidos y algunos de los países de América del Sur. El distancia- miento estratégico entre los Estados Unidos y algunos países sudamericanos llegó a su punto culminante en 1977, cuando en la reunión de la OEA sostenida en Grenada, los países del Cono Sur (Brasil, Argentina, Chile y Uruguay) chocaron con los Estados Unidos a raíz de las exigencias del Presidente Cárter en relación a los derechos humanos. El mismo año, Argentina, Brasil, Uruguay y El Salvador rechazaron la ayuda militar de los Estados Unidos y Brasil puso término al tratado de defensa mutua con los Estados Unidos, cortando todos los lazos militares formales (IISS, 1977), que databan de la Segunda Guerra Mun- dial. Simultáneamente, la búsqueda de soluciones pacíficas de los conflictos entre los países de América del Sur está cayendo en desuso. Los problemas limítrofes no resueltos están surgiendo con mayor fuerza que en el pasado (Child, 1980 (c)). El debilitamiento de la presencia norteamericana —y en cierto grado, la intromisión soviética— sumado a constantes
1 Los conceptos hemisférico y de espacios secundarios cambiaron (o están
siendo sustituidos) por otros, tales como relación militar madura y sub-regionalismo.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA
conflictos limítrofes y territoriales están haciendo que los paí- ses de América del Sur se apoyen cada vez más en su propia capacidad militar. Este trabajo intenta aplicar algunos concep- tos teóricos sobre carreras armamentistas para explicar la ten- dencia naciente hacia la competencia armamentista entre al- gunos países sudamericanos en la última década. Contiene una sección especial dedicada a analizar las bases geopolíticas de tales conflictos.
II. Bases teóricas para las carreras armamentistas
Por razones prácticas se trabaja el análisis sobre carreras armamentistas sobre la base de varios supuestos; entre ellos, que son dos las partes involucradas, independientemente de si se trata de naciones, Estados o de coaliciones. Otro supuesto es que las compras de armamentos constituyen un importante medio para aumentar el poder nacional y, por lo tanto, para imponer la voluntad nacional frente a otros actores interna- cionales. En tercer lugar, se supone que los Estados son actores adquisitivos y racionales. Samuel P. Huntington afirmó que una carrera armamen- tista comienza cuando en una situación de estabilidad (equi- librio) un Estado aumenta su dotación de armamentos a fin de alterar el equilibrio existente entre ese y otro Estado (Hunting- ton, 1958).
Por lo tanto, una carrera armamentista sólo es posible en- tre grandes potencias o entre potencias locales que tengan un poderío militar comparable dentro de una misma región. Según Michael Wallace (Wallace, 1979) hay dos elementos comunes a toda carrera armamentista. Primero, la carrera ar- mamentista implica una tasa anormal de crecimiento de los gastos militares. Segundo, la presión competitiva a raíz de la ri- validad militar constituye la causa principal de la carrera ar- mamentista y 110 así las fuerzas internas exógenas a esta ri- validad. Por otra parte, Wallace hace una distinción entre com- petencia armamentista (un cuatro a cinco por ciento de creci- miento de los gastos militares) y carrera armamentista (un diez por ciento de crecimiento); una cierta combinación entre presiones internas, diplomáticas y estratégicas hace que una competencia se transforme en una carrera armamentista (Wa- llace, p. 6). Sin embargo, las estimaciones cuantitativas que hace Wallace, basadas en la evidencia histórica, pueden no ser totalmente aplicables a un continente que tradicionalmente ha sido pacífico, como es el caso de América del Sur. Niveles infe- riores a los señalados podrían, en efecto, constituir una carrera armamentista en dicho continente. Otro estudio histórico sobre armamentos indica que los ni- veles de gastos militares están estrechamente relacionados con8 ESTUDIOS PÚBLICOS
el crecimiento económico (Kohler, 1979). Así, en el largo plazo, un país del cual se sospecha que está abocado a una acumula- ción militar progresiva, puede resultar que sólo esté mante- niendo su sector militar en armonía con las demás actividades nacionales. En este contexto, un país puede percibir un proceso de modernización militar de otro país como una acumulación progresiva de armamentos, dando como resultado el inicio de una carrera armamentista no deseada. Es probable que éste sea el caso de algunos procesos de modernizaciones militares en América del Sur. Las relaciones de poder entre Estados parecen ser otro fac- tor importante tanto en el desarrollo de las carreras armamen- tistas como en eventuales guerras. Tradicionalmente se ha acep- tado que la igualdad de poderío reduce las posibilidades de con- flicto o, al menos, la inestabilidad sistemática; no obstante, esta hipótesis ha sido puesta en tela de juicio recientemente (Gar- ham, 1976). Es menos probable que haya conflicto entre poderes dispares que entre poderes semejantes. Un estudio sobre violen- cia internacional ocurrida en el período 1969-1973 demuestra que la igualdad de fuerzas estaba relacionada de manera positiva con la probabilidad de conflicto letal entre naciones-Estados con- tiguos (Garham, p. 394).
En la mayoría de los casos la acumulación de armamentos refleja la existencia de conflicto entre Estados, donde ninguna de las dos partes está dispuesta a hacer concesiones y donde, en definitiva, se considera que el uso de la fuerza es una alternativa factible. El debate sobre carreras armamentistas está fundado en la existencia de dos concepciones principales, que se basan en la relación entre expansión militar y guerra. Una escuela de pensamiento afirma que una posición militar fuerte desalienta el afán militar aventurero. La otra escuela hace hincapié en que una inmensa disponibilidad de armamentos contribuye al peligro de una guerra. Pareciera que ambas líneas de análisis están parcialmente equivocadas. La primera concepción niega la presencia de distintos grupos de interés dentro del sistema político, que estimulan el uso de las fuerzas militares disponi- bles. La segunda posición desconoce el hecho de que hay quie- nes siempre están dispuestos a amenazar con el uso de la fuerza a un adversario testarudo, pero débil. Al parecer, la relación entre carrera armamentista y gue- rra también está dada por otros factores. Primero, la fuente subyacente del conflicto que origina la carrera armamentista constituye un elemento esencial. Mientras más esté en juego el principio y menos negociable sea éste, existe una mayor proba- bilidad de que la guerra sea el resultado final. Segundo, el cómo se desarrolle una carrera armamentista tiene un importante efecto en su desenlace. Hay algunos tipos de carreras armamen- tistas que son particularmente propensos a la guerra (Smith, COMPETENCIA ARMAMENTISTA 9
1980). La tendencia histórica indica que las carreras armamen- tistas terminan en una guerra relativamente rápida, a no ser que haya limitaciones financieras o políticas que las detengan (Smith, p. 279). En consecuencia, la existencia de significativas acumulaciones progresivas prematuras son peligrosas cuando los países pueden soportar grandes tensiones político-económi- cas. Paradójicamente, en las carreras que se desarrollan lenta- mente (donde a lo largo del tiempo no se haya planteado una solución viable para el conflicto), las decisiones políticas y eco- nómicas tienen grandes oportunidades de proveer más fondos para gastos militares a través del tiempo (Smith, p. 279), ha- ciendo que la guerra también sea probable. Tercero, las estrategias diplomáticas que sean puestas en práctica durante el período en que se desarrolla una carrera armamentista son muy importantes en cuanto a determinar la manera en que termine la competencia. Leng y Wheeler distin- guieron cuatro tipos de estrategias de influencia en rivalidades de conflicto entre Estados: amedrentamiento (intimidación); reciprocidad; apaciguamiento y ensayo, y error (Leng y Wheeler,
1979). La evidencia histórica, emanada de veinte casos de crisis ocurridos durante el siglo XX, demuestra que cuando se elige el amedrentamiento como estrategia por parte de uno o ambos rivales, la probabilidad de guerra es seis veces mayor que cuando se siguen otras estrategias (Leng y Wheeler, p. 674). Una estra- tegia de apaciguamiento generalmente termina en una derrota diplomática de la parte reconciliadora o incluso en guerra. Fi- nalmente, los autores descubrieron que la reciprocidad es la única estrategia exitosa a seguir frente a un Estado que inti- mida (Leng y Wheeler, p. 676). No obstante, la información de Leng y Wheeler (ocho casos históricos) indica que en una con- frontación de amedrentamiento versus reciprocidad, la probabi- lidad de guerra es todavía del 25 por ciento. Por otra parte, la misma información demuestra que una confrontación de inti- midación versus cualquier otra que no sea reciprocidad (cinco casos históricos) termina ya sea en una derrota diplomática o en guerra (Leng y Wheeler, p. 678).
