Jhon Jairo Velásquez Vásquez es conocido en el mundo del narcotráfico con el alias de ‘Popeye’. Fue uno de los personajes más temidos y macabros en la historia judicial de Colombia. Era, nada más y nada menos, que la mano derecha de Pablo Escobar y el lugarteniente al que más afecto le tuvo el capo. ‘Popeye’ creció casi desde niño junto a Escobar. «Más que cómplices éramos verdaderos amigos», suele decir. Hoy tiene 43 años, está detenido en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita y es uno de los pocos hombres cercanos a Escobar que aún está con vida.
En abril pasado, después de que la opinión nacional se había olvidado de él y de sus crímenes, ‘Popeye’ volvió a ocupar los titulares de las noticias. El 28 de abril rindió una ampliación de indagatoria ante un fiscal y, como consecuencia de esa declaración, produjo una de las bombas noticiosas de este año: el arresto de Alberto Santofimio como responsable del magnicidio de Luis Carlos Galán.
Para la Fiscalía, el valor jurídico de lo que contó ‘Popeye’ consistió en que no se trata sólo de un testimonio verbal, ni de una versión de oídas, sino de uno de los protagonistas de la historia. Pues no sólo participó en las reuniones decisivas de los crímenes planeados por el cartel de Medellín, sino que él mismo fue uno de los autores de estas acciones delictivas. En el caso concreto de Galán, ‘Popeye’ planificó la logística y ayudó a conseguir las armas de los sicarios. Y, como si fuera poco, posteriormente fue él quien les pagó y los felicitó. Durante años, fue el encargado de llevar a Santofimio Botero a los escondites para que se encontrara con Escobar. El testimonio de ‘Popeye’ llevó a Santofimio a la cárcel. «Lo que yo sé fue lo que yo dije ante la Fiscalía y lo que escribí en mi libro», dijo el ex lugarteniente de Escobar cuando le preguntaron por qué había decidido hablar después de tantos años de silencio.
Fue allí cuando muchos se enteraron de que ‘Popeye’, junto a la periodista Astrid Legarda, había escrito un libro desde la cárcel y de que uno de los capítulos era el que narraba la participación de Santofimio en el crimen de Galán. Aunque sólo en ese momento se supo de la existencia del libro, éste venía siendo escrito por ‘Popeye’ y Legarda desde hace más de un año. Después de múltiples especulaciones sobre la existencia del libro, el próximo jueves saldrá a la venta. Con más de 300 páginas de extensión, éste tiene 32 capítulos en los que el ex lugarteniente de Escobar narra su versión sobre algunos de los episodios más polémicos en la historia reciente del país.
Aparte de su versión de la participación de Santofimio en el magnicidio de Galán, el ex sicario cuenta cómo era el día a día del capo, cómo dinamitaron el avión de Avianca, las relaciones entre los políticos, la Fuerza Pública y Escobar. SEMANA publica en exclusiva los apartes de dos de los capítulos más polémicos que contiene el libro que sale esta semana.
La toma del Palacio de Justicia?
«Recuerdo claramente aquel día. Después de pedir una entrevista con el Patrón, los líderes del M-19, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, llegaron a la Hacienda Nápoles. En la larga reunión llevada a cabo allí, le cuentan el ambicioso proyecto que tienen en mente: atacar el Palacio de Justicia. Le dicen que quieren montar un espectacular operativo, frente a los medios de comunicación del mundo, en plena Plaza de Bolívar, para denunciar al presidente de Colombia, Belisario Betancur, por haber incumplido y traicionado un cese del fuego y un diálogo pactado con la insurgencia…
«Belisario nos está tomando el pelo», le dice Iván Marino al Patrón, y él le contesta: «No, no les está tomando el pelo, es que en este país, los militares son dueños del presidente de turno y éstos no están dispuestos a seguir apoyando el proceso de paz».
«Si no hacemos estas cosas, Pablo, no seríamos fuertes negociadores en la mesa de diálogo».
El Patrón les pide que le cuenten los detalles del operativo; de inmediato, Álvaro Fayad le empieza a explicar con no poco entusiasmo:
«La operación la vamos a bautizar Antonio Nariño, por los Derechos del Hombre; contamos con cerca de 50 efectivos. Veintiocho guerrilleros que ingresarán por el sótano, donde ya tenemos un infiltrado quien nos abrirá la puerta. Previamente seis compañeros estarán dentro del Palacio, haciéndose pasar por abogados, y en la parte exterior tendremos 10 compañeros atentos con la inteligencia y listos para apoyarnos».
En el libro ‘Popeye’ afirma que Pablo Escobar decidió financiar la toma del Palacio de Justicia con el fin de quemar los expedientes que allí existían de los narcotraficantes solicitados en extradición
Según ‘Popeye’, uno de los integrantes del M-19 que le pidió dinero a Pablo Escobar para la toma del Palacio fue Alvaro Fayad
Después de varias horas de discutir sobre el operativo, Pablo Escobar se pone de pie y les pregunta:
«Bueno, muy bien, todo suena perfecto y ¿qué necesitan de mí?».
«Pablo, pretendemos tu financiamiento de toda la operación; a ti te conviene por lo de la extradición, por eso te buscamos».
Le dice Iván Marino Ospina.
«Estimamos necesario un millón de dólares; es preciso traer fusiles de Nicaragua y explosivos C-4» -complementa Álvaro Fayad.
Pablo se queda pensativo y les dice: «Yo les presto un avión que puede aterrizar en la Hacienda Nápoles y así pueden ser trasladadas las armas y los explosivos».
«Gracias Pablo», -le contestan ambos en coro, entusiasmados. -«Pero les voy a proponer un negocio más interesante para ustedes. Debemos aprovechar esa entrada al Palacio para darle un golpe fuerte a la extradición»… «Les voy a entregar dos millones de dólares, pero va a haber cinco más esperándolos cuando hayan terminado el operativo. Dos de mis hombres irán con ustedes con la misión de quemar los expedientes de todos aquellos que van a ser extraditados de Colombia hacia Estados Unidos y de asesinar a Reyes Echandía, Medellín Forero, Medina Moyano y Patiño Roselli, por traidores a la patria».
Los dos hombres se miran e Iván Ospina dice: -No, no nos parece muy buena idea que vayan personas diferentes al comando, ya que nuestros hombres llevan varios meses entrenándose para el operativo y sería demasiado riesgoso para el éxito de la misión.
-Bien, entonces ustedes se hacen cargo de que se cumpla este objetivo… Al Jefe le seduce la idea de ayudar al grupo guerrillero, para con ello, de paso, atacar el núcleo de la justicia colombiana con la que está enfrentado. Pablo necesita eliminar a todos aquellos jueces quienes, con su fallo, aprueban la extradición; por eso ha mandado a asesinar, antes que a los demás, al magistrado responsable de la aprobación de la extradición.
Los líderes del M-19 organizan la toma del Palacio de Justicia, terminando su entrenamiento en la Hacienda Nápoles. Allí, los guerrilleros ya han recibido para la toma, el envío de 20 fusiles y gran cantidad de munición, financiada por Pablo Escobar… El ejército combate por 28 horas, eliminando a los guerrilleros; 28 horas de felicidad para el capo de capos, observando, como un niño emocionado, por televisión, en vivo y en directo, la culminación del plan urdido por el M-19 y financiado por él. No sólo consigue desaparecer los expedientes por la quema, también evita el tener que cazar en la calle, a los firmantes de las extradiciones, quienes mueren incinerados y con una bala en su cerebro.
El periódico El Espectador denuncia la mano de Escobar en la toma del Palacio; don Guillermo Cano vigila con lupa los hechos que tienen el sello del Patrón y los denuncia sin ningún escudo.
