Estafador colombiano se escapó de cárcel inglesa

Uno de los estafadores más famosos del mundo es un colombiano de 29 años buscado por Interpol en tres continentes. Se acaba de fugar de una cárcel en Inglaterra y esta es su increíble historia
Juan Carlos Guzmán Betancourt se hizo famoso hace 13 años, cuando llegó como polizón a Miami en el tren de aterrizaje de un DC-8. Los diarios del país hicieron eco de su proeza.
Uno de los estafadores más escurridizos de Europa es colombiano y se llama Juan Carlos Guzmán Betancourt. Se escapó la semana pasada de una cárcel en Kent, Inglaterra, y es buscado afanosamente por las autoridades. Es un joven de Roldanillo, Valle, de 29 años, que ha logrado apoderarse en los últimos seis años de varios miles de millones de pesos en joyas, dinero en efectivo y hasta ropa de diseñadores. Con un irresistible encanto, una capacidad innata para personificar a otros y una inteligencia que le ha permitido aprender muchos idiomas y hablarlos de forma perfecta, Guzmán parece calcado del personaje interpretado por Leonardo di Caprio en la película Atrápame si puedes: un pícaro genial. Gracias a estas características, los diarios del mundo han dicho de todo: desde que es hijo de un diplomático colombiano, hasta que es el vástago perdido de un aristócrata europeo. Pero la verdad de su procedencia es más interesante aun.
Comenzó su carrera de mentiroso y estafador hace 13 años, cuando se dio a conocer al mundo bajo el nombre de Guillermo Rosales. En aquel entonces, su historia ya conmovió a todos los que la oyeron. Llegó a Miami medio muerto, tras un viaje de más de tres horas en el tren de aterrizaje de un avión DC-8. Dijo que era huérfano de padre y madre, que tenía 14 años, que solía dormir en un avión abandonado en el aeropuerto de Cali y que se alimentaba de restos de comida que escarbaba en la basura. Luego se descubrió que todo era mentira.
La verdad era que tenía 17 años y que se había escapado de su casa a causa de los maltratos a los cuales lo sometían su madre, Yolanda Betancourt, y su padrastro, Harold Velasco. Paradójicamente, cuando se demostró que era un mentiroso y le tocó reconocer su verdadera historia, el público colombiano y estadounidense se conmovió aun más. Le llovieron toda clase de ofertas y donaciones. Ahí comenzó en serio la carrera de Juan Carlos Guzmán Betancourt. El engaño se convirtió en su profesión.
Mentiroso profesional
Guzmán reapareció, pero ya como un sofisticado delincuente de cuello blanco, en 1999. Fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, por utilizar una tarjeta de crédito robada en Japón. Pero con gran desenvoltura dio un nombre falso, pagó una fianza pequeña y desapareció. Aproximadamente un año más tarde, fue capturado de nuevo en Londres por el detective Andy Swindells de Scotland Yard. En ese momento, aunque ya se había descubierto que se trataba de un estafador de marca mayor, no se logró encontrar suficientes pruebas en su contra para condenarlo a prisión, por lo que tuvo que ser dejado libre bajo fianza. Días más tarde viajó a Francia con una tarjeta de crédito robada y se registró en un lujoso hotel. Allá volvió a sus andanzas y fue capturado rápidamente por la Policía parisiense. Estuvo preso en la cárcel durante aproximadamente un año, pero fue dejado en libertad de nuevo.
Durante los años siguientes viajó por todo el mundo. Se sabe que robó en Venezuela, Estados Unidos, Colombia, México, Rusia, Canadá, Tailandia y Japón. Usó identidades falsas, se cree que tiene más de 10 alias y posee dos pasaportes falsos, uno con nacionalidad rusa y otro español.
