El 31 de octubre de cada año se celebra con bombos y platillos el aniversario del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el organismo de inteligencia más importante del país. Se reparten medallas y el Presidente de la República condecora a los mejores hombres. Pero este año será diferente. La fiesta para conmemorar los 52 años de su creación no podía ser más amarga. Sólo se habla del escándalo generado por la pelea entre el director, Jorge Noguera, y su número dos, José Miguel Narváez. El enfrentamiento entre los dos más altos funcionarios terminó sacando a la luz pública un secreto a voces: la penetración paramilitar dentro de la institución.
La crisis que rompió ese silencio se desencadenó al conocerse dos episodios que comprometían al director de inteligencia del DAS, Enrique Ariza, en actos de corrupción relacionados con narcotraficantes y paramilitares. Los detalles dejan al descubierto el monstruo de cien cabezas en que se ha convertido el organismo de seguridad que reporta a la Presidencia de la República.
La pelea entre los ‘duros’ del DAS se inició cuando Carlos Moreno, un detective declarado insubsistente hace dos meses, contactó al subdirector Narváez para contarle de un asunto de la mayor gravedad. Según Moreno, el director de inteligencia le había ordenado comprar un expediente contra el temido narcotraficante Wílber Varela a un fiscal, por cinco millones de pesos. Varela es señalado por las autoridades como uno de los más poderosos narcotraficantes del norte del Valle del Cauca. El detective Moreno cumplió la orden y el expediente fue a parar a manos del capo. Pero, una vez fue sacado del DAS, amenazó con denunciar el hecho ante un fiscal, a cambio de que lo reintegraran. Pero, en forma imprevista, el lunes de la semana pasada Moreno se retractó de las acusaciones. Ya era tarde. Su denuncia había sido grabada clandestinamente y está hoy en manos de la justicia.
La decisión del subdirector Narváez de denunciar la situación al fiscal general, Mario Iguarán, no le cayó bien a su jefe Noguera y provocó el primer encontrón entre los antiguos aliados. Narváez, que llevaba cuatro años como subdirector y 18 en la institución como asesor, era una de las fichas de Noguera en el DAS.
Lo bola de nieve siguió. Hace tres semanas, el subdirector del DAS recibió una grabación en la que dos detectives, Helmer Orlando Vargas, de 33 años y Andrés Hoyos Duque, de 27 años, hablaban informalmente sobre sus planes de vida hacia el futuro. En la charla, Vargas le dice a Hoyos: «Tenemos un proyecto con el doctor Ariza de montar una sala técnica privada al servicio de los paramilitares, patrocinada por ‘Macaco» (ver facsímil). Alias ‘Macaco’ es Carlos Mario Jiménez, jefe del Bloque Central Bolívar, una de las facciones más poderosas dentro de las AUC, y próxima a desmovilizarse.
Con semejante ‘bomba’ en sus manos, Narváez optó por contarle al director del DAS. Como en los dos hechos salía comprometido Enrique Ariza, un hombre de toda la confianza de Noguera, se produjeron acaloradas conversaciones con Narváez. El caso pasó a manos de la oficina de Control Disciplinario Interno, una especie de minifiscalía que les abre un proceso a los detectives. En el interrogatorio, el detective Hoyos revela que grabó clandestinamente a su compañero Vargas por instrucciones de una funcionaria de la seccional de Caldas, quien posteriormente le entregó la cinta a un asesor de Narváez. Y dijo que lo único que pretendía era que le reconocieran esa misión para lograr su traslado a Manizales.
Al destaparse el escándalo, el director del DAS dijo públicamente que se trataba de un complot en su contra, mientras el subdirector se arropó en que su conciencia lo obligaba a denunciar esas irregularidades. Al final, los tres hombres fuertes de la entidad, Noguera, Narváez y Ariza terminaron saliendo del organismo y el gobierno encargó de la dirección al viceministro de Defensa, Andrés Peñate.
El ‘caso Ariza’, sin embargo, lejos de ser excepcional parece ser la norma en el DAS. Los escándalos han proliferado en los últimos años (ver recuadro) y por ello a muchos les quedó la sensación de que no se estaba contando toda la verdad de lo que realmente está sucediendo. Y no están equivocados. SEMANA revela pruebas que ilustran cómo las autodefensas han infiltrado a todo nivel el principal organismo de inteligencia del país.
