Tecnovigilancia no disuade a los terroristas

Entre las columnas de humo del 7J en Londres han quedado algunas amargas lecciones. Unas autoridades preparadas y dotadas de un extenso sistema de cámaras de vigilancia no han podido impedir que los atentados se llevaron a cabo; claramente, la tecnovigilancia no disuade a los terroristas. Ni siquiera un todavía inexistente sistema automatizado de detección química de explosivos hubiese sido de mucha ayuda, informa The Wall Street Journal. Quizá otros inventos, hoy en pruebas, sirvan en el futuro para reducir la letalidad de los ataques de este tipo, y con ello su atractivo para los asesinos.
Cada ciudadano londinense aparece 300 veces al día de media en una cámara de vigilancia, cuenta el editor de Defense Tech Noah Shachtman; tal es la densidad de la videovigilancia en Gran Bretaña, que cuenta con casi cuatro millones y medio de cámaras desplegadas. Sin duda alguna los perpetradores de las atrocidades del pasado 7J estarán en miles de esas cámaras; quizá las imágenes sirvan incluso para atraparlos y que paguen sus crímenes. Pero desde luego no han servido para impedirles cometerlos. El valor disuasorio de la videovigilancia, por sofisticada que sea, se ha revelado como muy bajo. Tal vez aumente la sensación de seguridad ciudadana, pero desde luego no impide ataques terroristas.
Siendo que esa continua y extensa videovigilancia automática puede tener costes, no sólo económicos sino en derechos como la privacidad, esta falta de efectividad pone en duda su uso masivo.
Los militares estadounidenses, escarmentados por sus bajas en Irak debidas a emboscadas con bombas, están desarrollando diversos sistemas para detectar y eliminar bombas a distancia, como láseres detectores de explosivos, interferidores de radiofrecuencias para bloquear los disparadores y cañones de rayos, capaces de freír los elementos electrónicos de la bomba a distancia.
Si bien este tipo de tecnologías podrán ayudar a los convoyes de vehículos estadounidenses en territorio hostil, no serán útiles en entornos civiles. La detección de explosivos a distancia en medio de una multitud (digamos, dentro del macuto de un terrorista en una estación de metro) podría ser hasta contraproducente, según un estudio citado por The Wall Street Journal. Detectar una bomba antes de que explote y avisar a quienes están alrededor puede, paradójicamente, aumentar el número de heridos en lugar de reducirlo. Incluso cuando esos láseres (u otros sistemas) sean capaces de identificar correctamente y sin error explosivos en el aire, no añadirán mucho a la seguridad de las ciudades.
Otro tipo de sistemas, en cambio, podrían a la vez salvar vidas y reducir el impacto de los ataques, haciéndolos menos valiosos para el terrorista. Quizá haya que instalar mamparos a prueba de bombas en futuros medios de transporte público, de modo que el espacio esté dividido en pequeños compartimentos independientes. Una bomba afectaría así como máximo a tres compartimentos adyacentes, y libraría al resto de los pasajeros de todo daño. El menor número de víctimas reduciría el atractivo de atentar contra estos blancos.
De hecho las tecnologías existen. Algunas fueron desarrolladas para contenedores de transporte aéreo capaces de encajar la explosión de una maleta sin dañar al avión. En Nueva Zelanda una empresa tiene una patente para un gel capaz de absorber y disipar la onda de una explosión (segundo párrafo), e incluso de apagar el posible incendio, aplicado en paneles de pocos centímetros de grosor.
Ya que parece que la disuasión por amenaza de captura no evita los atentados, tendremos que empezar a pensar en reducir sus efectos. Porque ellos no parece que vayan a dejar de cometerlos. Lamentablemente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *