Erradicadas 2 mil 500 hectáreas de coca en Boyacá, Colombia

Decenas de laboratorios y cientos de hectáreas de coca han sido destruidos en el occidente de Boyacá.
En esa zona, entre enero y junio pasados, la Policía y los Grupos Móviles de Erradicación de la Presidencia arrancaron 2.122 hectáreas de matas de coca; en abril, Antinarcóticos fumigó otras 925 y el Ejército erradicó en diez meses del año pasado 400 hectáreas. Ha destruido 80 laboratorios para procesar pasta de coca entre el 2004 y lo corrido de este año.
El reporte de junio del Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la ONU (Simci) señala que se han detectado 359 hectáreas, aunque Policía y Ejército las estiman en 5.000.
Nadie parece tener una explicación al inusitado incremento del narcotráfico en la tierra de la esmeralda (conformada por 15 municipios), que hasta 1990 era escenario de masacres diarias por la guerra entre esmeralderos que dejó al menos 3.500 muertos.
Paradójicamente, señalan autoridades nacionales y regionales, el auge se da en la zona donde hace un año los esmeralderos lanzaron un SOS al Gobierno para frenar el crecimiento de los cultivos.
Los municipios más afectados son Pauna (877 hectáreas erradicadas) y Otanche (988); se ha fumigado en Maripí y hay cultivos detectados en Briceño, San Pablo de Borbur, Caldas, Quípama, La Victoria, Muzo y Coper, donde el Ejército halló hace unos meses un laboratorio valorado en 8.500 millones de pesos. Producía al mes ocho toneladas de cocaína.
La región es dominada por ejércitos civiles que portan hasta fusiles Colt automáticos 9 milímetro con salvoconducto. Se movilizan sin restricción en sus 1.812 kilómetros cuadrados. Son los cuerpos de seguridad de “los “líderes’, como llaman a un puñado de poderosos esmeralderos que tienen el control del centenar de minas activas en la zona.
Distintas autoridades reconocen que la coca está amenazando la relativa paz.
“Desde el año pasado se han venido destruyendo cultivos y los campesinos están dispuestos a erradicar para no perder la tierra”, dice el coronel Henry Gamboa, jefe de erradicación de Antinarcóticos.
La ley del silencio
Aun así, el tema parece vetado. “Todo es callado, ni siquiera se nombra que hay cultivos. No les gusta a los líderes que se mencione. Vivimos en una anticultura del más fuerte, del silencio”, afirma monseñor Luis Felipe Sánchez, obispo de la Diócesis de Chiquinquirá y presidente del Comité de Pacificación creado hace 10 años para hacerle seguimiento al pacto de paz entre esmeralderos.
Y así lo comprobó EL TIEMPO en un recorrido de una semana por el occidente de Boyacá, para tomarle el pulso al pacto de no agresión firmado el 12 de julio de 1990 por quienes se disputaban las minas y ver lo que le ha traído a los cerca de 200.000 habitantes de la región.
“¿Quiénes son?, ¿qué vienen a hacer?”, preguntan sobre el equipo periodístico civiles que exhiben sus armas en un gesto de poderío. Toyotas último modelo aptas para estas trochas sin pavimento se movilizan para situarse estratégicamente cuando llega un extraño.
Aún así, el gobernador Jorge Eduardo Londoño califica de ‘ejemplar’ el pacto. Asegura que, de no existir, la provincia de Occidente se habría acabado. Admite que requiere ajustes por la presencia del narcotráfico y los asesinatos. Dice que estos se han reducido, de 466 en el año más duro de la guerra, a 54 en el 2004. otras autoridades aseguran que hay subregistro y campesinos y mineros dicen que algunos cadáveres son desaparecidos.
El más reciente episodio deviolencia ocurrió en octubre del 2004. Dos familias –los López y los Obando– libraron una guerra que dejó 16 muertos en solo dos meses. La Fiscalía investiga si se trató de una disputa por el ‘gramaje’ de la coca.
La situación ha ‘salpicado’ a dos fiscales. Uno está en la cárcel por dejar en libertad a un reconocido gatillero. Otro tiene seis investigaciones, una de ellas por enriquecimiento ilícito por el ‘cambiazo’ de un cargamento de coca por cal.
Como sea, líderes, autoridades civiles y militares y la Iglesia guardan la esperanza de cerrarle el paso al tráfico de drogas antes de que acabe con el pacto esmeraldero. Pero campesinos y guaqueros no están optimistas. Se quejan de la miseria en medio de una riqueza de la que apenas dicen conocer sus migajas (ver notas anexas) y así justifican su trabajo en los cultivos.
LETICIA FORERO
Enviada especial de EL TIEMPO
OCCIDENTE DE BOYACÁ
Esto dijeron…
“La paz en el occidente de Boyacá se mantiene por orgullo. Todavía no está acabada, pero es una paz muy frágil”.
Monseñor Luis Felipe Sánchez
Obispo de la Diócesis de Chiquinquirá y presidente del Comité de Pacificación.
“Bien o mal el pacto de paz ha contribuido… El problema está en la justicia social. Si no trabajamos en eso, tarde o temprano el proceso se nos daña”
Jorge Eduardo Londoño
Gobernador de Boyacá
“Cuando hay armas, ignorancia e intolerancia hay una bomba. Si no existiera el Comité de Pacificación, se habrían desatado ya unas cinco guerras”.
Ramiro Ortiz
Alcalde de Otanche

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