Toda la historia de Colombia se ha escrito con violencia. Sin embargo, en pocas ocasiones una frase tan breve había causado tanto impacto como la que trascendió la semana pasada en los medios de comunicación: «Pablo, mátalo. Si el es presidente te extradita». Eso fue lo que, según John Jairo Velásquez Vásquez, ‘Popeye’, uno de los sicarios de confianza de Pablo Escobar Gaviria, le exclamó el político liberal Alberto Santofimio Botero al temido capo. El complot estaba en marcha. Había que asesinar a Luis Carlos Galán Sarmiento, para la época el dirigente con mayor opción de ganar las elecciones.
No era la primera vez que Santofimio le hablaba al oído a Escobar. El influyente político, considerado uno de los mejores oradores en la historia del país, acostumbraba conversar en la intimidad con el narcotraficante. Lo visitaba en sus fincas para darle sus opiniones sobre el proceso electoral de uno de los años más turbulentos en la historia política colombiana. La atmósfera en 1989 no podía ser más ardiente. La mafia estaba en una batalla sin cuartel para desestabilizar al país y evitar el fantasma de la extradición. Los bombazos tenían atemorizada a la sociedad, y el Estado estaba cada vez más acorralado.
Habían sido asesinados líderes de la talla de Jaime Pardo Leal y José Antequera. Y meses después caerían Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. En ese baño de sangre, Galán había salido ileso y se perfilaba como el único hombre capaz de hacerle frente a la macabra alianza entre narcotráfico y política tradicional. Era el baluarte moral del país. Galán tenía una pelea casada contra los corruptos y una guerra declarada contra los carteles de la droga. E iba a ser presidente de Colombia.
Y Santofimio, que veía a Galán como un rival invencible para sus propias aspiraciones presidenciales, lo sabía. Por eso decidió capitalizar el odio natural de Escobar contra Galán para asesinar al líder, según dijo ‘Popeye’ a la Fiscalía. Parecía que no era la primera vez que el dirigente liberal le pedía al narcotraficante eliminar a un líder político. Ya lo había hecho, según ‘Popeye’, cuando Escobar secuestró en 1988 a Andrés Pastrana para presionar a la clase dirigente en contra de la extradición. En ese momento, ‘Popeye’ dijo que Santofimio le insistió en varias oportunidades al capo que la mejor manera de presionar la no extradición era asesinando a Pastrana. Escobar no estuvo de acuerdo. Pero con Galán las cosas fueron diferentes. Y el capo terminó aceptando, según ‘Popeye’, la propuesta de Santofimio.
Después que Luis Carlos Galán denunció públicamente los vínculos de Pablo Escobar con la mafia, el senador Alberto Santofimio Botero admitió en su movimiento político al jefe del cartel de Medellín
A las 2 de la tarde del viernes de la semana pasada, los agentes del CTI llevaron a Alberto Santofimio a los calabozos del búnker de la Fiscalía en Bogotá. Por cuarta vez en su vida, el ex senador tolimense entró a prisión
Las estrechas relaciones entre Pablo Escobar y Alberto Santofimio quedaron en evidencia en los múltiples actos públicos y sociales a los que asistían el capo y el senador. Aunque Santofimio era el más cercano a Escobar, no fue el único político vinculado con el narcotraficante.
El asesinato de Luis Carlos Galán causó un gran desconcierto en el país y generó masivas manifestaciones de rechazo por parte de la sociedad que reclamaba justicia. Entre tanto ,en Medellín y el Magdalena Medio las cabezas visibles del grupo ‘Los Extraditables’, Pablo Escobar y José Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mexicano’, celebraban
Gustavo de Greiff, Alfonso Valdivieso y Alfonso Gómez Méndez se comprometieron a aclarar y encontrar a los responsables del magnicidio de Luis Carlos Galán cuando ocuparon el cargo de fiscal general. Sin embargo, cada uno terminó sus períodos y la investigación nunca concluyó
«Me van a matar’
Galán sabía que lo iban a matar. Su médico personal, Augusto Leyva, ya le había advertido de una reunión entre políticos y mafiosos en una finca en Venadillo, Tolima, donde se habría fraguado su asesinato. No era la primera advertencia. Dos semanas antes, en Medellín, un ex soldado con un rocket y 12 sicarios armados con fusiles estaban en la ruta que iba coger Galán para dictar una conferencia sobre democracia en una universidad pública. Ese día la suerte jugó a favor de Galán cuando una vecina alertó a las autoridades. Pero Galán sabía que su destino estaba marcado.