Infiriendo a partir de estos descubrimientos: en una carrera armamentista progresiva, el freno unilateral a la adquisición de armas sin que haya concesiones diplomáticas, lleva, necesaria- mente, a una situación desestabilizadora, especialmente cuando la otra parte está siguiendo una estrategia de intimidación. Lo que parece pertinente al confrontar a un Estado que intimida en una carrera armamentista, es evitar «una retirada unilateral de la carrera» que terminaría, en la mayoría de los casos, en una resolución desastrosa del conflicto. Por otra parte, en una ca- rrera armamentista de tal naturaleza, una actitud «firme, pero razonable», por parte de quien propicia una estrategia de reci- procidad, combinada con una salida decorosa para quien inti-10 ESTUDIOS PÚBLICOS
mida, es la mejor alternativa disponible para evitar la guerra o
la derrota diplomática.
III. Bases del conflicto en América del Sur
La mayoría de los conflictos entre Estados en el continente del sur se basan en disputas limítrofes y territoriales (de tierra o de mar). Históricamente, estos conflictos tienen sus raíces en antiguas divergencias entre las colonias españolas y portuguesas surgidas al trazar las subdivisiones internas en el territorio sud- americano. La controversia luso-española sobre la Cuenca del Plata fue heredada por Argentina y Brasil. Desde los primeros días de la independencia, ambos países sudamericanos han estado involu- crados en una amarga rivalidad sobre el margen este del siste- ma fluvial Plata-Paraná (Pittman, 1981). La contienda más reciente de esa disputa ha sido la llamada «Guerra de las Pre- sas», desde que los brasileños iniciaron la construcción de un gigantesco complejo hidroeléctrico en el río Paraná (Itaipú) en sociedad con Paraguay 2 . Argentina estimó que este proyecto le significaba hipotecar futuros planes hidroeléctricos en la parte baja de la cuenca. Un segundo aspecto de la rivalidad es la cre- ciente inmigración de ciudadanos brasileños hacia la provincia argentina de Misiones, así como también hacia algunas áreas de Bolivia, Paraguay y Uruguay (Pittman, 1980). Durante los años sesenta y a comienzos de los setenta, se consideraba que Brasil tenía el control de la parte superior de la Cuenca del Plata y que era el ganador potencial de un conflicto que no com- prometía su seguridad nacional. Después de 1975, a partir de la crisis del petróleo y de la recesión económica, Brasil ha condu- cido una política poco agresiva frente a Argentina a fin de ase- gurarse los recursos energéticos en la parte superior del Paraná. Esa nueva política brasileña tuvo éxito en mayo de 1980, al firmarse un acuerdo sobre hidroelectricidad y otros asuntos con Argentina (Clarín, 1980). Existen pocas posibilidades futuras de conflicto entre ambas naciones (Child, 1980 (c)). Por lo menos en el caso de Brasil, la Cuenca del Plata es la única área donde enfrenta un potencial real de conflicto, principalmente con Ar- gentina (Skidmore, 1976).
Eventos recientes ocurridos en la parte austral del conti- nente constituyen un nuevo capítulo en las antiguas disputas
2 Para conocer el punto de vista argentino acerca de la controversia, reví-sense
diferentes ediciones de Estrategia (Buenos Aires) desde comienzos
de los años sesenta. También Geopolíticas Sudamericanas y la Cuenca del
Plata (Desarrollo Hidroeléctrico). Informe despachado al I.P.S.A. en
Edimburgo.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 1l
limítrofes entre Chile y Argentina en el área de Tierra del Fuego.
El conflicto data de un Tratado de 1881, mediante el cual algu- nas islas no fueron específicamente asignadas a Chile, pese a que, de acuerdo a este Tratado, el área caía bajo control chileno. En consecuencia, el Tratado era materia de distintas interpreta- ciones en este aspecto. Un Protocolo en 1893 y un Tratado adicio- nal en 1902, aparentemente no fueron suficientes. En 1971 am- bos países recurrieron a un arbitraje (Argentina lo hizo un poco a contrapelo). En 1977 la Corte entregó las islas a Chile y en enero de 1978 Argentina rechazó tal decisión 3 . Argentina buscó una «solución política», tratando de arrinconar a un Chile inter- nacionalmente aislado. Chile no se conformó y, hacia diciem- bre de 1978, ambas naciones estaban al borde de la guerra 4 . Ciertamente en esa controversia se comprometía mucho más que tres pequeñas islas. Ambas naciones pretenden ser bioceá- nicas, tener una mejor proyección hacia el continente antar- tico y ganar el control de importantes pasos marítimos (Child, 1980(c); Pittman, 1980; Gorman, I979(c\ todo lo cual es mutua- mente excluyente. En 1979, los peruanos y los bolivianos conmemoraron el cen- tenario de la Guerra del Pacífico (1879-83), en la cual fueron derrotados por Chile. Bolivia perdió el acceso al mar. Perú, luego de una humillante ocupación, perdió dos de sus provincias más ricas del sur. Se firmaron tratados de paz y de límites entre Chile y Perú en 1929. Los dos países derrotados parecieron acep- tar su suerte durante casi todo el resto del siglo. En abril de 1962 Bolivia rompió relaciones con Chile, protestando por la decisión unilateral de Chile de desviar el curso de un pequeño arroyo que termina sin uso en un llano salado de Bolivia. Desde entonces Bolivia ha inculpado más acentuadamente a Chile de su mediterraneidad. Por otra parte, desde el golpe militar revo- lucionario de 1968 que tomó el poder en Perú, en ese país se ha alentado una creciente enemistad con Chile, acompañada de una impresionante acumulación progresiva de armamentos. Luego de una negación de los Estados Unidos para vender avio- nes de combate, Perú recurrió a Francia y a la Unión Soviética. Paradójicamente, en 1976 los Estados Unidos debieron aceptar la venta a Chile de los mismos armamentos que había negado al Perú, a fin de ayudar a restablecer el equilibrio. A partir de entonces las tensiones han permanecido en un alto nivel. En
3 Para conocer la documentación «anglo-sajona» de la controversia entre
Argentina y Chile por los territorios del sur, véase Pittman, 1981; Child,
1980 (c); Revista Americana de Derecho Internacional, 1977; Atkins, 1977;
Arbaiza, 1974; Burr, 1966. 4 Véanse los diarios La Prensa, de Buenos Aires, y El Mercurio, de Santiago,
desde septiembre a diciembre de 1978. . .