Su más reciente captura fue en noviembre del año pasado. Por una insólita coincidencia del destino, el detective Swindells, quien lo había capturado cuatro años antes, caminaba por una muy concurrida calle de la capital inglesa, Oxford Street, la cual se encuentra al lado de su oficina. Entre la multitud de gente vio acercarse, de cara a él, a un hombre que le pareció familiar. Cuando ya estaban muy cerca, reconoció el lunar azulado, plano e inconfundible que tiene Guzmán entre sus cejas. Esto llevó al detective a seguir a aquel hombre, a quien oyó además hablando en español, lo que confirmó su sospecha. Era el mismo que había logrado capturar en el pasado y que en tantas oportunidades había logrado engañar a la Policía y salirse con la suya. Juan Carlos Guzmán Betancourt, quien estaba acompañado por otro hombre, entró entonces a un supermercado. Swindells pidió refuerzos y en pocos minutos el estafador quedó preso.
Guzmán estaba vestido con una carísima chaqueta Armani de cuero y un reloj con incrustaciones de diamante, que dijo haber hurtado a un jeque árabe. Reconoció que su especialidad era robar hoteles de lujo.
El detective, quien ha tenido la oportunidad de interrogarlo en dos ocasiones, le preguntó por qué, siendo un hombre tan culto y tan inteligente, se dedicaba a semejante actividad. La respuesta fue un prolongado silencio y un dramático llanto. Sin temor ni pena alguno le contó al detective todas las técnicas que utilizaba para sus hurtos, hablando con cierto orgullo de sus hazañas. «Es un hombre muy inteligente, pero hay algo terriblemente mal con él, sicológicamente hablando. Además es un mentiroso patológico», dijo el detective a SEMANA.
Según Swindells, Guzmán Betancourt siempre se presenta perfectamente vestido y arreglado. Suele entrar primero al bar del hotel en donde cometerá el delito y buscar entre las cuentas y recibos el nombre del huésped que personificará para la ocasión. Revisa con especial atención que sea una persona que ordena platos exquisitos y licores caros. Luego se acerca a los trabajadores del hotel, preferiblemente las señoras del servicio y los botones, a quienes conquista con su encanto natural y les pide que le abran la habitación del huésped por quien se hace pasar, con el argumento de que perdió su llave. En varias ocasiones ha conseguido ganar hasta tal punto la confianza del personal, que han accedido a abrir cajillas de seguridad, después de quedar convencidos de que: «Se me olvidó la clave de la caja fuerte».
Pero el fuerte de Guzmán es saquear los cuartos en los hoteles de cinco estrellas en busca de joyas y dinero en efectivo. Aunque no tiene inconveniente en apropiarse de otras cosas. En 2001 se hizo pasar por un ejecutivo árabe de Bahrein, Khalid al-Sharif, y robó de su habitación, en el lujosísimo Hotel Dorcherster, de Londres, miles de libras en ropa Valentino, Dolce & Gabbana y Armani.
Gracias a su fortuna acumulada, el estafador tiene la costumbre de alquilar carros Bentley manejados por chofer, come en los mejores restaurantes y sólo usa ropa exclusiva, en la mayoría de los casos robada. Su característica más llamativa es la capacidad de hablar fluidamente varios idiomas. Una de las cosas que más han impresionado al detective Swindells es la fluidez con que habla inglés, alemán o ruso, por lo cual logra engañar a muchos e impostar muy fácilmente su identidad. Varios periódicos del mundo lo conocen por el nombre de Gonzalo Zapater Vivas.
El 4 de abril de 2005, tras ser capturado, sus andanzas parecían a punto de terminar, al menos por un tiempo. Ese día se le dictó una sentencia de tres años y medio por los delitos que cometió en los hoteles más lujosos de Londres, el Mandarin Oriental, el Dorchester, el Savoy, el Four Seasons, Lanesborough, el Grosvenor House y el Royal Garden. Las versiones de cada hotel sobre cómo fue ejecutado el robo son dignas de cualquier película de Hollywood. Sin embargo, a pesar de cierta admiración que su ingenio podía despertar en lo jueces, fue recluido en la prisión Strandford Hill, en Kent, Inglaterra.
Sólo estuvo en la cárcel dos meses. Hace 15 días, el 6 de junio, Guzmán se escapó de la prisión. En un principio los guardianes, en medio de su vergüenza, hicieron circular una versión según la cual el ladrón supuestamente los habría burlado con el cuento de que iba a una cita odontológica. Pero lo cierto es que nadie entiende cómo tomó sus cosas y se fue. Gracias a los múltiples pasaportes falsos que utiliza Guzmán Betancourt para sus viajes, las autoridades británicas temen que se pueda encontrar en cualquier parte del mundo en este momento.
