Sam Smyth, columnista del diario de Dublín ‘Irish Independent’, informa en exclusiva para SEMANA cómo, según el gobierno irlandés, las Farc les pagaron un millón de dólares a los tres miembros del IRA Provisional que vinieron a entrenarlos.
Niall Connolly, James Monaghan, y Martin McCauley salieron de la estación de Policía de Dublín, Irlanda, el viernes pasado y su liberacíon fue reseñada por el semanario del Sinn Féin como el regreso de héroes a casa.
Es difícil decir si el gobierno de Irlanda está más enfurecido que avergonzado por los tres miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA, por su sigla en inglés) condenados en Colombia a 17 años de cárcel por entrenar a las Farc en fabricación de explosivos, que se entregaron en distintas estaciones de Policía de Dublín la semana pasada. Hace 15 días, el peso más pesado de los tres, James Monaghan, había anunciado el regreso a casa con sus cómplices y desde entonces la Policía irlandesa no había podido dar con su paradero. Además, todos tuvieron que ser dejados en libertad, mientras los fiscales deciden si les formulan cargos penales.
La situación se ha tornado aun más espinosa después de que por primera vez una fuente de alto rango ha definido tan claramente el carácter mercenario de las relaciones entre el IRA Provisional y los terroristas de las Farc. Fuentes cercanas al ministro de Justicia irlandés, Michael McDowell, revelaron que, mucho antes de que sus tres miembros fueran acusados ante un tribunal de Bogotá, el IRA Provisional había ya les había cobrado a las Farc un millón de dólares por el suministro de tecnología de fabricación de explosivos y bombas.
Es más, oficiales de inteligencia de Irlanda dicen que el dinero pagado por las Farc al IRA no estaba destinado a la compra de armas, sino a financiar su ala política, el Sinn Féin, en las elecciones de 2007. Cuando se anunció un cese del fuego en Irlanda, los marxistas del IRA Provisional contactaron a las Farc a través de los terroristas vascos de la ETA, para venderles sus conocimientos tecnológicos.
A pesar de las explosivas revelaciones y de que el gobierno irlandés declaró públicamente que examinará las leyes de extradición con el propósito de enviar a los tres criminales de regreso a Colombia, en privado los ministros irlandeses no consideran que esto sea verdaderamente probable, dado que no es clara la constitucionalidad de la extradición hacia un país con el cual no hay tratados para ese fin.
Existe un verdadero enojo entre el público irlandés por el hecho de que el IRA esté recibiendo grandes cantidades de dinero por ayudar a convertir los cilindros de gas doméstico en proyectiles mortíferos. No es ningún consuelo que ese dinero ensangrentado sea utilizado por el Sinn Féin en elecciones en vez de compra de armas.
Los principales partidos políticos, tanto del gobierno como de la oposición, sienten repugnancia al pensar en los mercenarios del IRA que viajan al extranjero para enriquecer las arcas electorales, cuando en casa han detenido la máquina guerrera. Mientras los antiguos miembros del IRA prometen trabajar exclusivamente para avanzar en el ámbito político, los narcodineros colombianos estarán alimentando las candidaturas del Sinn Féin. En una reciente declaración en la cual prometían la entrega de armas y explosivos, Gerry Adams, el presidente del Sinn Féin que también es líder del IRA Provisional, dijo que todos los miembros del IRA renunciarían a cualquier actividad ilegal y dedicarían sus energías exclusivamente a la política.
Las Farc están entre los principales exportadores de cocaína colombiana hacia Estados Unidos y Europa y el IRA Provisional ha ejecutado jóvenes irlandeses que vendían narcóticos provenientes del territorio controlado por las Farc. «Constituye un grave acto de hipocresía que el IRA Provisional reciba un millón de dólares de las Farc, y se beneficie con las ganancias de los carteles, para luego ir a ejecutar traficantes irlandeses», dijo un funcionario de alto nivel del Ministerio de Justicia de Dublín.