12 ESTUDIOS PUBLICOS
enero de 1979 Perú expulsó al embajador chileno en medio de acusaciones de espionaje (Times of the Americas, 1979), por parte de agentes chilenos. En mayo de 1980 la elección de un Presidente civil (Belaúnde) en el Perú ha sido considerada co- mo una señal de relaciones más pacíficas entre ambos países.
En julio de 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo
hostilidades entre fuerzas del Perú y del Ecuador, que se dispu- taban cien mil millas cuadradas de territorio en la parte superior
de la Cuenca del Amazonas. Luego de un mes de hostilidades,
los peruanos terminaron controlando gran parte del territorio
en disputa. En 1942, en Río de Janeiro, se firmó un protocolo
que favorecía al Perú, siendo Estados garantes los Estados Uni-dos,
Brasil, Argentina y Chile. En 1960 Ecuador declaró nulo
el Protocolo de Río de 1942. A partir de entonces se ha descu- bierto petróleo en el área, lo que ha alimentado una posición revisionista por parte del Ecuador. El 28 de enero de 1981, es- caramuzas limítrofes produjeron nuevas tensiones y apresura- ron una reunión de los representantes de los Estados garantes del Protocolo de Río.
Otros conflictos menores, como los que existen entre Colom- bia y Perú, Venezuela y Colombia, Guyana y Venezuela, etc., pue- den desembocar en serias confrontaciones dependiendo de fac- tores políticos o económicos. Adicionalmente, los conflictos con fuerzas extrarregionales, como el de las islas Falklands, compli- can aún más el panorama internacional de América del Sur. Ninguno de estos últimos será detallado en este análisis.
IV. Evolución de las dotaciones de armamentos: 1970-1980
Las carreras armamentistas generalmente se han medido en términos de los presupuestos de defensa. Esa concepción, en es- pecial en América Latina, no es efectiva, por cuanto los gastos en defensa, algunas veces, son utilizados para fines no militares. Muchas actividades llevadas a cabo por los militares en América Latina tienen una orientación política o de desarrollo, tales co- mo construcción de caminos, servicio militar, campañas sani- tarias, etc. Por otra parte, en la mayoría de los presupuestos una considerable cantidad de dinero se utiliza para mejorar el nivel de vida de los oficiales y de la tropa (vivienda, campos de ve- raneo, clubes, etc.), más que a mejorar la capacidad militar.
Adicionalmente, tal como vimos anteriormente (Kohler, 1979), los gastos de defensa tienen la tendencia a evolucionar de la misma manera en que lo hace la actividad económica. Por lo tanto, es necesario seleccionar un índice más confiable, como, por ejemplo, la cantidad de armas disponibles. Usar las existen- cias de armamentos como índice tiene algunas ventajas. Primero, muestran directamente qué es lo que se debe medir; segundo, COMPETENCIA ARMAMENTISTA 13
los armamentos de ataque se destacan más y usualmente son más caros; tercero, la naturaleza de los armamentos y su valor da algunas claves acerca de las intenciones estratégicas de sus propietarios. El precio de mercado de los armamentos parece ser el me- jor indicador de su capacidad y, hasta cierto punto, de la de- manda entre los usuarios potenciales. Para los fines de esta investigación, usar el precio de mercado tiene otras ventajas, dado que los armamentos agresivos son, generalmente, más caros que los defensivos; de esta manera, el índice va a destacar las cifras de aquellos países que aparentan tener intenciones agresi- vas 5 . El estudio está centrado en los Estados que tienen problemas territoriales y limítrofes más serios en América del Sur. La com- petencia armamentista entre ellos será analizada sobre una base de grupos de a dos. Las parejas competitivas selecciona- das son: Brasil-Argentina; Argentina-Chile; Chile-Perú, y Perú- Ecuador. El modelo de análisis no niega que también puedan desarrollarse procesos multilaterales de rivalidades armamen- tistas. Tampoco niega la eventual implicancia de otras potencias menores como Bolivia o Uruguay. Pero serán omitidos para fa- cilitar el estudio de conjunto. Debido a factores geográficos, puede esperarse que se den ciertos modelos de alineación. El comportamiento de alianza de estos países durante el siglo XIX ha sido estudiado con anterio- ridad (Meneses, 1976); Child da una versión actual simplifi- cada de esta red de rivalidades y alianzas (Child, 1980 (c)), y ella se presenta modificada del original.
Figura 1
ECUADOR—————————————PERÚ BRASIL
CHILE ———————————————ARGENTINA
Fig. 1. Modelo de potenciales Alianzas Diagonales y Antagonismos Perpen-diculares
(Fuente: Child. John. 1980. Modificada del original).
Fig. 1. Modelo de potenciales Alianzas Diagonales y Antagonismos Perpen-diculares
(Fuente: Child, John, 1980. Modificada del original).
5 Las armas defensivas son generalmente más baratas que las agresivas. Hay
infinidad de ejemplos al respecto: el caso de los tanques vs. armas anti-tanques
y de los aviones vs. armas antiaéreas, son los más conspicuos. Exis-ten
dos casos en que no suele darse esta situación: el caso de los misiles
antiaéreos y en el caso de la guerra antisubmarina.
14 ESTUDIOS PÚBLICOS
Las alianzas formales han sido tradicionalmente poco co- munes en el siglo XX en América del Sur. La experiencia indica que los países tratan de evitar compromisos que originen conflic- tos en bloque 6 . A este respecto parece que la presencia de un foro como la OEA tiende a diluir estos tipos particulares de alianzas. Dado que la rivalidad bilateral parece ser más probable que la multilateral, el enfoque estará centrado en el primer aspecto. Material. Las existencias de armamentos de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Perú fueron consideradas a precio de mercado, base 1980. El material seleccionado fue: 1) Ejército: tanques de todos los tipos, carros blindados, artillería pesada, helicópteros. 2) Armada: portaaviones, cruceros, destructores, fragatas, lanchas patrulleras rápidas, submarinos, aviación na- val de ataque, helicópteros. 3) Fuerza Aérea: aviones de com- bate, caza-bombarderos, aeronaves de ataque, aeronaves de ins- trucción, aeronaves de transporte, helicópteros. Armamentos livianos, pertrechos, aeronaves de transporte liviano, vehículos de uso práctico, etc., no fueron considerados, ya que tales ítem son usados en proporción a otros, o bien son difíciles de medir, o generalmente cumplen funciones civiles o pacíficas. Metodología. Todo el material fue considerado sobre la base de una estimación de precio de mercado, incluyendo aquel obtenido mediante programas de ayuda militar. La dotación de la Armada fue medida sobre la base del valor tonelada, de acuerdo a una pauta de valor por tonelada de cada tipo de buque de guerra citada en una publicación de Spiri (Spiri, 1979) y puesta al día hasta 1980. Una segunda fuente para verificar los precios de la dotación de las Armadas fue la edición Jane’s Fighting Ships, de 1980-81 (Jane’s, 1980), especialmente con re- ferencia a los barcos construidos en Gran Bretaña. Los arma- mentos de tierra fueron evaluados según una pauta de precios de 1980, basada principalmente en el índice de precios de Defense and Foreign Affairs de USA (1981). También se obtuvo infor- mación de la revista International Defense Review (1981). Los precios del material aéreo fueron obtenidos básicamente del DMS Market Intelligence Report y del DMS Military Aircraft
(DMS, 1981). También se usó esta fuente para verificar las exis- tencias de los sistemas de armamentos de tierra. Las fuentes oficiales de los Estados Unidos fueron utilizadas para constatar algunas ventas comerciales norteamericanas y el número de ar- mas despachadas (DSAA, 1981).
