Juan José Dalton/Corresponsal
El Universal
Miércoles 28 de septiembre de 2005
San Salvador.- Mencionar la palabra kaibil en Guatemala, y más extensamente en Centroamérica, produce temor más que orgullo. La guerra civil recién finalizada en Guatemala fue la culpable de identificar al kaibil con el terror y no con el símbolo de resistencia indígena que tuvo frente al conquistador español en los territorios mayas durante el siglo XVI. Kaibil Balam fue un legendario príncipe o cacique maya que se opuso al invasor; su nombre se traduce como «el estratega que tiene la fuerza y la astucia de dos tigres».
Pero en plena guerra civil el nombre de la leyenda histórica es retomada por el ejército guatemalteco para fundar en 1975 la Escuela de Comandos Kaibil, donde se preparaban a las tropas de élite de la contrainsurgencia. El que salía de este centro de entrenamientos se convertía en un kaibil, cuyo lema principal decía: «Si avanzo, sígueme; si me detengo, aprémiame; si retrocedo, ¡mátame!».
En el Bosquejo histórico de la Escuela de Comandos Kaibil , se dice que el propósito de los entrenamientos era «incrementar la mística de combate, compañerismo, iniciativa, agresividad, lealtad y disciplina», pero dos analistas reconocidos de Guatemala, como Haroldo Shetemul, dice que los kaibiles son «máquinas para matar», mientras Ileana Alamilla afirma que «fueron las tropas élite de la contrainsurgencia; los oficiales estaban ligados a las unidades de inteligencia y eran sanguinarios. En los entrenamientos los hacían matar y comer gallinas vivas».
Un jefe rebelde, Celso Humberto Morales, reconoció la fiereza de los kaibiles, sus enemigos: «En el combate eran los soldados más sanguinarios y desalmados».