Hincha británico de comportamiento violento y agresivo.»
El fútbol es utilizado por algunos seguidores como una «excusa» para canalizar su agresión.
Así define la Real Academia Española el término hooligan, una palabra inglesa que se volvió tristemente conocida en muchos otros idiomas a partir de los años 60.
Al español también llegó: el concepto y su aplicación práctica se hicieron todavía más populares en toda América Latina bajo el término de Barras Bravas.
Al analizar el fútbol como herramienta para resolver conflictos sociales, el fenómeno de los hooligans pone precisamente de relieve la versatilidad de este deporte, utilizado por algunos seguidores como «excusa» para canalizar su agresión.
El origen
La gente cree que el «hooliganismo» es algo relativamente reciente, de las últimas tres o cuatro décadas. Pero como explicó a la BBC la antropóloga Liz Crowley, de la Universidad de Manchester, no se trata de un fenómeno nuevo.
Siempre ha existido un tipo de violencia relacionada con el deporte, y sobre todo relacionada con el fútbol
Liz Crowley
«Siempre ha existido un tipo de violencia relacionada con el deporte, y sobre todo relacionada con el fútbol», apuntó.
En efecto, el balonpié ha sido asociado a eventos violentos desde sus orígenes en la Inglaterra del siglo XIII, cuando los partidos involucraban a cientos de jugadores y se convertían esencialmente en campos de batalla donde se enfrentaban las juventudes de los pueblos rivales.
El origen del término hooligan es incierto, pero se cree que apareció en un infome de la policía de Londres que data del 1898.
Otra de las teorías que explican el origen de la palabra argumenta que el nombre viene de un gamberro irlandés que vivía en Londres, apellidado Hooligan.
Presencia temprana
Según Crowley, varias investigaciones muestran evidencias bien tempranas de violencia en el fútbol. «Por ejemplo, un partido entre el Liverpool y el Manchester United tuvo que ser suspendido después de media hora de juego debido a la violencia en las gradas. Éso fue en 1912».
Aún siendo un fenómeno harto conocido, fue a partir de los años 60 cuando el «hooliganismo» se convirtió en un problema, y fue en particular durante la década de los 80 cuando las dimensiones de tal problema se salieron de órbita.
Por aquel entonces los hooligans se convirtieron en el símbolo del fútbol inglés. «Hubo una época en que estuvo de moda ser hooligan, o parecer hooligan», dijo Crowley.
TRAGEDIAS EN EL ESTADIO
1989, estadio de Hillsborough (Shefield, Inglaterra): al menos 93 personas murieron durante una semifinal de la Copa FA que enfrentaba al Liverpool y al Nottingham Forest
1985, estadio de Heysel (Bruselas, Bélgica): 39 personas mueren durante la final de la Copa de Europa, que enfrentaba a la Juventus frente al Liverpool
Inglaterra «lideró» sin duda el movimiento, que provocó varias tragedias, como la que tuvo lugar en el estadio de Hillsborough, en Sheffield, Inglaterra, en 1989, donde murieron al menos 93 personas durante una semifinal de la Copa FA, que enfrentaba al Liverpool y al Nottingham Forest.
Cuatro años antes, en el estadio belga de Heysel, en Bruselas, murieron 39 personas durante la final de la copa de Campeones de Europa, que enfrentaba a Juventus y Liverpool.
Como ocurrió con tantas otras modas inglesas -de índole más pacífica-, el comportamiento de los hooligans fue también modelo de exportación para los hinchas del fútbol de muchos otros países, convirtiéndose en un ejemplo para otros seguidores.
«El fenómeno empezó un poco antes aquí que en otros países europeos, y por eso dicen que es la enfermedad de los ingleses, que hemos exportado a Europa», explicó Crowley.
En America Latina, el fenómeno de las barras bravas es relativamente reciente: primero llegó a Argentina, y después se extendió por países como Colombia, Chile y Perú.
«El modelo estético y el referente más claro que se toma del barrismo aquí en Colombia fueron las barras argentinas. Ése fue el ejemplo a seguir, tanto por la estética como por los cánticos», explicó a BBC Mundo Pipe Garcés, ministro de Desarrollo de la Barra Barón Rojo Sur de Cali.
Sin embargo, el fenómeno de las barras bravas en Colombia no se percibe en los partidos de la selección nacional, concentrándose únicamente en los encuentros de la liga local.
¿Quién es barrista?
En su «Diagnóstico antropológico de las Barras Bravas y de la violencia ligada al fútbol», el profesor Andrés Recasens Salvo, antropólogo Social de la Universidad de Chile, distingue entre espectadores, hinchas y «barristas».
Los primeros son aquellos que «van a los estadios para disfrutar de un partido que, de antemano, promete ser un buen espectáculo deportivo».
Los segundos «son aquellos que se declaran partidarios de uno de los equipos», y tienen «distintos grados de compromiso» con el.
Perio el «barrista», según Recasens Salvo, «presenta particularismos culturales que lo hacen distinto a las otras dos categorías, pudiendo constituir (…) un grupo cultural claramente identificable».
El integrante típico de barras bravas, según el antropólogo, es un varón de entre 14 y 25 años, aproximadamente, que encuentra en la organización de hinchas un espacio donde afirmar su identidad.
«Para que la barra pueda afirmar su diferencia, es necesario que sea indivisa, que se haga sentir como monolítica (…) de tal manera que los miembros de la barra pueden enfrentar eficazmente el mundo de los ‘enemigos’ «, explica Recasens Salvo.
«Es el estadio el espacio conquistado por algunos de los jóvenes que se sienten marginados, en una búsqueda por constituirse en pueblo aparte, ya que estiman que no se los deja estar dentro de la sociedad en plenitud», dice el experto.
En defensa del fútbol
A pesar de la universalidad de los casos de violencia relacionada con el fútbol, el deporte en sí no debe considerarse el chivo expiatorio de todos lo males.
El fútbol padece las consecuencias de la acumulación de tensiones sociales, que estallan en las canchas de fútbol como estallan en muchos otros lugares
Eduardo Galeano
Así lo cree el escritor uruguayo Eduardo Galeano, para quien «es injusto atribuir la violencia al fútbol».
«Yo siempre digo que el pañuelo no tiene la culpa de las lágrimas. Al pañuelo van a para las lágrimas, pero no vienen del pañuelo. Y con la violencia pasa lo mismo: la violencia no viene del fútbol, va a aparecer al fútbol. Pero el fútbol no es en sí un deporte violento», le dijo Galeano a la BBC.
«El fútbol padece las consecuencias de la acumulación de tensiones sociales, que estallan en las canchas de fútbol como estallan en muchos otros lugares», agregó.
«Se puede quizás decir que el fútbol es una metáfora de la guerra. Tiene mucho de guerra danzada, de ceremonia de la guerra, de ritual de la guerra. Pero justamente como todo ritual, como toda ceremonia, es un exorcismo de la realidad».