En marzo pasado el ‘canciller’ de las Farc, Rodrigo Granda, se encontraba en su celda cuando varios guardias del Inpec lo sacaron hacia una pequeña sala donde lo esperaban dos hombres de aspecto extranjero. Con un inocultable acento caribeño los visitantes le dijeron al guerrillero que eran ciudadanos cubano-americanos, pero no dijeron sus nombres.
En un monólogo que duró menos de 10 minutos, los desconocidos le dijeron a Granda que habían recibido instrucciones para ponerse en contacto –de manera extraoficial– con algún miembro importante de las Farc, pero no especificaron con qué fin y le pidieron que colaborara para establecer esa comunicación. Luego se fueron y Granda fue conducido de nuevo a su celda.
Algo parecido les ocurrió por aquellos días al director del semanario Voz, Carlos Lozano y al ex consejero presidencial José Noé Ríos, con quienes estadounidenses hablaron por separado con el fin de solicitarles ayuda para establecer conexión con alguien de las Farc. Como ocurrió con Granda, a Lozano y a Ríos tampoco les dieron mayores explicaciones.
No se sabe qué ocurrió después de las inesperadas visitas que recibieron el guerrillero, el periodista y el ex consejero y si adelantaron alguna gestión para que las Farc se interesaran en aceptar un encuentro con emisarios norteamericanos.
No obstante, la madeja empezó a desenredarse en la tarde del martes 14 de junio, cuando el ex presidente Alfonso López Michelsen –quien integra un comité de buenos oficios para buscar un acuerdo humanitario– recibió en su apartamento del norte de Bogotá al ex ministro Álvaro Leyva Durán; al director de Voz, Carlos Lozano, y al ex constituyente Iván Marulanda.
Aval a Leyva
Leyva tomó la palabra y habló sin parar durante la mayor parte del encuentro. Sin dar mayores detalles, explicó que en las últimas semanas se había reunido con personajes de muy alto nivel –a los que no identificó– y que había llegado a la conclusión de que era posible avanzar en un intercambio de secuestrados por guerrilleros presos, siempre y cuando Estados Unidos interviniera en forma directa.
El ex ministro agregó que la Casa Blanca estaba recibiendo todo tipo de presiones por no resolver el secuestro de tres militares estadounidenses en manos de las Farc desde febrero de 2003 y por ello Washington se vería obligado a buscar algún tipo de acercamiento con ese grupo rebelde. Si ello era así, explicó Leyva, habría un ambiente propicio para lograr que la guerrilla libere a todos los secuestrados. El ex mandatario liberal guardó silencio frente a los planteamientos de Leyva y se comprometió a dar una opinión cuando tuviera el panorama más claro.
Convencido de que el intercambio humanitario es posible si Estados Unidos se decide a liberar a Keith Stansell, Mark González y Tom Howes, el ex ministro Leyva se dio a la tarea de obtener una especie de salvoconducto para moverse con facilidad. Por esa razón no tardó en obtener de las familias de los secuestrados –a excepción de Nancy Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt– una carta firmada en la que lo autorizan a adelantar cualquier gestión encaminada a lograr el regreso de sus seres queridos. La carta también fue firmada por los familiares de los norteamericanos en poder de las Farc.
El jueves de la semana pasada el tema avanzó aún más cuando el presidente Álvaro Uribe habló desde Londres con Caracol Radio y dijo que a partir de ahora su gobierno le reconoce a Leyva el papel de mediador en un eventual intercambio humanitario. En la misma entrevista el mandatario recalcó que el ex presidente López está autorizado de tiempo atrás para realizar las gestiones que considere necesarias para lograr ese objetivo.
Aun cuando en las últimas semanas algunos funcionarios de Washington y el embajador estadounidense en Colombia, William Wood han negado que se busque negociar con terroristas, lo cierto es que por debajo de la mesa hay un intenso movimiento. Hasta ahora todos los protagonistas de este nuevo intento por lograr el regreso de los secuestrados mantienen una estricta reserva, pues saben que esta puede ser la última oportunidad que se dé en este Gobierno. Sólo uno de ellos, el ex consejero José Noé Ríos, le confirmó a CAMBIO su encuentro con emisarios estadounidenses: «Me buscaron de la embajada de Estados Unidos para ayudar en ese tema, pero no puedo hacer más comentarios».
El asunto no es fácil porque Estados Unidos no puede negociar unilateralmente y sin el aval del gobierno colombiano el rescate de los tres militares secuestrados. Y por el otro lado las Farc no ocultan su honda desconfianza frente a un eventual proceso de acercamiento con la potencia del norte. Además, los subversivos saben que los militares secuestrados les dan una aparente ventaja y por ello han anunciado que su liberación solo sería posible si retornan al país Sonia y Simón Trinidad, quienes fueron extraditados por petición de fiscales americanos que los acusan de narcotráfico y terrorismo.
Revivir el tema del intercambio es saludable, pero este nuevo intento debe ser mirado con mucha cautela porque todos los protagonistas pueden tener intereses ocultos para sacar ventaja: Álvaro Leyva, para catapultarse como presidenciable; Álvaro Uribe, para dejar constancia de que hizo lo que estaba a su alcance, en caso de que se hunda la reelección; Alfonso López, para demostrar que los ex presidentes sí le sirven al país; y las Farc, para ganar el espacio político que han perdido.
Frases discordantes
«Los secuestrados norteamericanos nos preocupan cada día y estamos haciendo lo que podemos en cooperación con el gobierno colombiano, pero no negociamos con terroristas, punto.» Embajador Wood, en entrevista con El Tiempo, domingo 10 de julio.
«El Departamento de Estado de Estados Unidos ha hecho llegar razones a las Farc diciendo que tiene interés en restituir las conversaciones con la organización. » Raúl Reyes, de las FARC, en entrevista con CMI, lunes 11 de julio.