Durante la Guerra del Chaco y durante el conflicto entre Perú y Ecuador
de 1941, los restantes países sudamericanos optaron por una total neutra-lidad.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 15
Como fuente principal para determinar las cantidades de armamentos y el año de incorporación a la respectiva fuerza armada, se usó la publicación Military Balance, del I.I.S.S. (IISS, 1970 a 1980). Esta revista registra material nuevo con un atraso promedio de un año a seis meses en cuanto a la fecha real de incorporación. Para fines prácticos esta situación asegura un cierto grado de operatividad de los sistemas armamentistas a la fecha de publicación.
Dos importantes aspectos metodológicos cabe considerar en este trabajo. Ellos se refieren a la elección del «precio de mer- cado» como indicador del armamentismo, y de las fuentes de precios y de existencias de armamentos en los arsenales de cada nación. Respecto del primer punto, no parece haber ningún in- dicador de poder militar lo suficientemente afinado y fidedigno. El precio de mercado, a pesar de sus fluctuaciones, parece ser el mínimo común más simple y general. Cualquier crítica seria al uso de este indicador deberá necesariamente reconocer que to- dos los otros instrumentos usados hasta la fecha adolecen de tantos o más defectos que éste, y que pocos tienen su simplici- dad de manejo. En cuanto a las fuentes de precios y stocks, se utilizaron aquellas más asequibles y reputadas. Debemos reconocer que el mercado internacional de armas no es precisamente uno trans- parente. Seguramente ciertos países no tienen el mismo «acceso» al mercado que otros, de la misma manera que ciertas transac- ciones de mercado, por distintos motivos, no son registradas. Con todo, a pesar de las limitaciones señaladas y otras que el autor no haya reparado, es razonable pensar que cualquier es- tudioso del tema, con los mismos instrumentos y algo de pa- ciencia, podría llegar a resultados semejantes a los aquí pre- sentados. Brasil-Argentina. Desde comienzos de los años setenta Ar- gentina contó con una mayor dotación de armamentos que Brasil, equivalente a 250 millones de dólares, en promedio (ver fig. 2). Esta tendencia duró hasta 1977, cuando Brasil comenzó a aventajar a Argentina. La explicación de esta nueva tendencia está basada en las adquisiciones de la Armada y de la Fuerza Aérea de Brasil (ver fig. 3). Un esfuerzo de compra por parte de Argentina en 1979 y 1980 dejó a ese país con una ventaja final de 353 millones de dólares sobre Brasil en 1980. Argentina superó a Brasil en las tres ramas de las fuerzas armadas (ver fig. 3). El tamaño de las fuerzas armadas de tierra y de aire del Brasil (IISS, 1980), su distribución territorial (Skidmore, 1976) y
la naturaleza antisubmarina de sus fuerzas navales, indican que a ese país no le inquieta el poderío militar argentino. Más aún, en términos de tasa de crecimiento de las existencias de armamentos a lo largo de la década, ambos países presentan ci-16 ESTUDIOS PÚBLICOS
fras similares (ver tablas 1 y 2 en anexo I). Al comparar la variación de las existencias en relación con el producto nacio- nal bruto entre 1970 y 1980, Brasil aumentó sólo en 21,3 por ciento, mientras que Argentina tuvo un aumento cercano al 109,8 por ciento (ver anexo I, tablas 1 y 2).
Fig. 2. Evolución de las existencias de armamentos en Brasil, Argentina,
Perú, Ecuador y Chile, desde 1970 a 1980 (en miles de dólares).
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 17
Otro aspecto de las relaciones militares entre ambos países indica que durante el período de la controversia del Paraná, causada por el asunto de los embalses (principios de los años setenta), ambos países estaban aumentando sus existencias a un ritmo inferior al promedio de la década (sólo 7,4 por ciento), y muy inferior al promedio de crecimiento de los cinco países considerados en este trabajo (que es de 16,91 por ciento). Brasil no contaba con una fuerte dotación de armamentos como para imponer su voluntad en el asunto de los embalses. En la se- gunda mitad de la década, Brasil parecía seguir muy de cerca a Argentina, pero sin intentar sobrepasarla.
Eventos diplomáticos recientes 7 muestran a un Brasil mu- cho más diligente para resolver los antiguos problemas hidro- eléctricos con Argentina, especialmente después del embargo del petróleo en 1973. Brasil es un importador neto de petróleo 8 . Mientras Brasil requiera de la energía hidroeléctrica de la parte superior del Paraná para su desarrollo, pareciera que va a optar por una política orientada a ganarse la buena voluntad de Ar- gentina. En consecuencia, mantendría un bajo nivel en la ad- quisición de armamentos. Una política de cooperación parece favorecer más los intereses brasileños de largo plazo que una competitiva.
Existencias
Esta actitud es un factor clave en la relación estratégica de ambos países. En el futuro previsible es poco probable que se produzca una exacerbación armada a raíz de las rivalidades entre los dos países más grandes de América del Sur.
7 Una reconciliación entre ambos países, donde Brasil tomó la iniciativa;
ver Clarín, 1980. 8 Las circunstancias empeoraron para Brasil después que estallara la guerra
Irak-Irán; Irak es el principal abastecedor de petróleo de Brasil.
18 ESTUDIOS PÚBLICOS
Argentina-Chile. Hacia fines de los años sesenta, Chile se lanzó en programas de renovación naval. Llegaron buques nue- vos desde 1973 hasta 1976. Argentina, un poco después, comenzó con programas similares que le hicieron posible tener buques listos para el combate sólo después de 1977. Compras adiciona- les hechas en 1979 permitieron a Argentina recuperar su ventaja inicial (ver fig. 4). El aspecto naval de la relación Argentina- Chile parece ser la única área en donde Chile ha mantenido un equilibrio aproximado, siendo Argentina un poco superior, espe- cialmente en lo que respecta a poder aeronaval.
Las existencias de las fuerzas de tierra entre ambas na- ciones se mantuvieron, en general, en una razón de 2 : 1 a favor de Argentina. Esta tendencia prevaleció hasta 1978; luego de la crisis provocada por los asuntos limítrofes ese año, la razón varió a 3 : 1. El fracaso de Chile para comprar equipos blindados en Austria en 1980 (González, 1981), pareciera estar manteniendo esa relación. Cualesquiera sean las compras chilenas futuras, no van a compensar el gigantesco programa para la fabricación de tanques que Argentina ya ha puesto en marcha (IISS, 1981). Este desequilibrio llama a una cuidadosa reflexión, dado que ambos países tienen una frontera común de 3.500 kilómetros, donde más de 400 kilómetros (en la parte sur) pueden cruzarse fácilmente hacia cualquier lado mediante el uso de fuerzas me- canizadas. Dicha región es una de las pocas áreas en América del Sur en donde es más factible llevar a cabo una batalla de maniobras entre fuerzas blindadas 9 .
Existencias
Fig. 4. Evolución de las existencias de armamentos en Argentina y Chile
desde 1970 a 1980. En miles de dólares.
