Empresas de seguridad acogen a ex guerrilleros y ex "paras" colombianos

Firmas de vigilancia admiten a primeros 24 reinsertados entre los 18 y los 40 años de edad
Los reinsertados recibirán hoy su cartón de auxiliares cívicos, que es en realidad el primer escalón de su preparación en este campo.
Varios años después de haber abandonado las filas de la guerrilla y los paramilitares, ahora serán recibidos por empresas privadas que los someterán a dos meses de prueba, durante los cuales el Gobierno se encargará de pagar su sostenimiento. Al final, estas firmas decidirán si los contratan definitivamente.
En el primer módulo de su capacitación, dictado por abogados, sicólogos y otros profesionales de la Superintendencia de Vigilancia durante 50 horas, los desmovilizados se prepararon en áreas como relaciones humanas, normas legales y seguridad industrial.
Ahora, cada uno deberá elegir el campo en el que se quiere especializar y realizar otros cursos dictados por siete escuelas de seguridad.
Escogerán entre convertirse en guardias, guías caninos, supervisores o vigilantes y escoltas de mercancías, tareas que tendrán que desempeñar sin el uso de armamento, según dijo el coronel Ricardo García, de la Supervigilancia.
El plan, piloto en el país, recoge la propuesta lanzada el mes pasado por el presidente Álvaro Uribe durante la asamblea del gremio de la seguridad privada en Girardot, y es desarrollado por el Programa de Reincorporación del Ministerio de Interior y Justicia.
Los reinsertados, 23 hombres y una mujer, se presentaron hace dos semanas a la primera convocatoria en Bogotá y fueron seleccionados de un grupo de 200 que respondieron al llamado.
Ensayo crucial
La graduación de los primeros desmovilizados en el área de la seguridad privada es en realidad la prueba de fuego para el Programa de Reincoporación oficial, bandera de la actual administración.
En primer lugar, porque el anuncio de poner a ex ‘paras’ o ex guerrilleros en tareas de seguridad ha despertado desconfianza en algunos sectores del país, que no miran con buenos ojos la idea.
Segundo, porque el Gobierno se está jugando algo más que su credibilidad al poner toda su confianza en los reinsertados para que cumplan tareas relacionadas con la seguridad ciudadana, aunque sea en el campo privado.
Lo cierto es que el mercado empresarial de la seguridad parece el más apropiado para estas personas acostumbradas a la vida de las armas. El reto es consolidar una transición adecuada sin riesgos para la sociedad.
Por eso, si este experimento no funciona, será difícil para la administración Uribe manejar en un futuro la situación de los reinsertados, teniendo en cuenta que durante este periodo ya se han desmovilizados 16.596 combatientes de la autodefensas y la guerrilla.
ESTO DIJERON
‘Estoy muy ilusionado’
Julio César* tiene 20 años, esposa, dos hijos y una vida dedicada a la guerra.
Nació en Villanueva (Casanare) y se ‘graduó’ de combatiente a los 14 años, en Monterrey, cuando ingresó al grupo de las autodefensas de ‘Martín Llanos’ o ‘Los Buitragueños.
«Un vecino me habló del grupo y como mi padrastro me trataba mal en mi casa, me fui pa’ la guerra», cuenta.
Hace más de un año decidió retirarse por voluntad propia.
Afirma que hizo el curso de auxiliar cívico porque vio en él una
oportunidad y un medio para sobrevivir con su familia
Aunque está convencido del paso que dio y de la dificultades que le esperan, le preocupa la desconfianza de la gente y le pide comprensión. «Mire–dice con vehemencia–dejé las armas y no las quiero volver a tomar, ni para remedio».
‘Todos no somos iguales’
Vivian* tiene una mirada y una expresión duras, que se van suavizando cuando entra en confianza.
A sus 21 años dice que es más fácil que le pregunten cuándo salió de la guerra, porque el momento de su ingreso se ha perdido en su memoria.
Desde que tiene uso de razón vivió con el conflicto en su natal Mocoa (Putumayo). A los 10 años ya trabajaba como mesera en una discoteca de Puerto Guzmán (Putumayo) y a los 11 se hizo combatiente de las Farc. «Ingresé por venganza. Quería encontrar a los guerrilleros que asesinaron a mi tío y mi hermano para matarlos», dice.
Aunque los conoció, dice que no se vengó. «Eso no sirve. Se vuelve una cadena», afirma. Ahora, reinsertada, tiene una hija de siete meses y esposo. Dice que pone su fe en el trabajo en seguridad. «Espero que nos abran el corazón y no se generalice. Todos no somos iguales».
‘Mi meta es ser del DAS’
Cuando escapó de las Auc, en el 2003, Amaury Andrés creyó que toda su vida se convertiría en una huida constante.
Hoy, cuando hace parte del programa de reinserción y termina el curso de auxiliar cívico, dice que no se arrepiente de haber dejado las armas.
«En las Auc no tenía expectativas, en cambio aquí, en el programa, me han brindado oportunidades», afirma.
Dice que su familia, en Urabá, está tranquila ahora que él ha tomado un camino distinto.
«Ingresé a las Auc luego de terminar el servicio militar, pero me decepcioné, escapé y me presenté en la Fiscalía de Apartadó.
Luego me enviaron a Bogotá y me siento mejor», dice.
Aegura que le gusta trabajar en el tema de la seguridad y su meta es formar parte de una entidad oficial en esa área.
«Desde pequeño–comenta– me gusta el DAS y quisiera ser parte de ese organismo. Espero hacerlo algún día».
*Nombres cambiados por seguridad.
REDACCIÓN JUSTICIA

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