‘Nuestra misión:
proteger a ‘Salomón»
A las 12:20 del lunes primero de agosto, un hombre conocido con el alias de ‘Salomón’ llegó hasta una cafetería localizada en la calle 73 con carrera novena en Bogotá. Era uno de los hombres de confianza y la mano derecha de Carlos Hernán Hernández Giraldo, alias ‘El Pájaro’, jefe de un grupo de las autodefensas de Cundinamarca. Este paramilitar es investigado por múltiples homicidios, narcotráfico y por haber protegido a algunos de los capos más buscados del cartel del norte del Valle.
El ex director del DAS, Jorge Noguera, asegura que el escándalo que desencadenó su salida se basó en un montaje del ex subdirector de esa entidad José Miguel Narváez
Según un detective ‘Macaco’ , el jefe del Bloque Central Bolívar -(BCB)- de las autodefensas, tendría su oficina privada con los servicios de inteligencia del DAS
Desde hace más de un año, ‘El Pájaro’ y ‘Salomón’ están en la mira de la Policía y la DEA. Pero eso no fue un impedimento para que ‘Salomón’ llegara a su cita ese lunes en el norte de Bogotá y se movilizara libremente por la capital, a pesar de ser uno de los hombres más buscados. No tenía miedo de que lo capturaran. Y no tenía por qué tenerlo. Seis hombres fuertemente armados lo estaban custodiando. Cuatro, ubicados sobre la carrera novena, estaban en una camioneta Toyota con vidrios polarizados. Y dos más estaban en un taxi Mazda estacionados sobre la calle 73.
El asunto no tendría importancia de no ser porque la camioneta y el taxi eran del DAS. Y los hombres que protegían al paramilitar ‘Salomón’ eran detectives activos de la institución. Cualquiera que los hubiera descubierto pensaría que estaban haciendo operaciones de inteligencia para el servicio del Estado. Pero no era así. «Les trabajaban a los paramilitares. Su misión era garantizarle a ‘Salomón’ que no fuera capturado por la Policía», dijo un detective del DAS que pidió no revelar su nombre.
Esto ocurre cada vez que ‘Salomón’ o sus hombres salen de las montañas y se mueven en zonas urbanas. Varios hombres del DAS están ahí para protegerlos.
Las ‘oficinas’
Entre febrero de 2003 y junio de este año, los vecinos de uno de los barrios que están cerca del puente Luis Ignacio Andrade, sobre el río Magdalena, en el municipio de Honda, tuvieron que acostumbrarse a una situación inusual en una de las casas del sector. La vivienda había sido alquilada por personas a quienes nunca conocieron. Lo extraño es que durante esos meses se volvió cotidiano que al lugar llegaran hombres en diferentes carros. Permanecían pocos días y entraban y salían del lugar. De un momento a otro desaparecían. La casa quedaba sola durante semanas y varias veces se repetía la situación. «El sitio fue alquilado por una gente del DAS a comienzos de 2003. Era un lugar central a donde podía llegar muy fácil toda la gente de diferentes lugares del Magdalena Medio. Como Honda es un centro turístico, era ideal porque el movimiento de personas diferentes se podía esconder. La casa servía como centro de acopio en donde se llevaban armas y municiones. Se dejaban escondidas adentro y varios días después llegaba alguien y las trasteaba. Aparte de caleta, lo importante es que allá nos reuníamos con los muchachos de operaciones del DAS, Cundinamarca, e intercambiábamos datos», le dijo a SEMANA un teniente retirado del Ejército que desde finales del año pasado trabaja al servicio de los paramilitares de ‘El Pájaro’. «Ellos nos decían, por ejemplo, por dónde iba a haber operativos de la Policía, el Ejército o de ellos mismos. A cambio, unas veces se les daba plata o se les decía por dónde se movía la guerrilla o quiénes eran guerrilleros en determinados lugares. Esa casa sólo funcionaba para esas cosas a diferencia de lo que pasa con la de Girardot, que se usa más para instalar, por períodos cortos, los equipos de monitoreo de comunicaciones», explica.
