Gastos militares e inversión social

INTRODUCCIÓN:
El tema de la justificación del gasto militar y del gasto en armas es fundamentalmente un tema de debate ético. Hasta el momento, estas materias pertenecen a un «circuito de especializados» quienes, asumiendo una lógica estrictamente militar, plantean como una realidad inconmovible que los temas de defensa y seguridad sólo se pueden hablar desde la perspectiva militar y que todo lo que es ajeno a esta visión es, simplemente, una utopía. De esta manera, se produce una gran paradoja y contradicción: mientras hablamos de modernidad y desarrollo, existe una persistencia cerrada y oscura de no cuestionar la lógica prehistórica de resolución violenta de los conflictos, de legitimar a ultranza la institucionalidad de la guerra en el derecho nacional e internacional, de mantener el dominio absoluto del paradigma de la violencia como motor del progreso y de la historia. Esa es una concepción de civilización que no ha cambiado en nada desde la prehistoria y que no da razón a los progresos y evolución de la conciencia moral de la humanidad.
El aporte ético de una cultura de la paz es nuestro referente en el ordenamiento de los fines y de los medios. La ética de la paz se plantea como una crítica y una propuesta de civilización.
La amenaza actual contra la paz es total: afecta a toda la humanidad y compromete el significado íntegro de lo humano. Por lo tanto, la paz es una exigencia totalizante para la cual no caben soluciones parciales, sino una propuesta que implique una reformulación de la civilización, posiblemente una de las tareas más desafiantes y complejas de la actualidad.
LA PESADA CARGA DE LOS GASTOS EN DEFENSA
Y ARMAMENTISMO
En la mayoría de nuestros países latinoamericanos, en dirección opuesta a las tendencias dominantes a nivel mundial, el gasto militar no se ha reducido; mas bien, se ha mantenido e incluso ha aumentado en algunos casos. En 1994, fue superior a los 18 millones de dólares en América Latina. Ese mismo año, de acuerdo a los informes del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IIEE), destacó el aumento del gasto en Chile. En efecto, el gasto militar real fue mayor al presupuestado oficialmente, aproximándose a un monto de US$ 2.100 millones, ya que consideró, además, el Item de Defensa del presupuesto nacional, los aportes efectuados a las cajas de previsión de la Defensa Nacional y la llamada «ley reservada del cobre». Según la misma fuente, los gastos militares en Chile seguirían en aumento durante 1995 y 1996, excediendo lo que correspondería a la inflación anual.
Nuestros países en vías de desarrollo y con graves problemas para la superación de la pobreza, justifican con frecuencia su elevado gasto militar argumentando que éste constituye un eficaz factor de disuasión contra la intervención por parte de superpotencias o de países vecinos, y que además suscita respeto hacia el país en el plano internacional. Han aducido también que los militares han creado una fuente importante de empleo y beneficios tecnológicos secundarios para la industria civil.
Resulta dudoso que este gasto haya brindado mayor seguridad al ciudadano medio en nuestros países. Por el contrario, de acuerdo al informe de 1994 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD):
«En (los) países en desarrollo las probabilidades de morir debido al abandono social (por desnutrición y enfermedades prevenibles) es superior en 33 veces a las probabilidades de morir en una guerra como resultado de la agresión externa. Sin embargo, como promedio, hay unos 20 soldados por cada 5.000 ciudadanos, y por cada médico. En última instancia, es probable que los soldados reduzcan la seguridad de las personas en lugar de aumentarla. Los países en desarrollo han librado pocas guerras internacionales, y muchos han usado sus fuerzas armadas para reprimir a sus pueblos».
Algunos datos comparativos basados en estudios de la UNESCO ayudan a entender la magnitud del problema del gasto militar y la gravedad de sus consecuencias en la vida de la población:
– En una sola hora se gasta en armas lo que 86.400 trabajadores ganarían en un mes.
– Aproximadamente el 25% de los científicos se dedican a la investigación militar.
– Adiestrar a un soldado para la guerra cuesta anualmente 64 veces más que educar a un niño en edad escolar.
– Un tanque cuesta lo mismo que construir 520 salas de clase.
– Un caza supersónico equivale al gasto de implementar 40.000 consultorios de salud.
– El precio de un destructor representa el gasto para la electrificación de 13 ciudades y de 19 zonas rurales con una población de 9 millones de personas.
– En dos días, el mundo gasta en armamento el equivalente al presupuesto de un año de las Naciones Unidas y sus organismos especializados.
