Arrestado oficial español por inmiscuirse en política

A las nueve y cuarto de la mañana, el ministro de Defensa, José Bono, llegaba a la sede de su departamento en el madrileño paseo de la Castellana. Un cuarto de hora después, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Félix Sanz Roldán, entraba en el edificio. Ambos debían esperar aún media hora al teniente general Mena, que estaba citado a las diez. Sus palabras el día de la Pascua Militar en Sevilla, en las que alertaba de las graves consecuencias de la aprobación del Estatuto de Cataluña, le han convertido, a la postre, en la primera víctima que se cobra el texto autonómico. Seis horas después de pronunciar su discurso, el Jemad proponía al ministro de Defensa su cese como jefe de la Fuerza Terrestre, y menos de veinticuatro horas después del acto de la capital hispalense, se cumplía la propuesta del general Sanz.
En apenas quince minutos de reunión, el ministro de Defensa despachó el asunto y decretó, como primera medida, «el arresto domiciliario de ocho días del teniente general don José Mena Aguado en aplicación de la Ley Orgánica de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas», tal y como rezaba la escueta nota repartida por el departamento de Bono, que añadía que el encargado de transmitir la orden al teniente general fue el propio Jemad.
Arresto y cese. El arresto de un día a treinta días en domicilio o unidad es el castigo que contempla la Ley antes citada para una falta leve, que es lo que cometió Mena con su discurso, al infringir el artículo II de la norma, que prohibe «expresar públicamente opiniones que supongan infracción del deber de neutralidad en relación con las diversas opciones políticas o sindicales».
Además de la sanción disciplinaria correspondiente, el ministro de Defensa «elevará al Consejo de Ministros del próximo día 13 de enero, la propuesta del Jemad, el cese del teniente general Mena como Jefe de la Fuerza Terrestre», por pérdida de confianza en el mando, medida a la que pueden acogerse los principales responsables de la Defensa.
Durante esos quince minutos de reunión, el teniente general expresó ante el ministro, según señalaron fuentes del departamento a LA RAZÓN, que nunca pensó que sus declaraciones tendrían la magnitud y la respuesta que han tenido. Las mismas fuentes, que calificaron el encuentro de «cordial», indicaron que Mena aseguró que se había limitado a transmitir una cuestión que a su vez le habían trasladado sus subordinados en diferentes visitas a las unidades que están a su cargo. El mando asumió y entendió perfectamente que el ministro procediera a sancionarle. Ahora la cuestión que queda pendiente de definir es si el teniente general Mena pasa a la situación de espera de destino hasta que finalmente acceda a la reserva, como estaba previsto, el próximo mes de marzo, o si pasa a la reserva anticipada automáticamente después de que el Consejo de Ministros ordene su cese al frente de la Fuerza Terrestre. Bono informó a Zapatero. El ministro de Defensa mantuvo informado al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, durante toda la mañana. Antes de reunirse con el teniente general ya habían hablado, pero una vez tomada la decisión de la sanción y la propuesta de cese, el titular de Defensa volvió a telefonear al jefe del Ejecutivo para darle cuenta del desarrollo de la reunión.
Pese a que el encuentro en el despacho del ministro sólo duró quince minutos, hasta pasada la una y media de la tarde no salió a la calle ninguno de los protagonistas. Y el que primero abandonó la sede ministerial fue el propio teniente general Mena, con aspecto serio. Tras cruzar las puertas del Ministerio, el mando subió a su coche oficial y salió a toda velocidad del recinto, mientras hablaba por el teléfono móvil.
Apenas diez minutos más tarde salía el ministro de Defensa, con aspecto relajado e incluso sonriente. Además de saludar desde la lejanía a la gran cantidad de periodistas congregados en la calle, el ministro departió unos segundos con la empleada de su departamento que le abrió la puerta del coche. Como suele hacer en numerosas ocasiones, Bono se subió en el asiento del copiloto e incluso volvió a saludar a los periodistas mientras abandonaba el recinto. El último en marcharse, cinco minutos después, fue el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, sin gestos hacia nadie y con la sobriedad que le caracteriza, aunque con aspecto tranquilo. Mena tenía que recibir el lunes a Jaume Matas en Palma de Mallorca en el acto de entrega del guión de la primera agrupación balear que participa en la misión española en Bosnia Herzegovina.
Un hombre clave en el Ejército
El teniente general José Mena Aguado ha jugado un papel importante en la reforma de Defensa, que supuso que el Ejército de Tierra se configurara en tres núcleos: el Cuartel General, la Fuerza, de la que era responsable, y el Apoyo a la Fuerza.