El jefe paramilitar Luis Eduardo Cifuentes, alias ‘El Águila’, y el narcotraficante Carlos Robayo, alias ‘Guacamayo’ obtuvieron documentos reservados y favores por parte de miembros del DAS
En septiembre de 1999, la Porcuraduría y el CTI descubrieron que en esta casa en Bogotá funcionaba una oficina paralela del DAS
Para tratar de acabar la crisis, el presidente Álvaro Uribe nombró al viceministro de Defensa, Andrés Peñate, como director encargado del DAS. Y no descarta eliminar este departamento administrativo
La existencia de ese tipo de casas en donde funcionan una especie de oficinas paralelas no es nuevo en la historia del DAS, aunque revivió la semana pasada debido al escándalo de Ariza. Uno de los pocos casos que han llegado a la luz pública y en el que quedó en evidencia el uso de esas ‘oficinas paralelas’ ocurrió en septiembre de 1999. Una investigación de la Procuraduría General de la Nación y el CTI de la Fiscalía descubrió que en diferentes sectores de Bogotá, el DAS tenía varias casas desde donde se efectuaban interceptaciones ilegales de teléfonos. Los investigadores encontraron que en algunas de las residencias había aparatos de interceptación de líneas telefónicas y equipos programados para intervenir celulares. El escándalo le costó en ese entonces el puesto al director de Inteligencia, al jefe de Contrainteligencia, al coordinador de la sala técnica, al coordinador de asuntos internos y al coordinador de estudios de seguridad de la época. Aunque varios años después el fiscal Luis Camilo Osorio precluyó la investigación a favor de los funcionarios del DAS involucrados en el escándalo, el caso sí dejó en evidencia ante la opinión pública la existencia de casas non sanctas que los detectives llaman ‘oficinas satélites’.
«Es normal que se usen casas como fachadas para realizar labores de inteligencia. En la mayoría de los casos, el director general o incluso el de una seccional no está enterado de que existen, cuántas son o dónde están. Una de las divisiones del DAS puede hacer uso de ese recurso sin necesidad de que otras divisiones estén enteradas. Por ejemplo, la dirección de inteligencia puede tener una de esas casas y la dirección operativa desconoce que eso ocurre. El problema es que nadie tiene un control real sobre la utilización de esas casas y eso se presta para todo tipo de cosas, algunas de ellas por fuera de la ley», explicó a SEMANA un ex director de inteligencia del DAS que pidió mantener su nombre en reserva.
Desafortunadamente, en el interior del DAS se sabe que muchas de estas oficinas, como en el caso de Honda, están hoy al servicio de los paramilitares, y algunas otras, del narcotráfico. ?
El vuelo de ‘El Águila’
En abril del año pasado, mucho antes de anunciar su intención de desmovilizarse y de ingresar al proceso de paz entre los paramilitares y el gobierno, Luis Eduardo Cifuentes, alias ‘El Águila’, era uno de los comandantes paramilitares más buscados por la Fuerza Pública. En su contra la Fiscalía adelantaba varios procesos y se había convertido en un objetivo de las agencias antinarcóticos. En los primeros días de ese mes, la DEA y la Policía antinarcóticos habían planeado un operativo para capturarlo. Sabían que se encontraba en su finca La María, cerca del corregimiento Teherán, en el municipio de Puerto Salgar. Tres helicópteros Black Hawk en los que iban 30 hombres de la Policía despegaron de la base antinarcóticos en Mariquita para tomarse la finca, sorprender a ‘El Águila’ y arrestarlo.
Sin embargo, casi en el mismo instante en que los helicópteros alzaron vuelo, el jefe paramilitar recibió una llamada en su casa para advertirle lo que iba a pasar. ‘El Águila’ alcanzó a escapar. Cuando los helicópteros llegaron al lugar, ya no había nadie. A finales de ese mes y cuando ya no había peligro de que las autoridades lo volvieran a buscar en ese lugar, ‘El Águila’ regresó a su finca ubicada en la mitad de las montañas. En el quiosco en donde tiene una rockola y un bar al lado de su piscina, el jefe paramilitar estaba reunido con la persona que lo había llamado para advertirle del operativo. Era el jefe de una de las divisiones operativas del DAS. Como se trataba de un funcionario de alto rango en el DAS, tenía contacto permanente con sus colegas de otras entidades del Estado y acceso a información clasificada. «‘El Águila’ estaba muy agradecido por el favor. Se armó una pequeña fiesta y por el favor, (la llamada) el del DAS, recibió cinco millones de pesos», le dijo a SEMANA un testigo de esa reunión.