En este contexto, no modificar las políticas del gasto militar en América Latina es especialmente preocupante por su impacto en ámbitos diversos:
Ambito cultural:
Las relaciones entre las naciones no pueden basarse en el miedo a las armas, ni en su fuerza de disuasión o de chantaje. Tras la estrategia armamentista se consolida una cultura armada que produce deterioro psicológico entre los ciudadanos, porque a través del llamado «equilibrio del terror» se sostiene que los conflictos se resuelven con la lógica del más fuerte y de quien posea mayor poder bélico, sin considerar sus verdaderas causas ni buscar formas alternativas de solución.
Ambito ético:
En lugar de una ética de la solidaridad emerge una ética maniquea en función de la destrucción del adversario. La carrera del armamentismo entre las naciones se transforma en un sin sentido, porque es un medio que no alcanza su fin al no garantizar por sí misma la seguridad. Se trata de una violación del derecho por la primacía de la fuerza irracional y un pretexto injustificado para seguir manteniendo una carrera nunca suficiente y, por lo mismo, desenfrenada. Esta loca carrera de fabricación de muerte y destrucción de los eventuales enemigos crea una falsa disuasión, una absurda seguridad, una idea siniestra de paz inhumana fundada en el terror y, finalmente, garantiza la institucionalización del desorden y violencia
Ambito social:
La fabricación y almacenamiento de armas ha producido de hecho tantas víctimas como su hipotético uso, al extraer para gastos militares recursos imprescindibles en el desarrollo social de nuestros pueblos.
Es una gran injusticia el empleo de presupuestos tan elevados para mantener los stocks de armamentos o renovarlos permanentemente por nuevas tecnologías, mientras subsisten en nuestros países subdesarrollados tantas necesidades vitales sin cubrir, tantos pobres y marginados que carecen de una justicia social básica.
EL DIVIDENDO DE LA PAZ PARA EL DESARROLLO HUMANO: UNA NUEVA DESTINACION DE LOS GASTOS MILITARES.
Las recomendaciones del informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y los Acuerdos de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague, insisten en la urgente necesidad de reducir el gasto militar y lograr una destinación efectiva de estos recursos, denominados como dividendo de la paz, para remediar los graves déficits del gasto social en nuestros países en desarrollo
Del mismo modo se manifiesta la indignidad de las políticas nacionales e internacionales, así como la urgencia de reorientarlas hacia el desarrollo humano. Un instrumento para conseguirlo es el dividendo de la paz, implementado a través de un Fondo de Desmilitarización. A nivel mundial, regional y nacional, puede financiar programas de desarme, reconversión civil de personal militar, medidas de control de la producción armamentística, prevención y alivio de tensiones, planes básicos en salud, educación y vivienda, ayuda a refugiados, etc.
El carácter globalmente prehistórico de nuestra actual civilización y su inhumanidad quedan claramente reflejados en la incapacidad de destinar unos porcentajes insignificantes de gasto militar para resolver los problemas más graves y básicos que hunden en la miseria y en la muerte a millones de seres humanos .
EL PROCESO PERVERSO DE LA PRODUCCION Y TRAFICO DE ARMAS.
La industria y comercio de armas se ha convertido en uno de los negocios más rentables de este siglo. En principio se intenta justificar la fabricación de armas en función de la legítima defensa, pero una vez creada la industria rige la lógica capitalista de obtención del máximo beneficio a través de nuevos mercados. Los mercados para esta industria son, evidentemente, las guerras.
Nuestros países en vías de desarrollo no sólo son grandes clientes de la industria armamentista de los países del norte, sino que también de los países exportadores del propio continente latinoamericano (por ejemplo, Chile), que comercian con tecnología, producción de armas e incluso dotación para la capacitación del personal militar y acciones represivas.
Sobre este comercio de las armas no existe un control democrático, porque se trata de un negocio secreto, donde no hay transparencia ni control parlamentario. Las decisiones de exportación-importación de armas son confiadas al fuero militar o a razones de estado. Por ende, la derivación hacia un tráfico ilimitado y el riesgo de corrupción incontrolada adquiere grados de perversión inimaginables y peligrosos. ¿Podemos en una democracia sentirnos ajenos ante una responsabilidad moral tan seria?
La gran paradoja es que no sólo hay inversiones militares que impiden la ayuda al desarrollo, sino que muchas veces los fondos destinados a ese concepto son utilizados para financiar transacciones de armas. Es preciso denunciar que, en muchos casos, la Ayuda Oficial al Desarrollo por parte de los países del norte se usa para la venta de armamentos o para premiar la compra de los mismos. En el mismo sentido, hay que recordar que los cinco miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas son los mayores exportadores de armas hacia los países pobres.
Además de representar un gasto inútil y pernicioso, la producción y comercio de armas constituye una desviación perversa del esfuerzo productivo de la humanidad. El armamentismo ayuda únicamente a crear condiciones para impulsar la lucha bélica. Junto con la droga, es el gran negocio que corrompe las relaciones humanas, se cultiva en prácticas de clandestinidad y engaño y genera un sentido absolutamente contrario a la ética de solidaridad que anima a la unión de los pueblos y a la fundación de la paz.
En consecuencia, debemos denunciar el armamentismo por cuanto se constituye como:
– Peligroso en lo social;
– Injustificado en lo económico;
– Contraproducente en lo político;
– Nocivo en lo ecológico;
– Intolerable en lo moral.
PROPUESTAS DE DESMILITARIZACION
Desmilitarizar significa «desaprender la cultura de la guerra y la lógica de la violencia como mecanismo de resolución de los conflictos», y se puede conseguir mediante la pedagogía de la paz y la voluntad de una nueva ética, la ética de la paz. Es necesario superar el espíritu bélico del militarismo como también los esquemas de valores que conlleva, tales como la competición, la agresividad, la hostilidad, el menosprecio a los débiles, el machismo y el autoritarismo.
En este sentido es necesario implementar medidas como:
a) La desmilitarización de la cultura. La violencia no es natural, es cultural. La militarización es una condición cultural impuesta y aprendida La violencia es el aprendizaje permanete que impone la cultura militarizada ( Ver Manifiesto de Sevilla ).
b) Asumir conceptos nuevos de defensa y seguridad que contrapongan, por ejemplo, la defensa integrada con la defensa militarizada; no violencia activa con defensa violenta; defensa preventiva con disuasión agresiva; desarme unilateral con desarme bilateral; reconversión de industria bélica con armamentismo; transarme con rearme y objeción de conciencia con mantención de conciencia entre otros.
c) Crear nuevas condiciones sociales, históricas, culturales y económicas: la identidad cultural ampliada más allá de las barreras geográficas; la integración de pueblos y culturas; la interdependencia económica; la necesidad de seguridad humana en cuanto a respeto y protección de los derechos básicos, económicos y sociales; la estabilidad de la democracia; y el desarrollo de las relaciones de cooperación entre otros.
d) No pretender repuestas militarizadas a las amenazas, porque no todas las amenazas son bélicas (por ejemplo, hoy son amenazas los peligros y conflictos ecológicos; la superación de la pobreza, las migraciones, el tráfico y consumo de drogas, etc.). Frente a estos nuevos fenómenos sociales, las Fuerzas Armadas han iniciado planes y estrategias militares de contención que desnaturalizan las respuestas sociales y políticas que son debidas.
e) Desmilitarizar el patriotismo y la educación ciudadana: es necesario entregar nuevas posibilidades de escenarios para movimientos ciudadanos que integren una cultura de la paz. (Mujeres, ecologistas, minorías étnicas, objetores de conciencias, movimientos culturales de resistencia, educadores de la paz, defensores de los derechos humanos, etc).
f) Desmilitarizar las relaciones entre los Estados: la integración de los pueblos y su convivencia pacífica pasa por la acción política, social, cultural, económica, comercial que desarrollen los estados, antes que estrategias de disuasión militar y carreras armamentisticas. Los instrumentos del derecho internacional, los acuerdos comerciales, culturales, científicos, leyes migratorias comunes, los intercambios de estudiantes, planes de turismo e comunicaciones inter-regionales son, hoy más que nunca, posibilidades reales para la construcción de zonas de paz y políticas de paza efectivas entre las naciones.
«Frente a documentación que banaliza o transforma en Babel (el tema de la paz), tenemos la necesidad de tener información y reflexión seria y profunda sobre los problemas de la alta tecnología militar, de la política, de la economía, a nivel nacional e internacional. La promoción de la paz no puede permanecer a nivel artesanal, reducida a ‘collage’ de buenas ideas o como insinuación de buenos sentimientos. Para decir ‘adiós’ a la guerra, no basta decir ‘buenos días’ a la paz. (Cardenal Etchegaray, como Presidente de la Comisión Pontificia Justicia y Paz).
«General, tu carro blindado es una máquina poderosa. Es capaz de destruir un bosque y a cientos de hombres. Pero, tiene un sólo defecto: necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso. Vuela más rápido que una tempestad y puede llevar más carga que un elefante. Pero tiene un sólo defecto: necesita un mecánico.
General, el hombre es capaz de todo. Puede volar y puede matar. Pero tiene un sólo defecto: puede pensar.»
(Bertold Brecht)

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