Muchos dicen que Juan Carlos copió su modus operandi del personaje de la vida real Frank Abagnale, personificado por Di Caprio en la película de Steven Spielberg Atrápame si puedes. La Interpol está tratando de hacer un cuadro completo de sus crímenes y de la cantidad de dinero que ha logrado sonsacar a cientos de millonarios en el mundo. Se calcula que sólo en Inglaterra sus robos superan el millón de dólares. Teniendo en cuenta que lo buscan las autoridades de otros ocho países en tres continentes, nadie se atreve a calcular la cifra total.
«Todo eso son mañas de él», dijo a SEMANA Jairo Lozano, un policía de origen colombiano que lo acogió en su hogar en Miami después de la historia del polizonte, hace 13 años. Como anécdota histórica, Jairo es el hermano de William Lozano, el también policía que fue objeto de una controversia en Estados Unidos por haber dado de baja a un afroamericano en un operativo, por lo cual casi es condenado a pena de muerte. Pero, volviendo a la historia de Guzmán, Jairo Lozano confirma que las mentiras siempre han fluido fácilmente de la boca de este mitómano compulsivo. Cuando la prensa enfurecida enfrentó a Guzmán, después de descubrir el engaño del polizón, la reacción de él fue llorar desesperadamente y decir: «¿Y quién soy yo para que me crean?». Aparentemente, apelar a la lástima por medio de las lágrimas es uno de los recursos que utiliza en su trabajo, al igual que mentir y ser amigo de lo ajeno.
Comienza la historia
Estos son algunos de los hoteles más lujosos de Londres, en donde Guzmán cometió sus delitos. De izquierda a derecha se encuentran las fachadas del Mandarin Oriental, el Savoy y el Four Seasons
Cuando Guzmán regresó, declaró a todos los medios que en Colombia no tenía futuro
Nadie se imaginó que aquel adolescente que trataba de escapar del maltrato de su madre se convertiría años más tarde en uno de los estafadores mas buscados en Europa. Mucho menos que a pesar de haber estudiado sólo hasta septimo grado de colegio, aprendería a hablar de manera fluida cuatro idiomas
Lozano recuerda en detalle cómo, el primero de junio de 1993, apareció a las 2:15 de la madrugada en el aeropuerto de Miami el joven Juan Carlos Guzmán Betancourt. Fue encontrado por un funcionario de la aerolínea Arca cuando abrió el tren de aterrizaje y el polizón se desplomó desde ese compartimiento del avión. Estaba inconsciente, no tenía pulso y sufría de hipotermia. Cómo sobrevivió a más de 10.000 metros de altura en un lugar que alcanza hasta 20 grados bajo cero y no tiene presurización es aún un misterio.
Ya en Miami se identificó como Guillermo Rosales y mintió acerca de su edad diciendo que tenía apenas 14 años. Además, declaró ser huérfano de padre y madre, que ambos habían fallecido en un accidente de bus dos años antes. Dijo ser un gamín que vivía en las calles de Cali, cerca del aeropuerto, y que Bienestar Familiar no quiso ayudarlo porque él no tenía problemas con la ley ni era drogadicto. Dijo que sólo había llegado hasta séptimo grado en el colegio, ya que al no tener ningún familiar que respondiera por él, ni un techo bajo el cual vivir, no pudo regresar a clases. La historia despertó la lástima y la admiración de muchos. Tanto es así, que un abogado estadounidense, David Iverson, aceptó trabajar en su caso sin cobrar un centavo.
Las inconsistencias fueron apareciendo tan sólo un par de semanas más tarde, cuando una tía de Juan Carlos llamó a una emisora en Colombia y declaró que su madre estaba viva, que él no se llamaba Guillermo y que tenía 17 años. A pesar de las mentiras confirmadas, todos parecían querer seguir apoyando al muchacho, que aceptó su engaño pero rogaba que lo dejarán en Estados Unidos, porque en Colombia no tenía futuro.
