En la que es, hasta ahora, la mayor desmovilización de las 20 que han adelantado los paramilitares desde el inicio de sus negociaciones con el Gobierno, el Bloque Central Bolívar (Bcb) desarmó el lunes a 1.924 de los 6.000 hombres que se le atribuyen, encabezados por sus principales jefes.
El Bcb es uno de los grupos paramilitares menos conocidos, más poderosos y, al parecer, más ligados al narcotráfico. Una medida de su fuerza es no solo la cantidad de hombres desarmados en esta desmovilización parcial (17 por ciento de los 11.119 que hasta ahora lo han hecho) o los 1.254 fusiles, sino los dos helicópteros artillados que entregó. Es el único grupo, además de las Auc, que puede reivindicar una presencia en una decena de departamentos.
Los tres jefes que se desmovilizaron, el político y locuaz ‘Ernesto Báez’; el comandante militar, ‘Julián Bolívar’, y Carlos Mario Jiménez o ‘Macaco’, verdadero ‘señor’ –así le dicen sus subalternos– de ese bloque, son, a la vez, símbolo de las diversas facetas del paramilitarismo y síntesis de los interrogantes que, aun con desmovilizaciones tan grandes como esta, siguen apareciendo en este polémico proceso.
Interrogantes que volvió a poner sobre la mesa ‘Báez’, en uno de sus típicos discursos, que causó furor en las filas de los desmovilizados. Pidió que se les concedan a las autodefensas, por ley, dos curules en la Cámara de Representantes y amenazó con “prender el ventilador” sobre los “bandidos de sacoleva” (¿apoyos impunes del paramilitarismo?). Y anticipó la salida de un libro en el que, entre otros, mostraría que “en las desmovilizaciones ni son todos los que están, ni están todos los que son”.
Curiosa idea esta, por decir lo menos, de demandar curules cuando el grupo completo ni siquiera se ha desmovilizado y sin que sus jefes hayan hecho lo más elemental, que es entregar bienes y dinero para reparar a sus miles de víctimas y sus familias, y contribuir de manera efectiva a la búsqueda de desaparecidos y cadáveres, entre otras muestras de su verdadera disposición para hacerse perdonar.
Una de las paradojas de todo este proceso –y ‘Báez’ la encarnó perfectamente el lunes– es que los paramilitares hablan a voz en cuello de derechos para ellos y de participación en política, sin decir esta boca es mía en materia de reparación y verdad. Aparte de lo legalmente tortuoso que sería darles esas dos curules, o cualquier cargo político, a los paramilitares, sería reconocerles un estatus que distan de haberse ganado a ojos del país y de la comunidad internacional y, ante todo, a ojos de sus víctimas.
Desmovilizar hombres y entregar fusiles –así sean muchos unos y otros, como en este caso– es, como se dice en matemáticas, condición necesaria pero no suficiente para que el país y el mundo crean que el paramilitarismo se está acabando, y no que está, simplemente, transformándose, manteniendo lo esencial de su poder.
En lugar de los crípticos retruécanos de ‘Báez’, no estaría mal que ‘Macaco’ y sus compañeros dieran evidencia, no solo sobre sus financiadores “de sacoleva” (evidencia que habría que tomar con tanto cuidado como las denuncias de ‘Popeye’ o el ‘Osito’ en su momento), sino sobre quiénes son los que están pero no deberían estar y los que no están pero sí deberían en estas desmovilizaciones.
Faltan, en suma, muestras serias de reparación y de verdad, no se diga para darles unas curules en el Congreso, sino para que la sociedad colombiana permita, incluso, la participación en política de los ex paramilitares. De la cual, ellos mismos, en un gesto de elemental respeto por la sociedad a la que se reintegran, deberían abstenerse por unos años. En lugar de pedir cosas para sí, los paramilitares, como todos los demás grupos armados, tendrían que empezar por entender que necesitan dar muestras suficientes, serias y creíbles de que son acreedores al perdón. Es mucho lo que le deben a un país contra el cual han cometido toda clase de barbaridades, como para arrancar exigiendo curules.
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