Las otras regiones de América del Sur son: 1) una frontera de 30 km
de extensión en el desierto entre Chile y Perú; 2) cerca de 100 km de
frontera entre Brasil y Uruguay; 3) algunas áreas de la frontera entre
Bolivia y Paraguay y entre la frontera entre Argentina y Bolivia. Otras
zonas pueden ser útiles si se construyen puentes en tiempo de guerra
(ej., en la frontera entre Brasil y Argentina).
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 19
La relación entre las fuerzas aéreas indica una brecha signi- ficativa que favorece a Argentina (ver fig. 4) a lo largo de la década, a pesar de que se ha producido una relativa recupera- ción por parte de Chile durante los últimos años de la década del setenta. La ventaja argentina en cuanto a dotación aérea parece especialmente crítica debido a la falta de profundidad estratégica chilena y al efecto directo que puede ejercer una superioridad aérea sobre las fuerzas de tierra y mar.
En la relación en conjunto (ver fig. 2) la dotación de arma- mentos de Argentina y Chile corre paralelamente durante la primera mitad de la década. Hacia fines de los setenta, luego de haberse producido una brecha de sólo US$ 300 millones, ésta aumenta, llegando a US$ 770 millones.
A principios de los años setenta, las relaciones diplomáticas entre Chile y Argentina eran bastante buenas 10 . Ambos países estaban enfrentando otros desafíos internos y externos. Argen- tina estaba en vías de volver a un gobierno democrático, y estaba altamente motivada por la amenaza brasileña en la Cuen- ca del Plata. Por otra parte, Chile había tenido una experiencia marxista seguida de un golpe militar. Hacia 1974 Chile estaba empeñado en contrapesar la acumulación militar progresiva pe- ruana. Dos eventos hicieron cambiar esa relación: un nuevo go- bierno militar en Argentina, en 1976, y el laudo arbitral de 1977, que favoreció a Chile. La evolución de la dotación de armamentos en Argentina (ver fig. 2) indica una baja en 1975 y una tasa inferior de com- pras a lo largo de la primera mitad de la década de los setenta (ver tabla 2, anexo I). Esta tendencia puede explicarse en parte por la sucesión de gobiernos civiles antimilitares que hubo durante ese período (Cámpora, Domingo Perón, Isabelita Perón). La amenaza brasileña no fue considerada una razón como para abocarse a una mayor acumulación militar progresiva. Por el contrario, las dotaciones de armamentos hacia fines de los años setenta muestran que era probable que la crisis con Chile fuera resuelta mediante el uso de fuerzas armadas. En ese último período Argentina duplicó sus compras de armamentos (ver ta- bla 2, anexo I) en relación con la primera mitad de la década de los setenta. Paradójicamente, Chile siguió una tendencia opuesta. Los gastos en armamentos aumentaron más rápida- mente en la primera mitad de la década (ver tabla 3. anexo I). Al parecer, por lo menos en un corto período (1978-79), Chile no pudo o no quiso adquirir nuevos equipos de armamentos. Sólo en 1980 el país recobró la tendencia del período 1974-77. Pare-10
A principios de los años setenta existen algunos indicios de cooperación
entre Chile y Argentina. Entre ellos, un tratado que estipula la solución
pacífica de las controversias, firmado en junio de 1972.
20 ESTUDIOS PÚBLICOS
ciera que Chile y Argentina no estaban abocados en una compe- tencia armamentista hacia principios de los años setenta. La alta tasa de compras chilenas entre 1974-77 tenía un origen diferente. En caso de haber habido una carrera armamentista chileno-argentina, ésta comenzó recién en 1978, siendo Argen- tina el país desafiante, con casi dos años de ventaja (ver fig. 2).
Chile-Perú. A partir del golpe militar peruano de 1968, los gobernantes han mostrado gran interés en adquirir una nueva posición estratégica. En 1969 Perú compró aviones de combate franceses, constituyéndose en el primer país que recurrió al mer- cado europeo para la compra de armamentos sofisticados. Luego del derrocamiento del gobierno marxista de Chile en 1973, la Unión Soviética se volvió hacia el Perú, y le vendió, durante los seis años siguientes, 250 tanques medianos y 36 bombarderos supersónicos, financiados con un préstamo a una baja tasa de interés (Military Balance, 1973-1977). Chile percibió la creciente
amenaza en su frontera norte. Cuatro factores apoyan esta creencia: 1) la única área en la cual el Perú podía utilizar fuerzas blindadas terrestres en contra de otro país era, y aún sigue siendo, la frontera de 30 km de extensión que tiene en común con Chile; 2) se acercaba la celebración del centenario de la Guerra del Pacífico (1979), en la cual el Perú perdió una considerable porción de su territorio; 3) Perú es una potencia partidaria del statu quo frente a otros países vecinos; 4) el carácter ofensivo de las nuevas dotaciones de armamentos pe- ruanos, y el despliegue de los mismos, principalmente en la zona sur del país. En el período comprendido entre 1974 y 1977 ambos países adquirieron material bélico, teniendo cada cual en mente al otro. Perú asumió el rol de desafiante y Chile el de la potencia partidaria del statu quo. La naturaleza de los equipos bélicos adquiridos por ambos países apoyan esta aseveración (Nolde, 1980).
Existencias
Fig. 5. Evolución de la dotación de armamentos en Chile y Perú desde
1970 a 1980 (en miles de dólares).
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 21
Hacia fines de 1977 la intranquilidad civil y los problemas económicos estaban afectando la estabilidad del gobierno militar peruano. Ese año, la deuda externa del Perú (US$ 6.291 millones) era siete veces la de 1969, y el monto total del servicio de la deuda (amortización + intereses) era de US$ 642 millones (en moneda de 1980; Kucynski, 1981). Al año siguiente se eligió una Asam- blea Constitucional, la que trabajó en un proyecto para una nue- va Constitución y programó elecciones para 1980 (Kucynski, 1981). Una de las condiciones que exigían los militares para entregar el poder era la mantención de las compras de arma- mentos programadas hasta 1980 11 . Esto explicaría las compras hechas en 1979 y 1980 (ver fig. 2).
La situación financiera del Perú hacia 1977-78 y la im- popularidad del gobierno militar hacían poco probable el desen- lace de una guerra costosa. Pareciera que Chile se dio cuenta de este hecho y detuvo la acumulación de material bélico en 1978, pese a que la economía chilena estaba mejorando de ma- nera constante desde 1976. De acuerdo a varias fuentes, el nuevo gobierno civil del Perú mantiene una actitud amistosa hacia Chile. Hubo intercambio de embajadores en junio de 1981, después de más de dos años de relaciones diplomáticas frías. Perú-Ecuador. Desde 1960, con la denuncia del Protocolo
de Río de 1942, Ecuador ha reclamado que el Perú ocupa terri- torios usurpados. Esa retórica no fue seguida de sucesos mili- tares durante gran parte de los años sesenta y principios de los años setenta. Ecuador no tenía poder económico y estabili- dad política para respaldar sus palabras con poder material.
Existencias
Fig. 6. Evolución de las existencias de armamentos en el Perú y en el
Ecuador desde 1970 a 1980. En miles de dólares.
11 Conversaciones con el candidato presidencial del APRA de 1980, señor
Villanueva, en la Universidad de Georgetown, octubre 1980.
22 ESTUDIOS PÚBLICOS
Luego del embargo del petróleo de 1973, Ecuador, como pro- ductor de petróleo, ha ganado cantidades crecientes de divisas. Parte de estas ganancias han sido destinadas a compras de ar- mamentos desde 1977 (ver figs. 2 y 6). Gran proporción de
las adquisiciones ecuatorianas consisten en armamentos sofisti- cados para la Fuerza Aérea y para la Armada (ver tabla 5, anexo I).
