La muerte de una vecina en manos del hampa de Ciudad Alianza, en el estado
Carabobo, marcó en 1989 el inicio de uno de los más exitosos programas de seguridad
vecinal del país, en el cual se conjugan la actividad preventiva y represiva, a partir de la
actuación en equipo de la policía, la prefectura y la comunidad. Cuando conocemos la
historia de esta experiencia, podemos comenzar a creer que sí es posible lo que tantas
veces hemos escuchado: la seguridad depende de una adecuada labor preventiva
desde la comunidad organizada y del trabajo conjunto con su policía a la que le
corresponde la parte represiva. Pero nos percatamos de algo más: el éxito de un
programa de seguridad vecinal, como de cualquier otra actividad o gestión comunitaria,
depende del grado de organización que alcance la comunidad para buscar mejorar su
calidad de vida. A veces el problema es sólo una excusa para organizarse y empezar a
soñar con vivir mejor.
«…Luego del lamentable incidente de la muerte de la vecina comenzamos a tratar de
diseñar una serie de estrategias, una serie de normas de seguridad”, recuerda Omaira
Ibarra, líder vecinal y fundadora de esta iniciativa. “Allí se produjo una participación que
fue hermosísima. En diciembre de 1989 creamos el «Frente Antihampa». Eso era lo más
bravo que podía existir, porque éramos los vecinos, indignados «.
Omaira Ibarra combina muy bien en su personalidad un recio carácter y una dulzura sin
poses, mientras habla sin puntos ni comas. «Logramos en esta etapa el apoyo de los
Bomberos de Guacara, la Brigada Voluntaria de Tránsito, los militares retirados que
viven en la comunidad y se hizo una reunión en la Casa de la Mujer, de donde surgieron
una serie de ideas. Entre éstas, montar una reunión con los vecinos para conocer las
diferentes maneras en que se presentaban los delitos en sus sectores, sus
características. Fue así como la gente rompió el miedo, el silencio».
El famoso sistema de alarma con silbatos, fue la última etapa del programa. «Cuando la
comunidad ya estaba organizada, adoptamos una estrategia de alarma con silbatos. El
silbato no sólo nos ha servido como alarma, sino también como medio para buscar
apoyo cuando se han presentado emergencias, como un enfermo o un accidente».
El secreto para el éxito de esta experiencia, ha sido la clara definición de metas de las
mujeres líderes de este proceso, Omaíra Ibarra y Luby Chacín. Por otra parte, han sido
determinantes el apoyo de la actual gestión gubernamental, la creación de las
prefecturas, los decretos para prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en la vía
pública y la atención prestada al desempeño de los cuerpos policiales, además de la
creación de los Centros Policiales de Atención Inmediata. Lo que demuestra la
necesidad de apoyar el esfuerzo de los ciudadanos, sin intervenir ni invadir sus
dinámicas, sino apuntalando las gestiones que la comunidad misma diseña y desarrolla.