El IRA estaba en cese del fuego en 2001 cuando envió a los tres hombres: James Monaghan, Niall Connolly y Martin McCauley para que asesoraran a las Farc. Monaghan es un personaje tan importante para el IRA, que la organización voló el Tribunal Especial Antiterrorista de Dublín para liberarlo mientras él estaba siendo enjuiciado, en julio de 1976. Antes de que él diseñara su mortífera arma de lanzamiento de granadas de mortero, cerca de 100 hombres del IRA murieron por utilizar burdos lanzadores de fabricación artesanal. Fue el lanzador múltiple de Monaghan, basado en el sistema de cohetes Katiuska de la Segunda Guerra Mundial, el que permitió asesinar nueve oficiales de Policía en Irlanda del Norte cuando se utilizó por primera vez en febrero de 1985. El punto culminante de la carrera terrorista de Monaghan ocurrió el 7 de febrero de 1991, cuando el entonces primer ministro, John Major, presidía una reunión del gobierno en el número 10 de la calle Downing Street. Un proyectil de mortero lanzado desde un vehículo Ford Transit blanco estacionado cerca de allí, fue a explotar en el jardín, a tan sólo 12 metros del salón donde estaba reunido el equipo gubernamental. Monaghan también organizó dos ataques de mortero contra el aeropuerto de Heathrow, el más concurrido del mundo, en marzo de 1994. Los proyectiles de mortero no contenían detonante, pero la amenaza aumentó el peso negociador del grupo terrorista frente al gobierno británico, lo cual condujo al primer cese del fuego pactado con el IRA.
Monaghan se aburrió durante las treguas del IRA, cuando la dinámica del proceso de paz en Irlanda hizo redundante su saber militar. Se entusiasmó muchísimo cuando le pidieron por primera vez que liderara el grupo del IRA en Colombia a finales de los años 90, el cual fue a entrenar grupos de producción y uso de morteros para las Farc. Lo acompañaron el ingeniero eléctrico McCauley y el representante del Sinn Féin en Cuba, Connolly, un hispanoparlante que actuó como intérprete.
Un analista de seguridad de alto nivel de Dublín dijo que a partir de 2000, la índole de la guerra de guerrilla, las tácticas y las armas utilizadas por las Farc, dentro de las cuales se incluyen las copias de los morteros del IRA, cambiaron la naturaleza de su campaña militar. El analista dijo: «Los dispositivos explosivos perfeccionados por Monaghan y sus socios se han extendido más allá de Irlanda y Colombia y se encuentran ahora disponibles casi en cualquier guerra insurgente del mundo, incluida la de Israel».
Ahora, ¿cuál será la suerte de los tres irlandeses? Se espera que Connolly, quien viajó a Colombia con un pasaporte irlandés falso en 2001, será acusado. Pero, si es condenado, no tendrá que ir a la cárcel por el tiempo que ya pasó en prisión en Bogotá por el mismo delito. Pero ni Monaghan ni McCauley pueden ser acusados, pues los dos viajaron con pasaportes británicos falsos, y el gobierno de ese país hizo saber que no los pedirá en extradición por este delito. No obstante, la Policía irlandesa busca probar que los tres hombres estaban cumpliendo una misión para el IRA cuando viajaron a Colombia y como todavía es ilegal ser un miembro del IRA, este sería un delito.
De otra parte, la presión política de lado y lado se ha hecho sentir. Cuando salieron de las estaciones de Policía, en la mañana del viernes pasado, el semanario de SinnFéin/IRA los exaltó como héroes de regreso a casa. En cambio, su liberación causó un tsunami de furia entre los Unionistas de Irlanda del Norte. El reverendo Ian Paisley, líder unionista, dijo que el gobierno irlandés no tiene sino una opción: arrestar a los hombres y enviarlos de vuelta Colombia.
Y el grueso de la opinión pública irlandesa está hoy más en contra de los tres miembros del IRA. El diario de mayor circulación en Irlanda, Irish Independent, publicó un duro editorial el viernes pasado: «Los pasaportes falsos y cómo fue que regresaron los tres a Irlanda no son temas prioritarios, aunque deben ser resueltos. Mucho más importante es qué estaban haciendo en Colombia, algo que nunca han explicado en forma creíble. El Comité del Congreso de Estados Unidos que estudió el asunto cree que los tres estaban entrenando a las Farc en carros bomba y fabricación de morteros, convirtiendo una campaña que era rural en un baño de sangre urbano». Luego, el editorial concluyó: «Mucho se ha dicho (por el IRA y por Sinn Féin) sobre cómo Colombia es un país corrupto y peligroso, aunque es un país democrático con un poder judicial independiente. Si no vamos a enviar a los tres de vuelta a Colombia, deberíamos hacer que cumplan condena aquí».