Dos días después de ese atentado fallido en la capital de Antioquia, el carismático líder viajó a Venezuela, donde su popularidad también era alta. Por esta razón el presidente Carlos Andrés Pérez lo recibió con honores semejantes a los de un jefe de Estado. Su visita fue tan exitosa que era extraño verlo tan cabizbajo. ¿Cuáles eran las razones de ese silencio , le preguntó su viejo amigo Gustavo Gaviria, un reconocido cafetero. «Me van a matar. Mañana volvemos a Colombia y me toca enfrentar la realidad». En efecto, el viernes 18 de agosto de 1989 tenía programado el último acto público de campaña en Soacha. Un sitio inseguro por las características geográficas pero de gran aprecio para Galán pues nunca olvidó que había empezado a construir su fortín electoral en Cundinamarca. Galán tomó una decisión que resultó premonitoria: no permitió que su hijo menor de 12 años, Carlos Fernando, quien lo había acompañado por 26 municipios, fuera con él esa noche.
A pesar de las advertencias, Galán se había decidido: «El país no me va a conocer a mí como un cobarde», le dijo a su amigo. Ante la terquedad, Gustavo Gaviria llamó al presidente Virgilio Barco, quien ordenó que le enviaran un carro blindado. El Presidente no volvió a dormir tranquilo. Tras enviarle el automóvil consultó a sus asesores sobre la gravedad de las amenazas contra Galán, y uno de ellos le contó lo que había dicho el propio Galán, días antes en un desayuno en Popayán: «Si muero asesinado, para encontrar a los culpables, miren hacia el Tolima».
Pero había mucho más gente interesada en la muerte de Galán. La lista la encabezaban los políticos corruptos, los narcos y los paramilitares. Para los primeros, Galán era un peligroso adalid de la moralidad y hasta ese momento había dado muestras de que no le iba a temblar el pulso para limpiar la política. Para los segundos, les esperaba la extradición. Y para los terceros, una guerra a muerte del Estado contra ellos.
Pero nada pudo hacer contra este triunvirato del mal. Según ‘Popeye’ una facción de la vieja política, a través de Santofimio, persuadió a Escobar de que había que eliminar a Galán. Según su testimonio a la Fiscalía, se programaron varias reuniones para planear el crimen. «Alberto Santofimio le decía siempre a Pablo que Galán era su enemigo y que estaba disparado en las encuestas. Que si llegaba a ser Presidente, lo iba a extraditar porque no le perdonaba la muerte de Lara y frecuentemente le decía: ‘Compadre, es Galán o nosotros».
Pablo Escobar utilizó su brazo criminal y organizó el atentado en Medellín que fracasó. El capo paisa llamó entonces a su socio más poderoso, Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano’, quien para la época había demostrado que le sobraba sangre fría para ejecutar cualquier acción mortal. Rodríguez Gacha se organizó con los paramilitares del Magdalena Medio, una naciente organización armada de extrema derecha entrenada como pocas en audaces acciones sicariales.
Pero la labor de Rodríguez Gacha no se limitó a contratar a los gatilleros. También fue clave en sobornar e infiltrar al DAS, organismo encargado del anillo de seguridad del joven político. Precisamente, sus escoltas sabían cómo, en qué momento y dónde se iba a ubicar en la plaza de Soacha. Allí lo asesinaron. Es una imagen que los colombianos no olvidan: su cuerpo se desploma entre la confusión de varios hombres que buscan protegerlo, otros que disparan al aire y otros que se quedan estáticos sosteniendo unas pancartas. Eran las 8:40 de la noche.
