Ana Baron. WASHINGTON CORRESPONSAL
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Richard Nixon tuvo el Watergate, Ronald Reagan el Irán-contras y Bill Clinton el Sexgate. Todos los presidentes de Estados Unidos que lograron ser reelegidos en los últimos tiempos se vieron confrontados a escándalos mayores durante sus segundos mandatos. Nixon tuvo que renunciar, mientras que Reagan y Clinton terminaron sus respectivas presidencias pero con enormes dificultades. La pregunta ahora es cuál será el destino de George Bush.
En el centro del escándalo que está amenazando actualmente el legado presidencial de Bush está Karl Rove, su mentor y mano derecha. Conocido por sus juegos sucios, y sus tácticas electorales despiadadas, Rove ha sido acusado de revelar a la prensa el nombre de la agente encubierta de la CIA Valerie Plame.
Lo grave sin embargo no es tanto esa filtración, que en Estados Unidos es un delito, sino lo que está por debajo de la misma: la invasión de irak y la manera en que el pueblo norteamericano fue engañado para poder justificar esa invasión. Este es en realidad el verdadero escándalo que podría complicar aún más a Bush.
Despampanante, casada con el embajador Joseph Wilson, Valerie Plame vivió durante 17 años cerca de la Embajada de Alemania en Washington sin que ni siquiera sus amigos supieran que trabajaba para la «compañía» ni que podía disparar un AK 47 con una puntería asombrosa. Su nombre jamás hubiera trascendido si su marido no hubiera publicado un artículo en The New York Times el 6 de julio de 2003 afirmando que no había encontrado en Níger ningún indicio de que Irak hubiese intentado comprar a Níger uranio enriquecido, uno de los argumentos que Bush venía utilizando para justificar la guerra.
Un año antes, y como la búsqueda de armas de destrucción masiva no estaba dando ningún resultado, la Casa Blanca, basándose en un documento de inteligencia italiano, comenzó a acusar a Saddam Hussein de haber comprado uranio en Níger. La CIA (ahora se sabe que fue Valerie Plame) decidió entonces enviar a Níger al embajador Joseph Wilson, especialista en Africa.
Wilson pasó 8 días en Níger, pero no pudo confirmar el informe italiano. Al regresar a Washington, escribió un informe con sus hallazgos, pero la Casa Blanca optó por ignorarlo. Y Bush utilizó este argumento en su discurso sobre el Estado de la Unión diciendo que «el gobierno británico descubrió que Saddam intentó recientemente comprar uranio en Africa».
Frente a semejante desinformación, el embajador Wilson, furioso, decidió escribir un artículo en The New York Times. La nota cayó como una bomba en la Casa Blanca.
Actualmente existe un memorando donde el periodista de Time, Matthew Cooper, acusa a Karl Rove de haber sido él quien le dijo que Wilson había sido enviado a Africa «por su esposa que, según dice, trabaja para la CIA». Rove afirma que él realmente no sabía si Plame trabajaba para la CIA, que no hizo más que repetir lo que se decía en Washington y que además no dio el nombre.
Sin embargo, el fiscal que está investigando el caso, Patrick Fitzgerald, está interesado en saber quién tuvo acceso, en aquel momento, a un memo secreto del Departamento de Estado en el que aparece el nombre completo de la agente de la CIA, Valerie Plame.
La filtración del nombre de Plame es buen indicador del esfuerzo que hizo la Casa Blanca por justificar la guerra de Irak sin buenos resultados. Y dada la situación en Bagdad, las preguntas de por qué la invasión fue ordenada persistirán y determinarán las condiciones en las que Bush terminará su segundo mandato.