A finales de junio de ese mismo año, la Policía y la DEA efectuaron un segundo operativo contra ‘El Águila’ y ocurrió lo mismo. El jefe paramilitar logró escapar por segunda vez. De nuevo la recompensa fue por otros cinco millones de pesos para los funcionarios del DAS. Pero les encargó la misión de averiguarle los nombres y datos personales de los oficiales que estaban tras él. Varias semanas más tarde, ‘El Águila’ recibió de los hombres del DAS toda esa información. «Los del DAS se molestaron porque por esa vuelta sólo les pagaron dos millones de pesos», le dijo a SEMANA el testigo presencial de ese pago. «Unos días después, los compensó y les entregó unos fusiles viejos que después aparecieron en las noticias como un operativo del DAS en el que habían encontrado una caleta de armas de las autodefensas», recuerda el testigo.
‘Favores’ como estos eran comunes entre ‘El Águila’, otros jefes paramilitares del Magdalena Medio y el DAS. Datos clave como la evolución de los procesos de los paras en la Fiscalía, en los juzgados o conseguir antecedentes, direcciones o datos personales de las personas era la tarea «Esos favores eran recompensados por sumas entre uno y dos millones de pesos». Pero los paramilitares no eran los únicos beneficiados con ese tipo de ‘favores’ de altos funcionarios y detectives del DAS.
Encuentro con narcos
A mediados de junio de 2004, Carlos José Robayo llegó hasta uno de los restaurantes ubicados en el parque de la 93 en Bogotá. Conocido con el alias de ‘Guacamayo’, era nada más y nada menos que el jefe del grupo sicarial y el hombre de mayor confianza de Diego Montoya, alias ‘Don Diego’, uno de los capos del cartel del norte del Valle. Su presencia en el lugar tenía como fin entregar una detallada lista con los nombres de los socios, amigos, familiares y testaferros de su archienemigo Wílber Varela, alias ‘Jabón’. «Llegó con una especie de organigrama escrito a mano en la que debajo de ítems como brazo financiero, testaferros o sicarios, aparecía una serie de nombres sin mayores datos», contó a SEMANA el hombre que sostuvo la reunión con ‘Guacamayo’. «Cuando le pedí que nos diera datos más puntuales sobre las personas de la lista, como direcciones, fotos, huellas o antecedentes, él cogió su celular e hizo una llamada. Unas dos horas después llegó hasta el sitio un muchacho que yo conocía de tiempo atrás del DAS y me entregó un sobre. En papelería oficial del DAS estaban las fotos, los requerimientos judiciales y los registros dactilares de la mayoría de los de la lista», afirmó el testigo.
Estos casos muestran en blanco y negro la cruda realidad del DAS, una entidad difícil de dirigir por la información de inteligencia que maneja y el poder que ostenta. Hoy por hoy, está fuera de control y ha sido penetrada en varios de sus brazos estratégicos por los paramilitares. Es un tema de extrema gravedad y que compromete la seguridad nacional.
Para el presidente Álvaro Uribe, que incluso antes de posesionarse tuvo que afrontar acusaciones de vínculos con los grupos de autodefensa, el escándalo no podría ser peor para su gobierno. Por un lado, se borraron de un tajo los esfuerzos de los últimos meses encaminados a mejorar su imagen y la del país en el ámbito internacional. La credibilidad del gobierno en el tema paramilitar quedó maltrecha. Igual ocurrió en la política local. Se generó de nuevo una desconfianza sobre la trasparencia de la campaña electoral del próximo año y dudas sobre la capacidad del DAS para garantizar la seguridad de los centenares de candidatos. En la Casa de Nariño la crisis del DAS fue un baldado de agua fría para la euforia que había despertado el fallo de la Corte Constitucional sobre la reelección.
Por eso, cuando estalló el escándalo Uribe no dudó en coger el toro por los cuernos y salir de toda la cúpula. Se habla ahora de una gran reforma que consiste en dejar al DAS adscrito al Ministerio de Defensa. Y en cabeza del ministro Camilo Ospina estaría la responsabilidad de sanear la institución y escoger a un ‘superagente’ a prueba de todo. Ese reto ya se lo han propuesto otros gobiernos y han fracasado. Los últimos ocho jefes del DAS han salido quemados. El próximo tendrá que correr ese riesgo. La crisis del DAS no se conjura con la salida de tres directivos.