Juan Pablo II y la seguridad

Hace quince años escribí una columna en el diario Europa Sur del Campo de Gibraltar, al que titulé “El Reganopapismo”, haciendo un paralelismo entre las figuras de Ronald Reagan y el Papa, en la transformación de la seguridad internacional en un nuevo orden mundial, que culminó con la caída del régimen soviético, siendo su hecho más paradigmático el desmantelamiento del “Muro de Berlín”, símbolo de la confrontación entre el capitalismo y el comunismo; y las consecuencias que sobre la seguridad global ha tenido el hecho.
Juan Pablo II lanzó un mensaje claro a toda la cristiandad, reflejado en una frase: “No tengáis miedo y abrir el corazón a la esperanza”, y los cristianos se aprestaron a cumplir la consigna: los que vivían en los países del “Telón de acero”, a través de movimiento pacíficos exigiendo libertad, libertad de expresión que era como decir religiosa; y los del resto, asumiendo planteamientos valientes, exponiendo ante las sociedades que quieren ser católicos y seguidores de Cristo.
Por su parte Ronald Reagan, el gran comunicador, lanzó a Occidente un mensaje: que los occidentales no eran culpables de los males de este mundo y que la libertad y democracia debían ser los pilares en que se sustentaran los gobiernos de los pueblos de la Tierra.
Según dicen, con frecuencia, ambos mandatarios: el espiritual y líder de más de mil millones de fieles, y el político, líder de otros tantos ciudadanos, mantuvieron conversaciones sobre la forma de que los países del Este debían ingresar en el colectivo de los países democráticos.
Con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el renacimiento de Rusia, terminó la colaboración de Juan Pablo II y Reagan, porque a partir de ese momento sus actuaciones no iban a ir al unísono.
La década de los noventa y gracias a los dos, el Planeta entró en un nuevo orden de seguridad: terminó la guerra fría y el miedo permanente a que surgiera una confrontación que culminara con el holocausto nuclear, pero el horror para los ciudadanos del mundo iba a ser tal vez peor, porque el terrorismo indiscriminado entraba en la órbita internacional. Se entra en la necesidad de la Seguridad Global.
Estado Unidos, ya con la presidencia del sucesor de Reagan, Bush I, ocultando tal vez fines económicos, planteó la necesidad de erradicar del mundo a los dictadores, yendo al conflicto armado convencional si era necesario.
Por su parte Juan Pablo II, exigía en sus mensajes que no se enviaran amenazas a los pueblos, sino que las diferencias debían de resolverse mediante el diálogo, y que fueran los propios ciudadanos los que se desembarazaran, por medios democráticos, de sus tiranos gobernantes. Ante la violencia planteó el rezo conjunto de las religiones, creando entre los hombres de buena voluntad que Dios está en todas partes y que se llega a Él, a través de diversas creencias, que cristianos, judíos y musulmanes, las tres grandes religiones monoteistas, adoran al mismo Dios, y que luchar entre ellos era un pecado contra el Creador.
Pero sus mensajes no fueron escuchados por Occidente, aunque abrió una brecha apreciable entre las percepciones de seguridad de los líderes europeos y americanos. La confrontación con los países musulmanes, la anunciada “guerra entre civilizaciones de Huttington”, se convirtió en una realidad,no como guerra normal, sino como guerra asimétrica, en donde el terrorismo islamista iba a jugar un papel trascendental y cruel, consecuencia de ello lo tenemos en nuestras imágenes, con los atentados de las Torres Gemelas, Madrid, Manila, Casablanca, y tantos otros que han dejado miles de muertos.
En los quince años largos del nuevo orden mundial, ¿estamos más seguros?. Se ha eliminado del horizonte la destrucción masiva de millones de personas, pero se ha incrementado la violencia indiscriminada basada en el terrorismo, lo que ha obligado a administraciones públicas, empresas, instituciones y ciudadanos en general a incrementar su seguridad global: corporativa, pública, informática, etc.
Alianza de las Religiones: comprensión, confianza y conocimiento, entre los clérigos y los fieles de todas las religiones de la Tierra. Necesidad de erradicar las injusticias sociales en las naciones. Ayuda desinteresada al antiguo Tercer Mundo. Elevación del nivel sanitario y educacional de los países pobres, y un corto pero sugestivo etcétera fue la base de la doctrina de seguridad internacional del Papa que se nos ha ido. En la hora de su muerte y ante el dolor de su irreparable pérdida, rindamos nuestro homenaje, enviemos nuestras oraciones y sigamos el camino que él nos enseñó, si lo hacemos el Mundo será más seguro, más humano, y los hombres nos sentiremos hermanos.
Te añoramos ya, querido Juan Pablo II.

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