Pablo, mordiendo la esquina de una hoja de papel, nos dice:?
«Hay que matar a Guillermo Cano…»
El M-19, tal como estaba planeado, niega nexos con la mafia para la toma. Iván Mario Ospina y Jaime Bateman se refugian en la infraestructura de Pablo Escobar en Antioquia, tras la persecución de las autoridades, después de los hechos. De por sí Iván Marino Ospina se movía en Medellín como un parroquiano cualquiera. Para la época, una cédula falsa era suficiente para pasar los pocos controles de la Policía Nacional, en las calles y carreteras del país. Era un hombre sencillo del común, un guerrero como pocos; Pablo lo respaldaba siempre y fueron buenos amigos. En Medellín se sentía muy seguro, ya que Pablo tenía controladas a las autoridades policiales por medio del soborno económico, y nadie soñaría que allí el líder del M-19, se encontrara como en su casa. Utilizaba automóviles normales pertenecientes a Pablo Escobar; la mayoría de las veces se movía en un Renault 4.
‘Popeye’ afirma que Luis Carlos Aguilar, alias ‘El Mugre’ (izquierda), era uno de los encargados del tráfico de cocaína desde Cuba hacia Estados Unidos. Dice que Raúl Castro, en la foto con Fidel, era el contacto principal en Cuba
Los dos millones de dólares prometidos le son pagados al M-19, recibiéndolos Iván Marino Ospina. Se les entregaron en un carro que tenía una caleta donde se encontraba escondido el dinero. Esto, adicional a los 40 millones de pesos recibidos anteriormente, mientras se preparaban para la toma, en concepto de ‘viáticos’.
El periodista Jorge Enrique Pulido también ataca y deja ver en su noticiero que Escobar tiene responsabilidad en el espinoso asunto. Y una vez más Pablo, sentencia:
-Hay que matar a Jorge Enrique Pulido…
Pablo Escobar y Cuba?
«…Pablo Escobar siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua, en la época que este país estuvo en manos del gobierno sandinista.
Con ayuda de Jorge Avendaño, apodado el ‘Cocodrilo’, el ‘Patrón’ llega a Fidel Castro, en la isla de Cuba. Éste lo conecta con su hermano Raúl y así se inicia una operación de tráfico de cocaína. Pablo Escobar conserva la amistad con Fidel Castro, desde su estadía en Nicaragua; nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas. La amistad se establece a través de Álvaro Fayad, el comandante del M-19, e Iván Marino Ospina.
*…El trato se cierra y el ‘Cocodrilo’ viaja a la isla con un pasaporte falso, coordina todo en cabeza de Raúl Castro y por espacio de dos años, trabajan de la siguiente manera:
La droga se empacaba en condones y luego se unían varios preservativos en paquetes de un kilo, envolviéndolos en bolsas plásticas que eran selladas con cinta adhesiva. Salía del puerto de Buenaventura navegando hasta las costas mexicanas, donde era recibida por los socios locales; inmediatamente llegaba, era subida a aviones con matrícula mexicana y despachada rumbo a Cuba. Con el apoyo de las autoridades cubanas, los aviones procedentes de México no tienen problema alguno. Allí, los militares cubanos, al mando del general Ochoa y el oficial Tony la Guardia, bajo instrucciones directas de Raúl Castro, se hacían cargo de la mercancía, custodiándola para posteriormente embarcarla en lanchas rápidas, tanqueadas con gasolina por cuenta de los cubanos, con destino a Estados Unidos, entrando por Cayo Hueso. Las lanchas iban y venían varias veces durante esas jornadas. Ya en costas estadounidenses, la droga era recibida por el ‘Mugre’, quien con su gente la trasladaba a varias caletas, situadas en Kendall, Boca Ratón y el mismo Cayo Hueso. Estas caletas eran casas residenciales, en donde se perforaba el terreno y, en tubos de PVC, para que no se humedeciera la cocaína, se enterraba la droga, esperando a ser distribuida en pequeñas cantidades a los minoristas, para ser comercializada en todo Estados Unidos. Cada caleta tenía capacidad de almacenamiento de hasta 2.000 kilos.