Siendo país revisionista frente a Chile, Perú es una potencia que propicia el statu quo con respecto al Ecuador. Las compras contemporáneas de armamentos por parte del Ecuador tienen su origen en la humillante derrota frente al Perú en 1941 (Harvey, 1979). Choques limítrofes recientes, ocurridos hacia fines de junio de 1981, ciertamente animarán nuevas acumula- ciones de armamentos, en especial por parte de Ecuador. Esta tendencia, a pesar de que el Ecuador ha aumentado once veces su dotación a lo largo de los años setenta, pareciera que no va a afectar mayormente la ventajosa posición del Perú (una ra- zón de 3:1), al menos en el corto plazo. Donde puede encon- trarse una potencial fuente de inestabilidad es en los perfiles económicos de ambos países. En 1970 Perú tenía un producto nacional bruto tres y media veces el de Ecuador. En 1980 esa razón era de sólo 2 : 1 (ver anexo I tablas 4 y 5). Si el Perú no es capaz de solucionar sus dificultades económicas, y mien- tras Ecuador sigue teniendo recursos financieros disponibles, lo probable es que haya una tendencia hacia una creciente acumu- lación de armamentos por parte del Ecuador y hacia desafíos posteriores al actual statu quo en la situación limítrofe.
V. Discusión
La creciente independencia estratégica relativa de las na- ciones de América del Sur respecto de los EE.UU., está origi- nando una fuente potencial de conflicto. Dado que la preeminen- cia norteamericana en el hemisferio sur ha terminado (Scheina, 1981), su rol como fuerza que mantiene el equilibrio ha dis- minuido, especialmente después de que el Gobierno de Wash- ington decidiera vender armamentos en el continente siguiendo un criterio diferente de aquel que toma en consideración el equilibrio de poderes. El poder militar de países como Perú, Chile, Argentina o Brasil ya no puede ser ignorado por parte de las potencias que intenten usar el continente sudamericano o sus proximidades para fines estratégicos o para otros propósitos. En junio de 1980 el senador Thurmond y otros doce miembros del Senado norteamericano, en una carta enviada al Presidente Cárter, reconocen este hecho. Ellos reclaman que la exclusión de Chile en la operación UNITAS de 1980, sumada a la decisión argentina de no participar el año anterior, desembocó en una situación donde:
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 23
«Los Estados Unidos pueden verse enfrentados con la perspectiva de defender las rutas oceánicas a través del Cabo de Hornos sin la cooperación activa de uno o de ambos países.
«Nosotros pensamos que no es apropiado usar UNITAS con el propósito de castigar a Chile, y en ningún caso favorece los intereses de largo plazo de los Estados Uni-
dos» (González, 1981. Se agrega énfasis).
Tal como algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos palparon el peligro de la alineación imprudente de los aliados tradicionales de los Estados Unidos, los soviéticos y los búlgaros tuvieron experiencias amargas al transgredir los lími- tes de pesca de América del Sur. Hacia fines de 1977 la escuadra argentina expulsó y capturó a los buques transgresores de estos Estados orientales. Tal como Robert Scheina comentara recien- temente: «Las Armadas de Argentina, Brasil, Chile y Perú pa- recen tener el tamaño adecuado como para habérselas con quie- nes entran en aguas territoriales para pescar. No son tan peque- ñas como para que los soviéticos puedan ignorarlas o intimidar- las…» (Scheina, 1981). La reacción brasileña frente a la política de los derechos humanos, que trajo consigo la revocación unilateral del Tratado de Defensa Mutua Brasileño-Norteamericano (Strategic Survey, 1977), es otro ejemplo de los resultados del uso de políticas mal concebidas por parte de las grandes potencias hacia sus aliados más pequeños. Por otra parte, la Unión Soviética ha tenido una larga his- toria como factor desestabilizador en América del Sur, en par- ticular, y en América Latina, en general. «El mal manejo de las contradicciones inherentes en las relaciones entre los Estados Unidos y Latinoamérica es la fuerza principal que promueve la penetración soviética en América Latina» (Leiken, 1981). A comienzos de los años setenta, Perú recibió créditos mi- litares de la URSS (tales como tanques, aviones de combate y artillería pesada). Este fue un elemento primordial para desatar la competencia armamentista con Chile y Ecuador. En 1978, durante la crisis fronteriza entre Argentina y Chile, «el Ejército soviético eligió este momento para condecorar al ge- neral Videla, y sus órganos oficialas declararon que brindarían ayuda a Argentina en caso de que se produjera un conflicto armado» (Leiken, 1981). Obviamente Rusia trataba de desestabi- lizar al Gobierno chileno, de orientación prooccidental y, al mis- mo tiempo, estaba protegiendo sus lazos económicos con Argen- tina. En febrero de 1980 la Unión Soviética cosechó los frutos de su política. Argentina no se unió al embargo de granos em- prendido por los Estados Unidos en contra de Moscú.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 23
«Los Estados Unidos pueden verse enfrentados con la perspectiva de defender las rutas oceánicas a través del Cabo de Hornos sin la cooperación activa de uno o de ambos países.
«Nosotros pensamos que no es apropiado usar UNITAS con el propósito de castigar a Chile, y en ningún caso favorece los intereses de largo plazo de los Estados Uni-
dos» (González, 1981. Se agrega énfasis).
Tal como algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos palparon el peligro de la alineación imprudente de los aliados tradicionales de los Estados Unidos, los soviéticos y los búlgaros tuvieron experiencias amargas al transgredir los lími- tes de pesca de América del Sur. Hacia fines de 1977 la escuadra argentina expulsó y capturó a los buques transgresores de estos Estados orientales. Tal como Robert Scheina comentara recien- temente: «Las Armadas de Argentina, Brasil, Chile y Perú pa- recen tener el tamaño adecuado como para habérselas con quie- nes entran en aguas territoriales para pescar. No son tan peque- ñas como para que los soviéticos puedan ignorarlas o intimidar- las…» (Scheina, 1981). La reacción brasileña frente a la política de los derechos humanos, que trajo consigo la revocación unilateral del Tratado de Defensa Mutua Brasileño-Norteamericano (Strategic Survey, 1977), es otro ejemplo de los resultados del uso de políticas mal concebidas por parte de las grandes potencias hacia sus aliados más pequeños. Por otra parte, la Unión Soviética ha tenido una larga his- toria como factor desestabilizador en América del Sur, en par- ticular, y en América Latina, en general. «El mal manejo de las contradicciones inherentes en las relaciones entre los Estados Unidos y Latinoamérica es la fuerza principal que promueve la penetración soviética en América Latina» (Leiken, 1981). A comienzos de los años setenta, Perú recibió créditos mi- litares de la URSS (tales como tanques, aviones de combate y artillería pesada). Este fue un elemento primordial para desatar la competencia armamentista con Chile y Ecuador. En 1978, durante la crisis fronteriza entre Argentina y Chile, «el Ejército soviético eligió este momento para condecorar al ge- neral Videla, y sus órganos oficialas declararon que brindarían ayuda a Argentina en caso de que se produjera un conflicto armado» (Leiken, 1981). Obviamente Rusia trataba de desestabi- lizar al Gobierno chileno, de orientación prooccidental y, al mis- mo tiempo, estaba protegiendo sus lazos económicos con Argen- tina. En febrero de 1980 la Unión Soviética cosechó los frutos de su política. Argentina no se unió al embargo de granos em- prendido por los Estados Unidos en contra de Moscú.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 25
en contra de Chile constituye un buen ejemplo de esta tenden- cia. A comienzos de los años setenta Perú y Chile tenían una paridad aproximada. Hacia 1980 el Perú tenía una mayor do- tación de armamentos de un 50 por ciento (ver fig. 2 y anexo I).