A pesar de que hasta ese momento el país vivía bajo el yugo del narcoterrorismo y las masacres salpicaban al país en toda su geografía, el crimen de este hombre fue devastador para la sociedad. Habían matado una esperanza. La gente se echó a la calle y los medios destilaban su rabia e impotencia en los titulares. El país clamaba justicia.
Cuatro días después de la conmoción, el presidente Barco en una alocución televisada dio un parte de tranquilidad. «Les prometí que el crimen del doctor Galán no quedaría impune y aquí tienen a los asesinos», señalando varios rostros encabezados por Jubiz Hazbum, un barranquillero que se dedicaba a los cultivos hidropónicos. Según las autoridades, Hazbum actuó con otras cuatro personas también capturadas. Sin embargo, el respiro por lo que se creía que se había hecho justicia se fue esfumando luego que el Ejército salió al poco tiempo con otro grupo de sicarios comandados por Jaime Eduardo Rueda Rocha, a los que sindicaba también de ser los autores materiales del crimen.
Desde ese momento, todo lo que conoció el país fue manipulación, confusión y contradicciones. Hazbum y los otros cuatro acusados fueron declarados inocentes después de pasar tres años en la cárcel. El grupo de pistoleros de Rueda Rocha ?quienes fueron los que realmente le dispararon a Galán? fueron masacrados uno a uno por fuerzas oscuras. La familia Galán no se cansaba de denunciar que la investigación había sido desviada y exigía que se investigara al aparato de seguridad del Estado y a varios dirigentes de la clase política.
En semejante maremágnum de confusas noticias y después de acumular más de 400 cuadernos con miles de folios, el llamado de cientos de testigos y el trabajo de cuatro fiscales generales de la Nación, parecía que el caso de Galán iba a engrosar la larga e infame lista de magnicidios impunes de la historia política colombiana. La desazón no podía ser mayor. Se había vinculado a 37 personas, de las cuales el único condenado era Velásquez Vásquez, ‘Popeye’, a 26 años de prisión.
¿Por qué hasta ahora?
Uno de los avances significativos de la investigación ocurrió cuando se cumplieron 15 años del magnicidio. En agosto del año pasado, SEMANA reveló una carta desconocida de uno de los hombres que disparó contra Galán y en la que contaba en detalle cómo se planeó y ejecutó el magnicidio.
Se trataba del testimonio de José Éver Rueda Silva, quien antes de ser asesinado en la cárcel La Modelo le escribió a su madre, de su puño y letra, una carta en la que básicamente le decía cómo los paramilitares y narcos, en alianza con algunos políticos, planearon y ejecutaron la acción criminal. «Nuestro enlace principal, ordenado por ‘El Mexicano’ y Henry Pérez, era el teniente del Ejército Carlos Humberto Flórez Franco, quien dirigía la red de inteligencia del B-2 de la Décima Tercera Brigada. Por eso tuvimos éxito en la muerte del doctor Galán, del doctor Teófilo Forero y Antequera, la bomba de ‘El Espectador’ y la muerte del hijo de Víctor Carranza».
Casi dos meses después, y ante semejante testimonio, la Fiscalía ordenó la captura del teniente Flórez Franco y lo llamó a juicio. No obstante, hasta hoy es prófugo de la justicia y en el expediente figura con la sindicación de homicidio con fines terroristas. Los fiscales determinaron que el ex oficial participó en el magnicidio facilitando la fuga de los sicarios y ocultando las armas en su propio apartamento.
Cinco meses después, el pasado 28 de abril, los fiscales recibieron un fax desde la cárcel de Cómbita. Era una carta firmada por ‘Popeye’ y el ex parlamentario Carlos Oviedo Alfaro, quien paga una condena por homicidio en esa prisión. En el texto decían que estaban dispuestos a revelarle nuevos datos sobre el crimen de Galán. Lo hicieron porque después de años de permanecer en la misma prisión pasaron de ser enemigos a amigos con una historia en común: Santofimio. Resulta que en 1992 Escobar le había contado a Oviedo Alfaro que Santofimio era quien había ayudado a planear y diseñar el asesinato de Galán. Testimonio que coincidía con la versión de su ahora compañero de celda.
