Cambio: Katrina desnudó ineficiencia del gobierno de Bush

Lo que no hizo la guerra de Iraq lo está logrando el Katrina: desnudar la ineficiencia del Gobierno de George Bush a medida que aumenta la tragedia en Nueva Orleans.
Cadáveres que flotan dentro de casas abandonadas, calles que son ríos fétidos, actos de pillaje a mano armada, decenas de guardias con orden de matar a los saqueadores, amenaza de epidemias…. Miles y miles de damnificados, cerca de 300 muertos según cifras oficiales, y el temor de que sean más de 10.000; pérdidas por miles de millones de dólares, es el panorama asolador de Nueva Orleans tras el paso, el 29 de agosto, del huracán Katrina.
Un panorama que, pese a que se han reparado algunos diques y a que se iniciado el bombeo de las aguas al lago Pontchartrain, sigue mostrando una ciudad anegada en un 70%, y ha dejado al desnudo la imprevisión oficial. Escandalizados por la ineficiencia del Gobierno y la lentitud con que llegó a los damnificados los estadounidenses empiezan a pedirle cuentas al Presidente.
El mundo señala con dedo acusador y cada vez con más ahínco porque su Gobierno no previó las dimensiones de la feroz depresión tropical e hizo oídos sordos a serias advertencias sobre la posibilidad de que sucediera lo que sucedió.
De mal en peor
La semana pasada, la dimensión del drama creció sobre todo cuando el alcalde de la ciudad, Ray Nagin, dijo que lo peor no había llegado y que bajo los escombros puede haber más de 10.000 muertos. La situación es tan grave que el Equipo de Operaciones Mortuorias de Respuesta al Desastre (Dmort, por sus siglas en inglés) acondicionó un paraje en San Gabriel, entre Nueva Orleans y Baton Rouge, para enterrar a las víctimas. ¿Cuántas serán? Algunos creen que Nagin se queda corto. El jueves pasado se supo que Dmort había pedido 50.000 bolsas plásticas.
Ese mismo día, los damnificados se contaban por miles. Houston, una de las ciudades más importante de Texas, recibía 30.000 víctimas de la vecina Luisiana, de las cuales había 16.000 en el famoso estadio Astrodome. En Dallas, había 24.000 y en San Antonio casi 14.000. Sobreviven con lo puesto. Los vientos del Katrina las dejaron sin nada. En Nueva Orleans la crisis sanitaria alcanzaba cuotas insospechadas. El viernes pasado, guardias nacionales desalojaban por la fuerza a los 11.000 habitantes que se negaban a abandonar los restos de la ciudad. No había alternativa: el riesgo de contraer el cólera o la disentería estaba ahí.
Los daños causados por el Katrina pueden superar los 100.000 millones de dólares.
A semejante drama se sumó un dato que estremeció a los economistas: los daños causados por el Katrina pueden superar los 100.000 millones de dólares, lo que implica que el crecimiento de la economía se reducirá 1% este año –el estimado era 3,7%–. Se calcula que 400.000 afectados han quedado sin trabajo y la NASA anunció la suspensión del lanzamiento del trasbordador espacial Atlantis, prevista para marzo de 2006, porque el huracán acabó con la planta que ensambla los tanques de combustible externos. Pero lo más grave es que pararon de operar numerosas plataformas petrolíferas del Golfo de México, por lo que el suministro de gasolina se redujo a su mínimo histórico en los últimos cinco años. Para rematar, el precio promedio del galón subió a 3,03 dólares. De ahí que Bush haya tenido que echar mano de las reservas estratégicas de petróleo. El huracán obligará a Bush a rediseñar su agenda económica, pronosticó The New York Times y acertó.
Ante la crisis, Bush pidió al Congreso 52.000 millones de dólares adicionales a los 10.000 millones ya aprobados, y anunció una investigación «para averiguar lo que se hizo bien y lo que se hizo mal». Sin embargo, los estadounidenses parecen tenerlo claro, como lo demuestra el hundimiento de la popularidad del Presidente y la convicción de más del 50% de los encuestados por Zogby America, de que las cosas están «muy mal».
Corte de ineptos
A los norteamericanos los escandaliza saber que el Gobierno no prestó la menor atención a las denuncias, fotografías incluidas, que formuló la National Geographic sobre el mal estado de los diques de contención de las aguas del lago y del río Mississipi. Y aún más. El revés de Bush en los sondeos no sólo se explica por haber llegado tarde a la zona del desastre, sino también por los datos escalofriantes que revelan la imprevisión oficial ante fenómenos naturales como el Katrina. Hace ocho días, se supo en Washington que Michael Brown, responsable de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), tardó horas en sugerirle a su jefe, el secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, que enviara 1.000 trabajadores a la zona afectada por el huracán.