Por otra parte, dado que la Fuerza Aérea es un elemento básico para que Ecuador pueda sobrepasar la actual superiori- dad peruana, Ecuador está dedicando una mayor cantidad de recursos a esa fuerza armada en particular (ver anexo I, tablas 4 y 5). Habiendo existido una relación de 1 : 5.1 entre la dota- ción de las Fuerzas Aéreas del Ecuador y Perú en 1970; la re- lación del primer país disminuyó a 1 : 1.6 en 1980. La relación total de las existencias de 1 : 6 en favor del Perú, en 1970, evo- lucionó hacia una razón de 1 : 3 en 1980. Esta tendencia mues- tra un claro deseo ecuatoriano de cambiar el equilibrio arma- mentista hacia una relación más favorable con el Perú.
Brasil no parece haber estado dispuesto a cambiar su equi- librio con Argentina durante los años setenta (ver fig. 2). Por el contrario, después de 1977 queda de manifiesto que Argen- tina estaba buscando gastar más que Chile. En 1977 la relación armamentista entre Chile y Argentina era de 1 : 1.3. En 1980 ésta cambió a 1 : 1.6 (ver anexo I, tablas 1 y 3). Los pedidos (ór- denes de compra) de armamentos argentinos para los próximos cuatro años son cercanos a dos mil millones de dólares (IISS, 1970-1980); en el caso chileno, se estima que las órdenes de compra, para el mismo período, no serán inferiores a mil mi- llones de dólares. En tanto la economía chilena pueda soportar este esfuerzo parece dudoso de que el deseo argentino de au- mentar los gastos en armamentos proporcionalmente más que Chile pueda materializarse.
Las carreras armamentistas que comienzan con grandes acumulaciones progresivas tienden a terminar más rápido a causa de un agotamiento económico por parte de alguno de los competidores (Smith, 1980). Perú constituye un ejemplo típico de este fenómeno; luego de haber competido durante casi ocho años con Chile y de destinar dinero a costosos programas so- ciales, su deuda pública creció, de 14 por ciento del producto nacional bruto (1970) a un 53.1 Dor ciento del PNB (1978) (Ban- co Mundial, 1981). Desde que mejoraron las relaciones diplo- máticas entre Chile y Perú en el último año, cualquier nueva competencia armamentista parece más probable con el Ecua- dor, especialmente después de los recientes encuentros fronteri- zos y las compras de material ofensivo por parte de este último país. Pese a ello, desde 1973 Chile ha enfrentado problemas per- manentes para la compra de armas, en particular con los Es- tados Unidos, Gran Bretaña y Austria (González, 1981). Facto- res internos y externos le han obligado a adoptar una actitud
cuidadosa en términos de emprender carreras armamentistas 20 ESTUDIOS PÚBLICOS
con sus vecinos. Las políticas chilena y brasileña para la adquisi- ción de armas parecen ser más cautelosas y defensivas que las del Perú y la del Ecuador. Las metas chilena y brasileña pare- cen haber sido la mantención del equilibrio armamentista dentro
de un cierto margen de seguridad. Esa política, en el caso de Chile, operó bastante bien con el Perú, pero aún queda por ver si va a operar con un país más rico, como Argentina.
La actitud diplomática de las distintas potencias en com- petencia es considerada esencial cuando ambos rivales están al borde de la guerra (Leng y Wheeler, 1979). En América del Sur, sólo la crisis argentino-chilena de 1978 puede haber cumplido las exigencias para una evaluación teórica. Ambos países condu- jeron las mayores movilizaciones de tropas en América del Sur desde la Guerra del Chaco. Argentina optó, desde el comienzo, por una actitud de intimidación, en tanto que Chile siguió una estrategia de reciprocidad (Instituto Ciencia Política, 1978). La crisis terminó como se había predicho que sucede cuando estas dos políticas se desarrollan conjuntamente (Leng y Wheeler, 1979). Casi siempre el Estado que intimida y fracasa en su inten- to busca una componenda decorosa. A fines de 1978 Argentina aceptó la mediación papal y ambos países desmovilizaron sus fuerzas. Las compras de armamentos por parte de ambos países han seguido constantes desde entonces y en la actualidad la me- diación papal parece enfrentar una creciente oposición argentina (La Prensa, 1981). El uso de la fuerza pareciera haber sido con- siderada como una verdadera alternativa para solucionar el conflicto, al menos entre algunas opiniones dentro del sistema político argentino 12 . Una ulterior prueba del éxito de «la alter- nativa del uso de la fuerza» puede estar dada si Argentina o Chile denuncian el tratado de Solución Pacífica de los Conflic- tos de 1972, que debe ser renovado o denunciado en 1982 l3 . Entre los cinco países competidores de América del Sur, tres de ellos, Perú, Chile y Argentina tienen una posición relativa- mente difícil. Están lidiando con una situación de «dos frentes». Brasil y Ecuador, sin tener mayores amenazas en otros lados, pueden concentrarse en su situación a «un frente». La libertad de elegir parece ser evidente en estos últimos casos. Brasil eligió
no competir después de 1975. Por el contrario, Ecuador prefirió competir desde 1977. La actitud ecuatoriana puede aminorar la presión del Perú sobre Chile. La posición actual del Brasil frente a Argentina otorga casi carta blanca al último país para com- petir con Chile. Tal como indica la fig. 1, Chile es la piedra
12 Destacados argentinos que persiguen la solución armada son: general (R)
Osiris Villegas; almirante (R) Emilio Massera y almirante (R) Isaac
Rojas. 13 Efectivamente, Argentina lo hizo en enero de 1982.
COMPETENCIA ARMAMENTISTA 27
angular del sistema de competencia, teniendo dos aliados poten-ciales
(Ecuador y Brasil), que pueden optar por competir o no competir. Los dos rivales de Chile, Perú y Argentina, tienen una buena base para un entendimiento estratégico, a pesar de que su situación es un poco más fácil que la de Chile. Ellos también tienen «segundos frentes» con Ecuador y Brasil, respectiva- mente, pero no tan «permanentes» como con Chile. De la rela- ción en conjunto de los conflictos entre estas cinco naciones, una carrera armamentista que termine en guerra parece más probable en el «Centro del Sistema», vale decir, entre Chile y Perú o entre Argentina y Chile. La posibilidad de alianzas formales de guerra parece poco probable, en especial porque un compromiso formal llevaría a una confrontación en bloque no deseada. Una alianza entre Perú y Argentina provocaría un entendimiento permanente entre los otros países, y los beneficios de este eje dual serían totalmente contrarrestados por el poder de la entente tripartita. Por otra parte, ni Brasil ni Ecuador están interesados en llegar a un en- tendimiento formal con Chile, a no ser que la misma existencia de este último país como potencia regional estuviera en juego.
