En una sociedad española envejecida-los mayores de 65 años representan el 17 por ciento de la población-, inventos como el brazalete Maya prometen remodelar el actual paisaje, dentro de nada arcaico, del sector de la teleasistencia.
Ancianos o determinados enfermos crónicos que necesiten estar superlativamente controlados van a poder disfrutar de algo tan elemental como saludable como es pasear o irse de vacaciones. Algo que ahora, con los actuales sistemas de teleasistencia, resulta imposible, pues obligan a la persona a estar recluida en casa.
La plataforma tecnológica Maya, ideada por la empresa Servitae (Servicios Telemáticos Aplicados) junto con el departamento de Bioingeniería y Telemedicina de la Universidad Politécnica de Madrid, está orientada no sólo al auxilio de personas mayores, sino también para aquellas con enfermedades crónicas -severas o leves- cardiacas, respiratorias, alzheimer, o para invidentes, discapacitados, víctimas de violencia de género… A vuelapluma, así funciona: la persona se coloca el brazalete y hace su vida normalmente. En caso de incidencia médica, inmediatamente avisa al centro de teleasistencia y a los familiares para ser socorrido.
Lo último en GPS
El brazalete Maya (asistencia a mayores), por el que las empresas del sector y organismos públicos están mostrando sumo interés, es el «corazón» de la plataforma. Es tan pequeño y se lleva como un reloj de pulsera. Integra lo último en GPS, un diminuto chip capaz de calcular el posicionamiento de la persona portadora del brazalete tanto dentro como fuera de un edificio (algo inusual hasta ahora en los GPS, normalmente sólo funcionan en entornos exteriores), y en apenas cuatro segundos. En casos de violencia doméstica, cuando el agresor se acerca a la víctima a unos 1.000 metros los brazaletes de éste y la víctima mandan sus posicionamientos a la policía. Si la distancia se reduce a 500 metros, el vibrador del brazalete de la víctima le avisa del peligro, así como a la central policial.
En su interior, el brazalete dispone de una serie de sensores. Uno detecta el movimiento (golpes, caídas fuertes, estados de inconsciencia, si la persona está de pie, tumbada, corriendo, dormida, consumo energético). Otro mide la temperatura corporal (termómetro digital que se puede programar para que avise con una alarma cuando se rebase una temperatura máxima o mínima); y, por último, integra un sensor de uso (advierte si la persona se desprende del brazalete) y resistividad (por ejemplo, indica la sudoración, que podría deberse a estados de nerviosismo o a una bajada de tensión).
El brazalete es sumergible (hasta 3 metros). Su pantalla LCD tiene un sensor táctil que permite, además del manejo, que el visor se utilice como botón de alarma. Y funciona como un móvil GSM/GPRS: puede establecer y recibir llamadas, SMS, «e-mail» y navegar. Cuando la persona necesita ser socorrida, o cuando suena la alarma porque ésta ha salido del perímetro establecido para controlarla (por ejemplo, en caso de desorientación de un enfermo de alzheimer), el brazalete envía la alarma, bien por GSM (voz) o GPRS (datos), según se programe. La conexión a internet facilita, también, que el médico acceda a los datos registrados en el brazalete (se informe del estado del paciente) desde cualquier dispositivo conectado a la red.
Directo a la policía
El otro sistema de comunicación que integra es por radiofrecuencia en la banda UHF. Ésta permite la comunicación directa con la policía, bomberos… Por ejemplo, si un niño se pierde, el brazalete transmite vía radio la señal de alarma a la policía, así como la localización exacta del pequeño. La radio de UHF genera, además, un campo alrededor del cuerpo que permite la comunicación del brazalete con otros dispositivos externos como los sensores integrados en una camiseta (miden el nivel de oxígeno en la sangre, la actividad eléctrica del corazón y la pulmonar, y la presión sanguínea) , pensada para el seguimiento de determinados enfermos. La camiseta, de látex, elástica, lavable y antialérgica, está en fase de desarrollo y, previsiblemente, estará en el mercado en seis meses.
«El brazalete está en la primera serie de fabricación. Estos primeros prototipos se están probando como paso previo a la homologación», apunta Francisco Mikuski, director del proyecto. El precio del brazalete será similar al de un teléfono de gama alta.
Un cambio a todos los niveles
El brazalete Maya es, hoy por hoy, único en el mundo. No existe nada igual. Su próxima llegada al terreno de la teleasistencia requiere de cambios coyunturales para médicos, hospitales y centros de asistencia. Es necesaria una transición: los facultativos deberán subirse al carro de las nuevas tecnologías para hacer el seguimiento de los pacientes vía internet. Así, la primera ventaja es para los pacientes, que pueden hacer las revisiones desde casa; la segunda es para los hospitales: cuando enfermos recién operados pueden pasar el postoperatorio en casa, el hospital dispone de más camas libres.
Los centros de asistencia también deben dar el salto tecnológico, deben dar paso a una nueva forma de teleasistencia, la móvil. Las operadoras de telefonía móvil también tienen su trozo del pastel. Habrá quien quiera utilizar el brazalete-reloj de una forma más lúdica: se puede «hermanar» con un ordenador de bolsillo. En fin, tiempo al tiempo. Un cambio tan grande no es cuestión de días.