21 desmovilizaciones hicieron los "paras" en 2005

Por Ricardo Calderón
En 2005 hubo tire y afloje sobre la participación de los paras en la política y su oposición a que sus jefes sean extraditados. Ellos le ganaron el pulso al gobierno.
A la una de la tarde del lunes 12 de diciembre finalizó en el municipio de Remedios, Antioquia, la ceremonia en la cual 1.924 combatientes del Bloque Central Bolívar (BCB) entregaron sus armas. Fue la desmovilización colectiva número 21 desde el inicio del proceso de paz entre el gobierno y las autodefensas.
Con esa desmovilización se llegó a la cifra de 13.043 paramilitares que han dejado los fusiles, el 75 por ciento en este año. La estadística es importante, aunque faltan cerca de 8.000 hombres más por abandonar las filas ‘paras’. El quitarle hombres a la guerra sin duda es un gran logro para el gobierno del presidente Álvaro Uribe.
Igualmente importante fueron quienes dejaron públicamente las armas en 2005: casi todos los grandes jefes que faltaban, como Vicente Castaño; Iván Roberto Duque, conocido como ‘Ernesto Báez’, y Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’. Ellos se unieron a Diego Fernando Murillo ‘Don Berna’ y Salvatore Mancuso.
Sin embargo, las desmovilizaciones dejaron al descubierto dos temas que a final del año seguían sin resolverse: la participación de los ‘paras’ en política y su oposición a que sus jefes sean extraditados. Y en este pulso, la sensación generalizada es que los paramilitares han sido quienes han impuesto el ritmo, las condiciones y las exigencias de la negociación. La más reciente ocurrió justamente durante la desmovilización del BCB, cuando Báez solicitó al gobierno que le entregaran dos curules en el Congreso a los paramilitares desmovilizados.
La inusual petición produjo rechazo en diversos sectores porque tan sólo dos meses atrás el Presidente le había dado la orden a la fuerza pública de arrestar a Báez o cualquier otro comandante que interviniera en política. Es ese momento, la actitud de Uribe fue una respuesta a las múltiples denuncias sobre las presiones que venían ejerciendo los grupos de autodefensas con miras a las elecciones. La amenaza parece no haber tenido efecto, por lo menos con Báez y unos ‘paras’ cada vez menos discretos.
La intención de participar directamente en política por parte de los paramilitares no es un secreto. Esto lo había dejado claro Vicente Castaño en una entrevista en junio pasado, cuando dijo: «Podemos afirmar que tenemos más del 35 por ciento de amigos en el Congreso. Y para las próximas elecciones vamos a aumentar ese porcentaje de amigos».
Y la verdad es que los ‘paras’ creen tener motivos para estar envalentonados. A lo largo del año impusieron sus condiciones y ganaron la mayoría de los mano a manos con el gobierno. Estos roces tuvieron nombre propio: ‘Don Berna’. Durante 2005 el ex miembro del cartel de Medellín, hoy jefe ‘para’ desmovilizado, casi descarriló el proceso varias veces.
En abril fue acusado por la Fiscalía del asesinato de un diputado en Córdoba. Este hecho obligó al gobierno a perseguirlo en la plena zona de ubicación en Santa Fe de Ralito, lo que generó la primera gran crisis del año. Después de 72 horas, ‘Don Berna’ se entregó a cambio de recluirse en una casa-finca en la región. Paras 1 Gobierno 0.
En octubre, ‘Don Berna’ volvió a ser noticia cuando el gobierno decidió suspender su extradición por ser miembro del estado mayor negociador de las autodefensas (Auc). Un error de cálculo de la administración Uribe.
El lío con EE.UU.