La visita de Cheney despertó sospechas: ¿fue para garantizar contratos para Halliburton?
¿Por qué la demora? La respuesta la dio Bruce Baugham, director de Agencia de Gestión de Emergencias de Alabama y ex alto funcionario de la FEMA, quien declaró a Newsweek que ninguno de los dos directores que han pasado por la FEMA en el Gobierno de Bush era apto para el cargo: Joe Allbaugh fue gerente de la campaña presidencial de Bush en 2000, y Michael Brown, amigo de infancia del Presidente, venía de ser comisionado de la Asociación Internacional de Caballos Árabes. «Es como nombrar al frente del ministerio de Justicia a alguien que no tiene una hoja de vida en cuestiones legales, o como encargar del FBI a alguien que no sabe de servicios secretos», dijo. Y denunció que el presupuesto para luchar contra los desastres naturales se ha reducido al mínimo. Mientras el gasto anual para el sostenimiento de oficinas federales y estatales para combatir el terrorismo es de 1.100 millones de dólares, el que se destina a los despachos encargados de hacer frente a los fenómenos de la naturaleza no pasa de 170 millones.
Un asunto inaceptable para los estadounidenses que acaban de enterarse del costo mensual de la guerra en Iraq, cerca de 6.000 millones de dólares mensuales, cifra que, guardadas las proporciones, supera los gastos en la guerra de Vietnam. Por si fuera poco, les parece intolerable que los miembros de la Guardia Nacional que hicieron falta en Nueva Orleans pudieran estar en Iraq. La relación es inevitable. «Nueva Orleans es Bagdad bajo el agua», dijo con sorna John Breaux, ex senador de Luisiana.
Mal, muy mal
Bush ha reaccionado mal en todo sentido. Aparte de que se lo vio despreocupado, tras unas vacaciones en Wyoming y la compra, según se ha informado, de una finca de 2,9 millones de dólares en la bahía de Chesapeake, cerca de Washington, ni siquiera le salió bien enviar a Nueva Orleans a su vicepresidente, Dick Cheney. No faltaron las sospechas de que Cheney llegaba para garantizar que Halliburton, donde trabajó varios años y que tiene contratos en Iraq, haga lo propio en Luisiana. justo cuando Cheney aterrizaba en la ciudad, los expertos de la empresa evaluaban los daños. Nadie duda de que el Gobierno federal la contratará para tareas de reconstrucción, y por eso las acciones de la firma sufrieron un alza impresionante en la bolsa de Nueva York la semana pasada. «Quizá el señor Cheney irá a Nueva Orleans a cazar saqueadores –escribió la sarcástica columnista Maureen Dowd de The New YorkTimes–. O quizá para asegurarse de que los contratos lucrativos de Halliburton serán a prueba de agua».
Y como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, Bush ha tenido que pasar un rato amargo con las críticas de los ecologistas que no le perdonan que en 2001 se negara a firmar el Protocolo de Kyoto sobre reducción de las emisiones de gases tóxicos, como el dióxido de carbono, de las que Estados Unidos es el mayor productor y que son en gran medida causantes del incremento en la cantidad e intensidad de los huracanes. «Es muy posible que en el futuro próximo se repitan huracanes tan devastadores como el Katrina -explica Florenci Rey, un conocido meteorólogo europeo-. Hoy hablamos de unos seis u ocho grandes huracanes al año, pero si la atmósfera sigue calentándose por culpa de las emisiones, podríamos estar ante depresiones tropicales más frecuentes y dañinas». Pero lo más angustioso, según Rey, es que si todos los países el mundo, incluido Estados Unidos, redujeran mañana mismo las emisiones, la atmósfera sólo registraría ese cambio dentro de 20 años. El daño está hecho y como escribió el columnista de The New York Times, Thomas Friedman, «el Katrina destruyó una ciudad y una Presidencia».
La paradoja económica
Es paradójico pero lo cierto es que en las zonas que sufren desastres naturales, la economía se reactiva con rapidez debido al chorro de inversión pública que llega. Así lo explicaba hace pocos días el prestigioso diario londinense Financial Times a propósito de los destrozos causado por el huracán Katrina.
Curiosamente, uno de los ejemplos en este tipo de episodios que ha dado la BBC, es el de la ciudad colombiana de Armenia, donde el 25 de enero de 1999 un terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter causó 1.185 muertos, 8.523 heridos y dejó medio millón de damnificados. La BBC destaca además, que, según el Banco Mundial, el Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec) fue ejemplo de «transparencia, eficiencia y participación social».

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