Después apareció la madre de Guzmán, Yolanda Betancourt, una mujer humilde que trabajaba como empleada del servicio y quien reconoció que para imponerle disciplina le había pegado mucho en la vida. Ella fue entrevistada por medios nacionales y extranjeros y a todos les pedía que dejaran quedar a Juan Carlos en Miami, que, en efecto, en Colombia no quedaba nada para él. El padre del muchacho la abandonó cuando sólo faltaba un mes para que naciera y ella tuvo que alimentar a sus hijos con sobras y rebuscarse la plata para mantenerlos.
Gracias a su madre, se supo que el hasta entonces conocido solamente como polizón tenía una tendencia a escapar desde muy pequeño. En 1986, cuando tenía 10 años, escapó de Colombia con un circo extranjero. Vivió cinco meses en Caracas, Venezuela, y fue deportado por primera vez a tan corta edad. Luego repetiría la hazaña, siete años más tarde, y miles de kilómetros más lejos. Aparentemente «a él siempre le ha gustado viajar, pero ante todo le han gustado los aeropuertos», como comentó a SEMANA Jairo Lozano. Fue deportado de Miami el 14 de julio de 1993. Y, tan solo 12 días más tarde lo encontraron los vigilantes del aeropuerto Eldorado tratando de esconderse, de nuevo, en el tren de aterrizaje de un avión de carga que estaba próximo a volar a esa ciudad.
En diciembre de 1993 volvió a entrar indocumentado a Estados Unidos, esta vez por Nueva York y vistiendo una sotana, con lo cual confundió a los agentes de inmigración. En abril del año siguiente fue detenido en el aeropuerto de Fort Lauderdale, cuando intentaba comprar un tiquete de avión con una tarjeta de crédito robada. Una semana antes lo descubrió un huésped en una habitación del Hotel Fountainbleu, pero no levantaron cargos en su contra. En ese año de nuevo volvió a ser deportado a Colombia.
«Me he enterado por el periódico de las cosas que pasan con él. Hay gente que me llama y me dice: ¿qué pasó ahora?», dijo a SEMANA Lozano, quien lo recibió en su casa y lo trató como un padre por unos meses, después del episodio del tren de aterrizaje. Él lo recuerda como un joven callado y un poco conflictivo, que además tendía a escaparse de la casa con frecuencia. Desaparecía por días enteros y luego, cuando volvía, decía que estaba caminando. Jairo cree que él perdió una oportunidad grandísima porque mucha gente intentó apoyarlo en su momento. Hasta una mujer de Texas quiso donarle una gran suma de dinero para que él estudiara medicina, lo cual siempre había dicho que era su sueño. Pero las mentiras y los engaños fueron truncando sus posibilidades, hasta el punto de que ninguna de las personas que trataron de ayudarlo entonces mantuvieron contacto con él. El mismo Lozano acepta que la tendencia de tomar cosas que no eran suyas siempre fue un defecto de Guzmán. Él se dio cuenta después de que le faltaban objetos personales que cree fueron robados por el joven polizón.
Lozano cuenta que un año después de que lo deportaran por primera vez, se encontró con Juan Carlos en la esquina de Coral Way con la avenida 27 en Miami. Intercambiaron un par de palabras amables y siguieron sus respectivos caminos. Hasta el día de hoy nunca más han vuelto a encontrarse.
De la familia colombiana de Juan Carlos Guzmán Betancourt tampoco se sabe nada. Él parece haber cortado de raíz con todas las personas que alguna vez tuvieron participación en su vida. Pero los vacíos dentro de esta historia, que parece sacada de un guión de cine, siguen ahí. No se sabe qué pasó con él desde cuando fue deportado por segunda vez de Estados Unidos, ni cómo y dónde aprendió los idiomas que habla. Que es un hombre con una inteligencia extraordinaria no cabe duda. No se entiende cómo, después de haber sido criado en las circunstancias más humildes, en un pueblo del Valle del Cauca, logró convertirse en un estafador mundano y sofisticado del más alto calibre. Y, ante todo, el gran misterio: dónde se encuentra ahora.
Scotland Yard ha mandado boletines de urgencia a todas las centrales de policía del mundo. Todos están buscando a este joven colombiano. Quizás el destino vuelva a imponerse y Andy Swindells vuelva a encontrarse con él por coincidencia en alguna calle londinense.

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