Hombre estuvo preso por error 26 años en EE.UU.

RUI FERREIRA, NAHIKARI RESPALDIZA Y ROCIO LLANO
El Nuevo Herald
«Jefe, al fin soy libre».
La voz de Luis Díaz, entrecortada por la emoción, surgió ayer casi afónica de su garganta al fundirse en un abrazo con Reynaldo Navarro, el propietario del restaurante donde trabajaba en 1979 cuando fue arrestado bajo cargos de ser el violador en serie de Bird Road.
Durante los 26 años que estuvo preso, su familia, amigos y su antiguo patrón, siempre sostuvieron su inocencia, pero ésta no quedó en evidencia hasta que activistas lograron que el caso fuera revisado, dos presuntas víctimas se retractaron y pruebas de ADN borraron los cargos que le imputaron.
Ayer a las 3:30 p.m., Díaz, de 67 años, era un hombre libre que bajaba las escaleras del tribunal estatal rodeado de sus hijos, hermanos y amigos, afeitado, con una pulcra guayabera color crema y una evidente emoción en los ojos.
Pero la libertad no significa necesariamente el olvido, y cuando media hora después alguien le preguntó si sentía que el gobierno le debía algo por los años pasados en prisión, Díaz dejó bien claro que no tiene resentimientos hacia las autoridades. »En mi mente no he pensado de esa manera; ellos hicieron su trabajo y eso hay que respetarlo», dijo.
Sentado junto a él, su hijo mayor, José Díaz, amplió el sentimiento de la familia. »No hay mayor compensación para nosotros que tener a mi padre a mi lado, entre nosotros, su familia. El es nuestra compensación», añadió.
Díaz, quien era cocinero en el restaurante de Navarro, manifestó que se sentía feliz por reunirse con su familia y sus amigos de nuevo. Sus hijos, José, Alberto y Marilyn, apenas podían creer que una odisea de 26 años había terminado. Después de todo, en los 26 años que estuvo tras las rejas, Díaz no asistió a las bodas de sus hijos, no estuvo en casa cuando nacieron sus dos nietos y se perdió la fiesta de 15 de Marilyn.
»Ellos nunca me abandonaron [durante los años de prisión]», pero »lo que más siento de todo esto fue que dejé a mis hijos desamparados», aseguró el sexagenario.
Durante toda la conversación con un grupo de reporteros, Díaz habló de manera pausada, abrumado a todas luces por los acontecimientos de las últimas horas, e incluso tuvo de ser ayudado ocasionalmente por sus abogados e hijos a recordar algunos momentos de su odisea.
Sin embargo, una de las contadas ocasiones en que no necesitó ayuda fue cuando alguien quiso saber si pensaba que al enviarlo a prisión le habían robado su vida.
»¡No [me robaron toda la vida]! Me robaron parte de mi vida; mi vida está aquí. Al robarme mi familia, me han robado la mitad de mi felicidad», precisó.
El ex cocinero fue a prisión por los ahora controversiales testimonios de sus presuntas víctimas, a las cuales, insistió, tampoco guarda rencor. »Siempre he rebasado todas las cosas con la fe, soy un hombre de mucha fe y oré mucho por ellas», afirmó.
Pese a los largos años que pasó en la cárcel, Díaz no tiene grandes posibilidades de ser compensado. Según su abogado, Barry Scheck, de Innocence Project, una entidad no lucrativa que se dedica a tomar muestras de ADN para demostrar la inocencia de convictos, las leyes en la Florida no permiten una indemnización en este tipo de víctimas de errores judiciales.
»Es lamentable, él no tiene nada. Ni siquiera ha acumulado en estos años para el Seguro Socia. Pero nosotros tendremos que explorar otras posibilidades, porque las leyes en este estado en ese sentido son muy limitadas», explicó Scheck.
Durante el tiempo que estuvo en prisión, Navarro nunca dejó de abogar por la inocencia de su antiguo empleado, por eso uno de los primeros gestos de Díaz tras ser liberado por la jueza Christina Pereyra-Shuminer, fue ir a visitarlo.
»Desde el primer día sabía que era inocente. Es más, yo fui a declarar [a los tribunales] que un cocinero, cuando lleva más de tres semanas trabajando en una plancha, el olor a ajo y de la comida se le impregnan en la piel. No importa que los laves con jabón», dijo Navarro a El Nuevo Herald en referencia a que las supuestas víctimas nunca mencionaron que el violador tenía esos fuertes olores.
Díaz trabajó escasamente cinco meses para Navarro, pero durante todo este tiempo su esposa lo dejaba todos los días a las 3 p.m. y lo recogía a las 11 p.m. porque tenían un solo carro. Por eso, Navarro cree que no podía andar violando a mujeres por las calles de Miami.
Pero el pasado es el pasado, afianzó, y Navarro recibió ayer su antiguo cocinero a cuerpo de rey. Le separó una sala, la llenó de amigos y familiares y le proporcionó su primera comida caliente en libertad. »Boliche asado, moros con cristianos y plátanos maduros, todo acompañado por una buena sangría», dijo Navarro en tono confidencial, como si de una fórmula secreta se tratara.
Minutos después, cuando Díaz le dijo en sus brazos de que »al fin» ya era libre, Navarro lo abrazó emocionado y no pude dejar de decirle: «Bienvenido a casa».

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