Cada vez más personas usan chips antisecuestro

Los dispositivos que inicialmente se usaron para proteger mascotas permiten ahora salvar vidas y cambiar los conceptos de protección
Nelly Acosta Vázquez
EL UNIVERSAL
Domingo 03 de julio de 2005
11:44 Cada vez más lejos de la ciencia ficción y sí más cerca del uso cotidiano, la proliferación de chips antisecuestro, rastreo y/o localización de personas, cambia el concepto de protección.
Estos dispositivos son pequeños circuitos electrónicos, similares a la pila de un reloj de pulso, del tamaño de un grano de arroz (12 milímetros de largo y 21 milímetros de diámetro), que se insertan en la piel mediante una «inyección» indolora, por lo general en la parte superior del brazo.
Como todo chip , su función es almacenar información, que se lee pasando un escáner especial cerca de donde esté implantado, ya sea de forma manual o remota (con transmisión de radiofrecuencia o señales de telefonía celular). Sus bondades residen en que son capaces de actuar de forma inteligente: avisar, a petición del usuario (o sin su voluntad, de acuerdo a como sea programado) que hay una alerta.
En su primera etapa de comercialización se utilizaron en mascotas, y después, para la protección de personas de alto riesgo (mujeres maltratadas, enfermos, niños, deportistas, etcétera). Actualmente, debido a que su precio sigue muy elevado, sólo parecen ser comunes en artistas de cine y televisión, figuras públicas y políticas, millonarios, criminales de alta seguridad y curiosos que se prestan a utilizarlos para su prueba y perfección.
Su uso se hizo popular en mayo de 2002, en Estados Unidos, cuando la familia Jacobs, bautizada por la prensa internacional como «La familia Chipson», hizo público el haberse insertado en el brazo un chip , para garantizar recibir asistencia médica adecuada, por ser alérgicos a antibióticos comunes y sufrir cáncer.
Meses después, se propagó su utilidad antisecuestro, cuando en septiembre de 2002 en Inglaterra, una pareja británica lo implementara en su hija de 11 años, tras una oleada de asesinatos de menores. El caso dio la vuelta al mundo en prensa internacional como parte de los efectos de pánico del riesgo de los niños en las calles.
En México se hicieron famosos en 2004, después de que la familia del cantante Vicente Fernández revelara usarlos como medida antisecuestro, y más tarde, cuando el entonces titular de la Procuraduría General de la República, Rafael Macedo de la Concha, asegurara traer uno bajo su piel (así como 160 empleados de su equipo de trabajo), como medio de protección y como acceso exclusivo a una base de datos sobre delincuencia.
Desde entonces, estos chips se volvieron parte de la mitología criminal de México y otras regiones del mundo.
Pero lo cierto es que no sólo son repelentes de criminales: pueden ser utilizados en pacientes enfermos, como sistemas de pago, de registro o identificación. Son los casos de Estados Unidos y España, que de acuerdo con revistas estadounidenses, ya los comercializan con fines médicos.
En Barcelona existen referencias de una discoteca que los inyecta a sus clientes VIP para usarlos como medio de pago.
Detrás del VeriChip
Una de las empresas autorizadas para maquilar el chip antisecuestro es la estadounidense Applied Digital, que lo ha bautizado con el nombre de VeriChip y que reconoce que su invención se debe a Kevin Warwick, investigador de la Universidad de Reading (en Londres). También hay modelos de las marcas Texas Instruments y de Philips Semiconductors.
Básicamente, el VeriChip se compone de un sistema de memoria interno o almacenamiento de datos (que lee y escribe la información requerida del usuario) y un «pulsador» o transmisor que se comunica de forma inalámbrica con un sistema externo de localización (que debe estar compuesto por un sistema físico de seguridad sofisticado).
En sí, el chip es un sistema simple que utiliza frecuencias comunes (desde 125 Khz hasta 2.4 Ghz), que se activan con una corriente eléctrica imperceptible para el usuario y que puede ser detectado o por aparatos especiales (a una distancia de 30 y 60 centímetros de distancia) o de forma remota (hasta miles de kilómetros).
Como en todos los casos, los hay en una vasta variedad: desde aquellos de sistema simple, con poco alcance, que no almacenan muchos datos y que sólo sirven de rastreo, hasta los que actúan como chips inteligentes, con bocinas y bobinas integradas, que transmiten energía y datos, con almacenamiento y alcance ilimitado.
alcr

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