Gitanos colombianos no quieren hacer servicio militar

Los jóvenes son remisos. Se esconden de la Policía, no tienen papeles ni viajan a pueblos cercanos con tal de no ser sorprendidos por el Ejército.
Es el caso de Harold, un gitano de 19 años, es remiso hace seis meses. Sus amigos no lo han vuelto a ver por las calles del barrio Bella Vista, de Bogotá, pues en una tarde de abril, cuando iba a visitar a su mejor amigo, fue sorprendido por una requisa de la Policía. Estupefacto, y con las manos mojadas de sudor, pudo volarse y esconderse detrás del mostrador de una tienda.
Él, por temor a que se lo lleven a prestar el servicio militar, vive prevenido: no sale de su casa, ni de la ciudad y tampoco ha podido entrar a la universidad porque le hace falta la libreta militar. «Los gitanos no tenemos miedo, lo que pedimos es que respeten nuestras costumbres. Esta obligación es algo inventado por los gadyé–personas no gitanas– y nosotros no estamos acostumbrados, ni a cumplir horarios, ni trabajar con armas, y menos alejarnos por tanto tiempo de nuestras familias».
Para preservar la cultura
Una situación similar a la de Harold viven unos 350 gitanos en el país, entre 18 y 20 años, que representan el 17 por ciento de los dos mil gitanos que hay en Colombia, y consideran que esta medida atenta contra su integridad étnica y cultural.
El pueblo Rom –como se llaman– es considerado en Colombia como un grupo étnico desde 1998 (gobierno de Andrés Pastrana). Una raza que ha migrado desde el año 1000 de India y se encuentra dispersa por diferentes países del mundo pues no pertenece a ninguno. Sus miembros llegaron a Colombia desde la época de la colonia huyendo de las múltiples persecuciones que los obligó a buscar asilo en América Latina. Entraron por el puerto de Barranquilla y aún conservan sus raíces lingüísticas y habitan en espacios geográficos determinados a los que llaman kumpanías.Están en Bogotá, Girón, Cúcuta, Medellín y Duitama.
Los Rom se han esforzado durante siglos en mantener alejados a sus hijos de los gadyé para preservar la pureza de su sangre y, por ende, su cultura.
Alexánder Gómez, de 20 años, es uno de los afectados pues fue incorporado en julio del año pasado al Batallón Plan Energético Vial, de Samoré (Norte de Santander).
Gitanos en el Ejército
Fue reclutado, dice él, en contra de su voluntad en Cúcuta, cuando el Ejército lo encontró sin libreta militar. «Ni estoy acostumbrado a cumplir los horarios que me imponen ni a obedecer órdenes, porque nuestros padres nos educan basados en la libertad y solo les debemos obediencia a ellos y a las autoridades y leyes gitanas», dijo Alexánder.
Sus padres han exigido –por medio de cartas y un derecho de petición– al Ministerio de Defensa y al comandante del batallón que lo retiren del servicio militar, pues les atormenta la idea de que la permanencia junto a personas ajenas a su comunidad le haga perder sus creencias y olvide hasta su lengua. Pero, desde el 12 de enero cuando enviaron la solicitud, la familia Gómez ha pasado de batallón en batallón y hasta ahora nadie ha dado una respuesta definitiva.
«Él no comentó nada de que era gitano. Si él me dice que hacía parte de un grupo étnico, pues yo lo dejo ir. Es muy probable el retiro, pero yo necesito establecer los parámetros que me exige la ley. Yo no soy autoridad para retirar a nadie de la institución», afirmó el teniente coronel Juan Guillermo Rojas, comandante del Batallón Plan Energético Vial, de Samoré.
Ninguna ley los exonera
Voceros del Ministerio de Defensa aseguraron que desde 1999 los gitanos son considerados como una minoría étnica, pero no existe una ley que diga que deben ser exonerados de prestar el servicio militar.
Solamente uno de los cuatro grupos considerados como minorías étnicas (indígenas, afrocolombianos, gitanos y raizales) tiene esta posibilidad. Desde 1991, con la Constitución Política, los aborígenes no están obligados prestar este servicio a fin de «proteger la diversidad étnica y cultural de la Nación».
Pero los líderes de esta comunidad –frente a los derechos consagrados para los pueblos indígenas– exigen que la mencionada exoneración sea extensiva grupos étnicos como ellos.
Una ley que los excluya
Según la misma comunidad, en toda la historia de los gitanos en el país, solo dos de sus hombres, han llegado a las filas de las Fuerzas Militares. El primer caso fue el de Yiyo Gómez, reclutado en 1990 en el municipio de Villeta. Fue llevado a la dirección de reclutamiento en Bogotá y culminó el servicio 18 meses después.
El segundo es el de Alexánder Gómez. En su caso el Ministerio de Defensa no confirma nada, debido a que no existen los registros sobre las creencias de los hombres que están en las Fuerzas Militares.
Yiyo Gómez está de acuerdo con que las personas de su comunidad lo hagan. «Qué vayan y se vuelvan más hombres, yo creo que eso los va a formar y no les va a quitar lo gitanos que puedan ser».
Los gitanos están dispuestos a presentar un proyecto para que se expida una ley que los exonere del servicio militar. El coordinador general de Prorom (Proceso Organizativo del Pueblo Rom de Colombia) está abriendo caminos para realizarlo. «Ahora el proceso está comenzando, estamos siendo asesorados por grupos de abogados especializados en el tema para comenzar el proceso. No somos buenos soldados y somos una minoría de dos mil personas que no afectaría en nada el reclutamiento de soldados en el país».
La ley de los gitanos
Los gitanos de todo el mundo se han organizado según la ley gitana, basada en el respeto, el orden de la familia y el valor de un hombre en el cumplimiento de su palabra.
Los Rom tienen autoridades tradicionales que son llamados ‘Sere Romengue’. Ellos administran la justicia, en ejercicio de su jurisdicción especial llamada Kriss Romaní, que es en la práctica su propia jurisprudencia.
«Ellos han establecido que los hombres Rom les está vedado culturalmente participar en las fuerzas armadas», comentó Véncer Gómez.
Los gitanos de Colombia se dedican a trabajar con metales y son negociantes por naturaleza. Las mujeres practican el arte de la adivinación.
Hablan su propio idioma llamado romanés y viven unidos en diferentes kumpanías de las ciudades donde se han asentado.
Han creado fronteras étnicas a partir de un sistema de exclusividades y excluyentes que definen los espacios propios en donde los gaydé no son bien vistos. Por esto, durante siglos se les ha invisiblizado dentro de la sociedad y poco se conoce de ellos.
PAULA CAMACHO
Especial para EL TIEMPO

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