Capo mexicano revela sus secretos

Como parte de la serie «Yo desafío» sobre individuos que han desafiado a la autoridad en distintas partes del mundo, René Enríquez, un ex cabecilla de la Mafia Mexicana y las pandillas que operan en las cárceles estadounidenses, habla sobre su experiencia como mafioso y su decisión de renunciar a la organización.
René llegó hasta los más altos niveles de la Mafia Mxicana.
En una vieja fotografía de su arresto, René Enríquez aparece desafiante, con su historial criminal estampado sobre su torso.
Un tatuaje en su pecho clama por atención: es una mano negra, símbolo de una de las pandillas más violentas de Estados Unidos: la Mafia Mexicana.
René, de 43 años de edad y conocido antes como «Boxeador», fue alguna vez considerado como el capo de la Mafia Mexicana y ahora está pagando varias cadenas perpetuas por asesinatos cometidos en nombre de la banda.
Durante cerca de 20 años, nada detuvo a René en su ascenso de matón callejero a máximo líder de su pandilla.
Mató a muchos con sus propias manos, ordenó el asesinato de otros, dirigió una sofisticada red de tráfico de drogas, lavó dinero y comandó a miles de miembros de la banda.
Notablemente, René cometió muchos de estos crímenes cuando ya se encontraba en una de las más temidas prisiones de alta seguridad de EE.UU., gracias a un complejo sistema de comunicaciones y subterfugios.
Sin embargo, después de años de esta clase de vida, decidió abandonarla.
«Era uno de los líderes de la Mafia Mexicana hasta que un día decidí que ya era suficiente y deserté», explica.
Respeto
Matar al «Boxeador» fue muy difícil. Es lo único que sabía hacer. Era mi identidad
René Enríquez
La Mafia Mexicana está entre las cinco grandes bandas que pusieron de cabeza el sistema judicial californiano al operar, casi con total impunidad, desde las cárceles.
California tiene el mayor sistema carcelario de Estados Unidos, con 160 mil internos. Por años, las bandas controlaron ventas de drogas, extorsiones y otras actividades criminales desde las prisiones.
«Tu posición en su vecindario se elevaba de inmediato apenas salías de la cárcel», dice René, quien su unió a la pandilla cuando era un adolescente.
«Las chicas se enamoraban, los hombres te respetaban y tú aprendías mucho en la «cana». Es algo loco, pero es así», dice.
Rene asegura que se volvió adicto a la violencia.
«Mientras más muertos tengas bajo el cinto, más ferocidad te atribuye la gente. Y más grande te vuelves».
Aislamiento
Las pandillas en las prisiones estadounidenses operan casi en la impunidad.
A medida que las sentencias se hacían más duras, las prisiones se llenaban y las bandas crecían. Entonces empezaron a extender sus tentáculos a las calles, para incrementar su poder y ganancias.
El estado de California respondió separando a los líderes de las bandas -como René- en aislamiento casi completo. Él estuvo encerrado durante trece años, solo, en unas celdas sin ventanas y con derecho a solo una hora de ejercicio solitario en un corral de concreto.
Pero, en lugar de «resquebrajarse», el compromiso de René con su banda aumentó y aprendió códigos secretos complejos para comunicarse con otros miembros de las bandas y con el mundo exterior.
Adoptó la dura rutina de ejercicios físicos que realiza la pandilla y se sumergió en el estudio, leyendo centenares de libros sobre filosofía, liderazgo, corporaciones modernas e historia militar.
También aprendió a controlar el miedo bajo las condiciones más extremas. Sin embargo la vida en confinamiento solitario cobró lo suyo. Y la banda se hundió en disputas internas.
Para un exhausto René, la gota que rebosó el vaso fue cuando algunos miembros de su banda propusieron atacar a las familias de los integrantes de pandillas rivales.
«Ahí me di cuenta que era el momento de retirarme», dice. «Pero ‘matar’ al «Boxeador» fue muy difícil. Es lo único que sabía hacer. Era mi identidad».
«Estaba muy avergonzado de abandonar la organización, a la que le había dedicado mi vida. Por la que había matado. Estaba dejando atrás 20 años de mi vida adulta». agrega.
Traición
Si alguna vez tienen la oportunidad, van a matarlo por lo que hizo
Robert Marquez, investigador de pandillas
En la cultura de las pandillas, la deserción es la peor deslealtad. Cualquiera que se retire se arriesga a ser asesinado por otros miembros de la banda.
Para poder salir de la prisión de máxima seguridad, René se vio obligado a traicionar a sus camaradas y a revelar a las autoridades sus secretos más íntimos.
La información que proporcionó fue vital para procesar judicialmente a los principales integrantes de la Mafia Mexicana, para entender cómo la banda infiltró otras organizaciones y cómo manipuló las reglas del sistema penal.
Sin embargo, también lo puso en la lista negra de la pandilla.
«Se convirtió en su prioridad número uno», dice el experto en pandilla Robert Márquez, del Departamento Correccional Californiano. «Si alguna vez tienen la oportunidad, van a matarlo por lo que hizo».
René vive ahora en la Prisión Estatal Lancaster, una cárcel especial situada al norte de Los Ángeles, en el desierto de Mojave, y diseñada especialmente para proteger a integrantes de pandillas que han decidido desertar.
Ahí trabaja con un grupo de prisioneros para la educación de niños sobre lo que significa ser miembro de una pandilla y ayuda a las autoridades a mejorar su conocimiento sobre la Mafia Mexicana.
Las esperanzas de René están puestas en la posibilidad de obtener la libertad condicional. Pero la redención no es una tarea fácil, particularmente por su historial de crímenes.
«La verdad es que creo que voy a morir aquí», dice. «Creo que nunca podré salir».

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