‘Popeye’ aseguró que en su primera declaración ante la justicia, hace 13 años, no se atrevió a acusar a Santofimio por temor. Según él, Santofimio era tan poderoso que si él declaraba en contra no vacilaría en hacerlo trasladar de cárcel en cárcel hasta tenerlo vulnerable para asesinarlo. Hoy, según ‘Popeye’, todos sus enemigos están muertos, ve que Santofimio se ha debilitado y que la mayoría de personas que participaron en el crimen están muertas: todos los sicarios, ‘El Mexicano’, Pablo Escobar, entre otros. Por eso decidió contar su verdad.
Para el fiscal, el testimonio de ‘Popeye’ era el que se había esperado durante años. Provenía nada más y nada menos que de uno de los sicarios más temibles de Escobar, uno de sus hombres de mayor confianza y uno de los que más afecto le tenía. ‘Popeye’ creció casi desde niño junto a Escobar. «Más que cómplices éramos verdaderos amigos», suele decir. Hoy tiene 43 años y dice que ha madurado a punta de rejas. De hecho se sometió en dos ocasiones a la justicia y en ambas con el consentimiento de Escobar.
Para la Fiscalía, el valor jurídico de lo dicho por ‘Popeye’ radica en que no se trata sólo de un testimonio verbal, ni de una versión de oídas sino de uno de los protagonistas de la historia. Pues no sólo participó en las reuniones decisivas de los crímenes planeados por el cartel de Medellín sino que él mismo fue uno de los autores de estas acciones delictivas. En el caso concreto de Galán, ‘Popeye’ planificó la logística y ayudó a conseguir las armas de los sicarios. Y, como si fuera poco, posteriormente fue él quien les pagó y los felicitó. Además, durante años, era el encargado de llevar a Santofimio Botero a los escondites para que se encontrara con Escobar. «Es que él era el asesor político del cartel», dice ‘Popeye’ en la indagatoria a la Fiscalía.
La pregunta que se hacen los colombianos es qué va a pasar ahora. El viernes de la semana pasada Santofimio rindió indagatoria en un ambiente marcado por el entusiasmo de la gente de que ahora si se va a hacer justicia. La opinión pública está en contra de Santofimio. Prueba de ello es que no se le pudo trasladar en un avión comercial del aeropuerto Matecaña de Pereira a Bogotá ante la resistencia de los pasajeros que se negaron a compartir el vuelo. La Policía se vio obligada a trasladarlo en un avión oficial.
Escándalo general
Todos estos hechos han constituido, de la noche a la mañana, el mayor escándalo político desde el proceso 8.000. El desprestigio de la clase política en Colombia ha sido enorme de tiempo atrás y una noticia como la de la semana pasada no hace sino agravar esta situación. Los colombianos siempre han creído que los políticos reciben dinero del narcotráfico. Sin embargo, no salen de su asombro de que algunos de ellos puedan haber participado en la planeación de un asesinato. Una cosa es la financiación de una campaña y otra, la complicidad en un magnicidio. Si las acusaciones por las cuales Alberto Santofimio está hoy en la cárcel se comprueban, las consecuencias tendrían mucho más alcance que su caso personal. No sólo nacional sino internacionalmente.
Si bien algunos de los testimonios en contra de Santofimio son contundentes, varios apartes del testimonio de ‘Popeye’ son menos convincentes que otros. Es el caso de la afirmación de que no sólo quería matar a Luis Carlos Galán sino también a Andrés Pastrana. El primero era su enemigo personal y existían circunstancias que podrían hacer posible una venganza. Con el joven ex presidente conservador, sin embargo, no se ve ninguna justificación realmente de fondo que pudiera llevar a Santofimio a entusiasmarse con su muerte. Muchos que lo creen capaz de lo primero dudan de lo segundo.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que este caso había sido estudiado exhaustivamente por dos fiscales que tenían toda la motivación para definir este asunto. Alfonso Valdiviseso, como se recordará, era primo hermano de Luis Carlos Galán, y la familia de éste siempre ha estado convencida de la participación de Santofimio en el asesinato. El ex fiscal Alfonso Gómez Méndez, por su parte, como político tolimense, había sido un permanente contradictor y crítico de su coterráneo. En su momento, ninguno de los dos consideró que la evidencia era lo suficientemente contundente como para una acusación formal.
