Las noticias no son buenas. La violencia desatada por el narcotráfico afecta a México de una manera que no se había visto antes, y los efectos de los asesinatos y la corrupción son evidentes pero de ninguna manera son nuevos, como lo indica la historia de los narcocorridos, que llevan años cantando las glorias de los traficantes.
La situación en Nuevo Laredo se ha vuelto prioridad máxima para el gobierno de México.
Hace casi veinte años, cuando este género musical estaba en su apogeo, las autoridades estadounidenses recurrieron al secuestro, a las presiones políticas y a la fuerza para detener y procesar a varios mexicanos -entre ellos Rubén Zuno Arce, cuñado del ex presidente Luis Echeverría- a quienes acusó de controlar el narcotráfico en México y de asesinar al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar.
Durante el gobierno del priista Miguel de la Madrid (1982-1988), aunque no se pueda decir que necesariamente con su protección, florecieron personajes como Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, que con el trabajo de treinta mil campesinos en condiciones de esclavitud produjeron en el rancho El Búfalo quién sabe cuantos miles de toneladas de mariguana que pensaban exportar o exportaron a Estados Unidos.
Durante el gobierno del priista Carlos Salinas (1988-1994) se consolidaron los carteles de narcotraficantes como los hermanos Arellano Félix y Amado Carrillo, y trascendió que personajes de la Iglesia Católica y de la banca mexicanas mantenían contactos con algunos de esos barones de la droga.
Todavía hay quienes recuerdan que durante el gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) se descubrió que el general Jesús Gutiérrez Rebollo, encargado de la lucha contra el narcotráfico, había sido comprado por el Cartel de Juárez, entre cuyas filas hubo cuando menos un gobernador, el de Quintana Roo, Mario Villanueva.
Pero no se había visto lo que se ha visto ahora. La policía federal y el ejército tomaron ocho ciudades del norte del país, donde las ejecuciones son cosa cotidiana.
En el estado de Sinaloa, en el noroeste del país, ha habido 308 asesinatos atribuidos al narcotráfico en lo que va del año. En Chihuahua, en el norte, van 39, y en Nuevo León, también en el norte, van 18.
En Tamaulipas, también en el norte, han asesinado a más de 50, entre ellos el jefe de la policía municipal de Nuevo Laredo, Alejandro Domínguez Coello, que ni siquiera llegó a tomar posesión de su cargo.
Cuando el ejército intervino detuvo a 750 policías para investigar si tenían lazos con el narcotráfico, que pese a la presencia militar ejecutó a otras dos personas esta misma semana.
Datos molestos
Sin embargo, hay molestia en el gobierno mexicano, no sólo porque las noticias de la violencia y la corrupción ofrecen una pintura triste y a veces injusta del país, sino porque se piensa que los medios hemos sido parciales a la hora de hablar del narcotráfico.
No les falta razón. Se han hecho esfuerzos y se han gastado recursos que sin duda podrían haberse usado en otras cosas. Ha habido arrestos y decomisos y enfrentamientos en que han muerto agentes que creían en lo que estaban haciendo.
La droga llega en toneladas a EE.UU.
Pero si se habla de los productores y los exportadores ahora tendríamos que hablar de los consumidores.
Según la Interpol, cada año entran alrededor de trescientas toneladas de cocaína a Estados Unidos, y pese a que en 2001 (el único año sobre el que ese organismo publica información inmediata) se decomisaron 113 toneladas en Estados Unidos y 30 en México, quedaron 167 toneladas para el consumo interno del país del norte.
Se estima que alrededor de 13 millones de personas consumen cocaína en todo el mundo, y que seis millones de ellas viven en Estados Unidos, donde dos de cada cien mayores de 12 años aspiran la droga.
No pasa lo mismo con la mariguana, que es la droga que más se consume en el mundo (en el planeta hay 146 millones de usuarios de cannabis). En Estados Unidos, once de cada cien personas mayores de 12 años fuman la droga, y el porcentaje sube a 13 si se toma en cuenta a la población entre 15 y 64 años.
Y así se pueden seguir citando y extrapolando cifras y porcentajes que arrojan la misma imagen.
Algo ha salido mal
Uno de los argumentos que nadie, ni Washington, ha podido responder es por qué si América Latina, o México en este caso, ha logrado detener a destacados jefes del tráfico de cocaína, Estados Unidos no ha ofrecido ninguna figura importante en varios años.
El argumento (que no se refiere a los importadores al menudeo sino a los grandes narcotraficantes) sostiene que necesariamente hay alguien que permite el paso de la droga a territorio estadounidense, por tierra o por aire o por mar, y alguien necesariamente recoge los cargamentos importantes y organiza su distribución.
Quizá nadie responda. Pero no cabe duda de que el gobierno de Estados Unidos se ha concentrado en el combate a la producción y el tráfico de drogas, que es una actividad externa, y en lo doméstico parece haber puesto énfasis en los pequeños distribuidores y los consumidores.
No faltará quien piense que se trata de una estrategia incompleta. No faltará quien diga que hay que ver qué pasa si Washington aprieta aquel lado del tubo.
No faltará quien recomiende que las naciones que sufren la violencia del narcotráfico y el demonio de las drogas se sienten a ver qué está saliendo mal.
Pero todos tenemos que coincidir y aceptar que algo está saliendo mal, como explica el narcocorrido de El Agricultor, compuesto por Rogelio Válver e interpretado por Los Pumas del Norte:
No se me espanten señores,/ yo sólo ando trabajando/y al país traigo divisas/y empleos estoy generando,/si hay otros peores que yo/y hasta los andan cuidando.