Un último aspecto de las carreras armamentistas de Amé- rica del Sur podría ser el rol de disuasión convencional para evi- tar la guerra entre los países en competencia. La disuasión con- vencional ha dado muestras de ser costosa de lograr última- mente 14 . De acuerdo a recientes aseveraciones en ese campo, el defensor debe tener importantes sistemas de armamentos ofen- sivos, superioridad área local, y un alto grado de movilidad, es- tado de alerta y de reacción permanentes y sistemas seguros de comando y control (Amiel, 1978). «Sin opciones ofensivas claves, una mera estrategia pasiva o reactiva no puede resistir una es- trategia ofensiva de un agresor», ha comentado recientemente el Director de Planificación de Largo Plazo del Ministerio de Defen- sa de Israel (Amiel, 1978). A este respecto, una simple política defensiva, aunque es más barata que una ofensiva, aporta poco a la seguridad deseada por un poder partidario del statu quo. Es- tándares como éstos, costosos y sofisticados, es poco probable que se encuentren entre los países sudamericanos. Una típica guerra del Tercer Mundo, como el conflicto indo- pakistaní de 1971, puede ser un buen recuerdo para aquellas potencias en favor del statu quo que prefieren apoyarse básica- mente en armamentos defensivos. Pakistán pagó un alto precio por mantener una postura defensiva frente a una potencia ma- yor y agresiva. El general André Baufre, estratega francés, des- pués de analizar esa guerra, comentó que: «Una actitud defen- siva usando medios limitados y dadas grandes extensiones de te-14
Tal como lo experimentaron los israelíes y los iraníes.
rritorio, es una conducta suicida» (Baufre, 1972). En consecuen- cia, las opciones estratégicas adecuadas para las potencias par- tidarias del statu quo en escenarios como América del Sur
son más bien pocas v tienen un alto costo. Por otra parte, las posturas ofensivas más bien estimulan las carreras armamentis- tas ya en marcha. En conclusión, factores geopolíticos y una mayor libertad de acción, tanto política como económica, han provocado un au- téntico proceso de carrera armamentista en el cono sur de Sud- américa. Esto obedecería a que los líderes de diferentes países perciben que el uso de la fuerza es una alternativa viable para satisfacer ciertos objetivos geoestratégicos reales o ficticios. La utilización de estos medios bélicos estará claramente li- gada a las oportunidades y a la estrategia diplomática escogida. En todo caso, considerando la situación en su conjunto, el pro- ceso de acumulación de armas continuará a un ritmo semejante o superior al de la década pasada.
En los próximos años es muy factible que continúe la com- petencia entre Argentina y Chile, y entre Ecuador y Perú. Por su parte, las carreras entre Chile-Perú y Brasil-Argentina, pare- cen haber decrecido en intensidad, y no hay indicios de que pueda haber un recrudecimiento en esos casos. En general, las posibilidades de conflicto armado irán creciendo en la medida que las controversias que las alimentan se agudicen y crezca la confianza en el empleo exitoso de las armas como solución po- lítica. Por último, la probabilidad de conflicto internacional vio- lento, de mayor a menor, es de los pares: Argentina-Chile, Perú- Ecuador, Chile-Perú y Brasil-Argentina, en ese orden.
28 ESTUDIOS PUBLICOS
Anexos
Tabla 1. Evolución de las existencias de armamentos de Argentina entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del pre- supuesto de defensa. PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de armamentos. Valores en miles de dólares, base 1980.
Tabla 2. Evolución de las existencias de armamentos de Brasil entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presu- puesto de defensa. PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de armamentos. Valores en miles de dólares, base 1980.
Tabla 3. Evolución de las existencias de armamentos de Chile entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presu- puesto de defensa. PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de armamentos. Valores en miles de dólares, base 1980.
Tabla 4. Evolución de las existencias de armamentos del Perú entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presu- puesto de defensa. PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de armamentos. Valores en miles de dólares, base 1980.
Tabla 5. Evolución de las existencias de armamentos del Ecuador entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presu- puesto de defensa. PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de armamentos. Valores en miles de dólares, base 1980.
30 ESTUDIOS PÚBLICOS
Tabla 1
Argentina
Evolución de las existencias de armamentos de Argentina entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presupuesto de defensa.
PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de arma-mentos.
Valores en miles de dólares, base 1980.
Año
1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
Ejército
51.050
63.150
75.669
95.494
101.544
107.594
113.644
123.194
129.244
235.294
301.344
Armada
557.941
617.391
621.021
624.151
744.541
630.911
736.211
736.211
736.211
797.091
1.062.661
Fuerza Aérea
252.972
254.790
357.063
406.649
408.922
420.468
561.155
568.027
670.700
729.368
737.645
PNB 1970 = 60.132.000 Existencias/PNB 1970 = 0.0143 PNB 1980 = 72.019.000 Existencias/PNB 1980 = 0.0300 Aumento PNB 70-80 = + 19.76% Existencias/aumento 70-80 = 143.82%
30 ESTUDIOS PÚBLICOS
Tabla 1
Argentina
Evolución de las existencias de armamentos de Argentina entre 1970 y 1980. Porcentajes de aumento. Evolución del presupuesto de defensa.
PNB hacia 1970 y 1980; variación del PNB y de las existencias de arma-mentos.
Valores en miles de dólares, base 1980.
Año
1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
Ejército
51.050
63.150
75.669
95.494
101.544
107.594
113.644
123.194
129.244
235.294
301.344
Armada
557.941
617.391
621.021
624.151
744.541
630.911
736.211
736.211
736.211
797.091
1.062.661
Fuerza Aérea
252.972
254.790
357.063
406.649
408.922
420.468
561.155
568.027
670.700
729.368
737.645
PNB 1970 = 60.132.000 Existencias/PNB 1970 = 0.0143 PNB 1980 = 72.019.000 Existencias/PNB 1980 = 0.0300 Aumento PNB 70-80 = + 19.76% Existencias/aumento 70-80 = 143.82%
rritorio, es una conducta suicida» (Baufre, 1972). En consecuen- cia, las opciones estratégicas adecuadas para las potencias par- tidarias del statu quo en escenarios como América del Sur
son más bien pocas v tienen un alto costo. Por otra parte, las posturas ofensivas más bien estimulan las carreras armamentis- tas ya en marcha. En conclusión, factores geopolíticos y una mayor libertad de acción, tanto política como económica, han provocado un au- téntico proceso de carrera armamentista en el cono sur de Sud- américa. Esto obedecería a que los líderes de diferentes países perciben que el uso de la fuerza es una alternativa viable para satisfacer ciertos objetivos geoestratégicos reales o ficticios. La utilización de estos medios bélicos estará claramente li- gada a las oportunidades y a la estrategia diplomática escogida. En todo caso, considerando la situación en su conjunto, el pro- ceso de acumulación de armas continuará a un ritmo semejante o superior al de la década pasada.
En los próximos años es muy factible que continúe la com- petencia entre Argentina y Chile, y entre Ecuador y Perú. Por su parte, las carreras entre Chile-Perú y Brasil-Argentina, pare- cen haber decrecido en intensidad, y no hay indicios de que pueda haber un recrudecimiento en esos casos. En general, las posibilidades de conflicto armado irán creciendo en la medida que las controversias que las alimentan se agudicen y crezca la confianza en el empleo exitoso de las armas como solución po- lítica. Por último, la probabilidad de conflicto internacional vio- lento, de mayor a menor, es de los pares: Argentina-Chile, Perú- Ecuador, Chile-Perú y Brasil-Argentina, en ese orden.
28 ESTUDIOS PUBLICOS
40 ESTUDIOS PÚBLICOS
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