Desde cuando comenzó el proceso, Estados Unidos asumió la posición de permitirle a Uribe adelantar la negociación sin mayores intervenciones. Para los gringos, el gobierno colombiano y las propias autodefensas, los ‘paras’ están divididos en tres grandes categorías: los ‘paras puros’, cuyo origen es de lucha contraguerrillera; las autodefensas que acudieron a la droga como fuente de financiación, y los narcotraficantes que se volvieron paramilitares para resolver su situación judicial políticamente o para extender su control criminal.
Aunque este último grupo es el que siempre ha inquietado a Washington, los norteamericanos se ‘tragaron varios sapos’ y guardaron prudente silencio frente al hecho de que varios reconocidos capos de la mafia hayan terminado de jefes paramilitares de la noche a la mañana y, algunos de ellos incluso, se hayan desmovilizado amparados por la polémica ley de justicia y paz.
Sin embargo, lo de ‘Don Berna’ rebosó la copa. Washington decidió entonces mandar un mensaje claro de que la tolerancia con los narcoparamilitares tenía un límite y criticó públicamente que no fueran extraditados. Horas después, ‘Don Berna’ fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá.
Pero los ‘paras’ no se quedaron quietos y enseñaron los dientes al gobierno. Anunciaron el cese de las desmovilizaciones y congelaron el proceso. En privado los ‘paras’ le recordaron al gobierno varios de los compromisos adquiridos al comienzo de la negociación, incluido el de no extraditarlos.
A los pocos días, ‘Don Berna’ fue trasladado de Cómbita a la cárcel de Itagüí, una zona en donde se mueve como pez en el agua y desde donde podía seguir con el control que tiene sobre gran parte de Antioquia. Paras 2, Gobierno 0.
Hace dos meses, el gobierno intentó presionar a las autodefensas para que cumplieran con el plazo acordado de desmovilizar todas sus estructuras antes de finalizar el año. El ultimátum tampoco surtió efecto. Por un lado, la realidad le ha demostrado al gobierno que si bien es importante sacarle hombres a la guerra es, incluso, mucho más trascendental que quienes dejan las armas encuentren alternativas reales que garanticen que no volverán a empuñar un fusil y a delinquir.
Así mismo, los argumentos de las autodefensas de que no era logísticamente posible tuvieron eco y se vio obligado a otorgar una prórroga hasta marzo de 2006. Paras 3, Gobierno 0.
Sin embargo, no todo es color de rosa para las autodefensas y no menos grave es lo que pasa dentro de las filas ‘paras’. La desconfianza y las purgas internas entre los jefes ‘paras’ han aumentado, como ocurrió con Rodrigo Cadena, desaparecido hace dos meses en Ralito, rondan las cabezas de los comandantes desmovilizados y por desmovilizar.
La mayor parte de los jefes ‘paras’ sólo está pensando en salvarse a sí mismos de la extradición, de la justicia y de la muerte. Y, de paso, en salvar y legalizar las tierras y propiedades que adquirieron ilícitamente. La mayoría de los comandantes perdió la capacidad de influir sobre sus propias tropas.
Muchos mandos medios y combatientes rasos han preferido quedarse en el monte y crear nuevos grupos. Entre agosto y diciembre los organismos de seguridad han detectado cerca de 30 nuevas estructuras de ‘paras’ que no se reinsertaron y que tomaron de nuevo los fusiles, en diferentes regiones del país.
No se trata de una tercera generación de paras. Son una especie de mutación de los que existían que ahora están al servicio de narcotraficantes o conformando peligrosas bandas criminales sin Dios ni ley. El proceso, ‘hecho a la colombiana’ y con una gran dosis de improvisación, ha avanzado contra viento y marea y eso, sin duda, es un logro. Lo grave es que la mayoría de lo que se ha logrado en la negociación se basa en voluntades, promesas y pactos a medias entre los paramilitares y el gobierno.
Los primeros han entregado hombres y armas. El Estado les dio la polémica ley de justicia y paz. Lo inquietante es que sean los ‘paras’, y no el gobierno, quienes fijen el rumbo de la paz.
Semana

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