Los cubanos reciben 2.000 dólares por cada kilo de droga transportada y 200 dólares por cada kilo custodiado. La tajada de la mafia en México, por el uso de su infraestructura, como puente a la isla, oscila entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo, dependiendo de la importancia del embarque. La cercanía entre México y la isla cubana da margen para transportar más cantidades de cocaína y gastar menos combustible. Pablo estaba feliz con esta ruta. Decía que era un placer hacer negocios con Raúl Castro, pues era un hombre serio y emprendedor.
Esta ruta llenó las arcas del ‘Patrón’, quien se encontraba ilíquido al comenzar negocios con los cubanos, pues la guerra con el Estado colombiano le había demandado muchos recursos. En cada envío, hacia Cuba, por avión, se cargaba un promedio de 10.000 a 12.000 kilos.
Durante este operativo y en varias oportunidades, los dos enlaces cubanos el capitán Jorge Martínez Valdés y el oficial Amado Padrón viajaron a Medellín; los movíamos con documentos falsos y para no llamar la atención, por su acento, se los hacía pasar por costeños. Los viajes y la atención de éstos en Colombia estaban totalmente a cargo del ‘Cocodrilo’.
Al comienzo de los negocios con los cubanos, los mexicanos se mostraron reacios a incluirlos, alegando que ellos querían cobrar mucho por participar. Pablo se impuso, pues de antaño, simpatizaba con la causa de la revolución y quería apoyar a Fidel.
Los dólares producto de la venta de esta droga en Estados Unidos, llegaban a manos llenas, camuflados en electrodomésticos, que ingresaban a Colombia ante la mirada complaciente de algunos funcionarios de la aduana, al servicio de Escobar. Desde allí, se repartía su participación a los socios mexicanos y cubanos.
La ruta cayó cuando se destapó todo el escándalo, al caer un gran cargamento decomisado por la DEA, proveniente de Cuba, y varios cubanos detenidos confesaron delatando la operación. La investigación lleva a la DEA hacia el cartel de Medellín y al gobierno cubano. El ‘Cocodrilo’ sale de Cuba rumbo a Colombia. La investigación llega hasta las más altas esferas del gobierno norteamericano. El tráfico es a gran escala y alegan que es imposible que los funcionarios de la isla no lo supieran. Esto pone al gobierno de Cuba en la mira de sus más encarnizados enemigos, los norteamericanos. Mucha cocaína quedó enterrada en suelo cubano.
Fidel Castro no se queda con los brazos cruzados y ordena una farsa de investigación, para de esta forma protegerse él y de paso, a su hermano Raúl. En la isla, se anuncia con bombos y platillos a los medios de comunicación, que «la Revolución Cubana fue penetrada por el narcotráfico, en manos de unos apátridas y malos hijos, enquistados en el ejército revolucionario». Se acusa al general Arnaldo Ochoa y 11 personas más; en tiempo récord, el general es fusilado con sus más cercanos colaboradores, creyendo que con esto tapaban el sol con un dedo.
Ante la comunidad internacional, el gobierno cubano cree haber puesto una cortina de humo al escándalo. Sin embargo, frente a los norteamericanos, la cosa es a otro precio. Me cuenta Pablo Escobar que, en un computador de la CIA y en las oficinas del Pentágono, duerme el caso. Pero no ha muerto, simplemente lo tienen archivado con el sellito de «información clasificada».
Después de ese suceso, las comunicaciones entre Fidel Castro y Pablo Escobar tuvieron que silenciarse. No obstante, Pablo propuso a los militares cubanos canjear armas de fabricación rusa por droga, pero éste negocio nunca se concretó.