El actual fiscal, Luis Camilo Osorio, tiene nuevas evidencias y son estas las que lo llevaron a la decisión de la semana pasada. Y su captura les devolvió la esperanza a los colombianos de que en Colombia sí se pueden esclarecer los magnicidios. La larga lista de próceres y líderes cuyos asesinatos han quedado en la impunidad va desde Uribe Uribe hasta Jaime Garzón. Pero una cosa es el entusiasmo de una sociedad que clama justicia y otra muy distinta, el valor probatorio necesario para castigar a los responsables.
Que el país esté aplaudiendo hoy la decisión de la Fiscalía no quiere decir que Santofimio sea declarado culpable. Hay testimonios, indicios y coincidencias que comprometen al político tolimense, pero esto no quiere decir que se haya fallado. Y este país se ha acostumbrado a pasar de la ilusión de investigaciones que arrancan con fuerza y con capturas escandalosas a la decepción de procesos que luego se desinflan por presiones o falta de pruebas. Esta película se ha visto con los asesinatos de Jaime Garzón, Álvaro Gómez Hurtado, Carlos Pizarro o Manuel Cepeda. En estos casos, los destellos de justicia han sido flor de un día y las investigaciones se han ahogado en un mar de impunidad.
El caso de Santofimio parece ser distinto a los demás. Cuando todo el mundo se preocupa en Colombia de que las investigaciones jurídicas no sean torpedeadas por las presiones políticas, en este caso es difícil encontrar gente que no aplauda un carcelazo de Santofimio.
Pero la justicia no falla según los índices de popularidad. Por eso el gran reto en este caso es jurídico. Y aquí la justicia colombiana se va a poner a prueba. ¿Qué tan veraz y creíble es el testimonio de ‘Popeye’? ¿Se puede condenar a una persona con sólo unos pocos testimonios? ¿Hay contradicciones en los testimonios? ¿Hay cartas en el proceso que el país no conoce? Por ahora, el controvertido político tendrá que hacer gala de toda su elocuencia e inteligencia para armar una buena defensa porque las acusaciones se ven sólidas.
El que está en su cuarto de hora, cuando ya se avecina su salida, es el fiscal Luis Camilo Osorio. Él sabe que si prueban la culpabilidad de Santofimio saldrá en hombros y será recordado como el hombre que logró resolver el primer magnicidio del país. Pero si un juez encuentra que las pruebas no son suficientes, se escribiría otro capitulo más de la vergonzosa historia de la impunidad en Colombia.
Además, con una gran frustración, porque no sólo se archivaría un expediente sino que se enterraría el intento de hacer justicia por la muerte de un símbolo. Por eso esclarecer la muerte de Galán va más allá de capturar a una persona. Es la reivindicación histórica de un liderazgo que ha sido ejemplo para las generaciones posteriores. Los estudiantes que marcharon en silencio para protestar por el asesinato de su líder son hoy quienes están asumiendo las riendas del país.
Y así como hoy todos los colombianos saben qué estaban haciendo el día y la hora en que murió Galán, se espera que en algunos años todo el mundo recuerde el día en que encontraron a los responsables de su asesinato.
«Ahora soy un payaso»: Popeye
John Jairo Velásquez Vásquez, ‘Popeye’, explica por qué decidió sindicar a Alberto Santofimio Botero de la autoría intelectual del crimen de Luis Carlos Galán.
Santofimio: «Galán y yo éramos émulos intelectuales»
El 28 de noviembre de 2004 el periódico ‘El Espectador’ publicó una entrevista con el fiscal Eduardo Meza Cadena, quien aseguró que Alberto Santofimio Botero había tenido relaciones con Pablo Escobar pero que nunca se demostró en el proceso que hubiera tenido participación en el crimen de Luis Carlos Galán. Esa misma semana, el periodista Jorge Eliécer Orozco de ‘RCN’ (Armenia) logró que Alberto Santofimio Botero se pronunciara sobre la exoneración que le hacía el fiscal. Estos son extractos de su entrevista.