A sus 63 años, el teniente general José Mena Aguado tiene en su haber ser uno de los protagonistas de la nueva estructura funcional diseñada para el Ejército de Tierra, pues no en vano ha sido el encargado de llenar de contenido la Fuerza Terrestre, uno de los pilares del moderno Ejército de España, al que le corresponde la preparación del personal necesario para asumir cualquier tipo de esfuerzo militar que se requiera en cada momento, además de proteger los intereses nacionales, como recoge textualmente la orden ministerial que desarrolla la estructura básica de los Ejércitos.
Rotundo en sus criterios y claro en sus precisiones, siempre expresadas y defendidas dentro del respeto al marco constitucional, tanto en público como en privado, este palentino natural de la localidad de Antigüedad, casado, padre de tres hijos, aficionado a la música clásica y al golf, llegó a Sevilla hace apenas un año, el 23 de diciembre de 2004, con la misión de guiar la transición que suponía la desaparición de la Región Militar Sur y la puesta en marcha de la estructura de la que entonces era incipiente Fuerza Terrestre, más nominal que real, cuya andadura formal se materializó a principios del pasado mes de mayo.
Desde entonces, en una primera fase, el general Mena, que llegó avalado por jefaturas precedentes como la de la División Mecanizada Brunete número 1 o la del Mando de Personal del Ejército de Tierra, es responsable de la mayor parte del personal de Ejército, cuya formación y preparación le compete.
En la práctica, las unidades bajo su mando se diseminan por toda España y alcanzan desde el País Vasco a Cataluña, pasando por Madrid, Sevilla y las comandancias generales de Baleares, Ceuta y Melilla.
Es precisamente el ámbito de su responsabilidad el que le ha llevado en los últimos meses a realizar numerosas visitas a las distintas unidades bajo su mando, conforme ayer mismo puso de manifiesto de forma contundente durante su alocución con motivo de la Pascua Militar.
Su permanencia al frente de la Fuerza Terrestre estaba prevista hasta el próximo mes de marzo, momento en que iba a pasar a la reserva al cumplir la edad reglamentaria.
El teniente general José Mena Aguado ha jugado un papel importante en la reforma de Defensa, que supuso que el Ejército de Tierra se configurara en tres núcleos: el Cuartel General, la Fuerza, de la que era responsable, y el Apoyo a la Fuerza
Discurso del teniente general José Mena Aguado en Sevilla
El general jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra, el teniente general José Mena Aguado, aseguró ayer en su discurso que el proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña «ha desatado» en sus subordinados «una gran preocupación por el futuro de la unidad de España». Tras una primera parte de su discurso de corte institucional, Mena alertó de las «graves consecuencias» que acarrearía la aprobación del nuevo Estatuto si se superasen los «límites infranqueables» de la Constitución, ya que entonces, dijo, «sería de aplicación el artículo octavo» de la Ley Fundamental, que sitúa a las Fuerzas Armadas como garantes de la integridad territorial. La que sigue es la parte más polémica de su intervención, que incluye los matices que hizo de viva voz sobre el texto escrito:
«Quiero expresar las inquietudes y preocupaciones de cuantos formamos parte de las Fuerzas Armadas, en los momentos que estamos viviendo. Por razón del cargo que ocupo, no debo, en actos como éste, expresar opiniones personales. Pero tengo la obligación de conocer los sentimientos, inquietudes y preocupaciones de mis subordinados y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército, y hacerlos públicos, por expreso deseo de aquéllos.
En mis visitas a las unidades durante los últimos meses, he podido constatar que las dos grandes preocupaciones de los cuadros de mando y militares profesionales de tropa son el terrorismo y el futuro de la unidad de España (…). La preocupación por la unidad de España se ha desatado con la presentación del proyecto de Estatuto de Cataluña. En todos mis encuentros con cuadros de mando y tropa (…) he pretendido transmitirles un mensaje de tranquilidad, no exento de inquietante preocupación. Siempre he recalcado que los militares no debemos entrar en disquisiciones políticas, que lógicamente corresponden a los políticos. Ahora bien, es nuestra obligación alertar de las graves consecuencias que tanto para las Fuerzas Armadas como institución, como para las personas que las integran podría conllevar la aprobación del Estatuto de Cataluña en los términos que está planteado.
Tres aspectos son verdaderamente preocupantes para nosotros. El primero es el término de nación, en el que no voy a entrar, porque el artículo 2º de la Constitución española lo expresa clara y rotundamente.
El segundo es el de la lengua. El hecho de que en una autonomía sea exigible el conocimiento de su lengua particular es una aspiración desmesurada que obligaría en las Fuerzas Armadas a regular los destinos a esa autonomía de la misma forma que actualmente se regulan los destinos en el extranjero. Es decir, que los destinos a Cataluña, País Vasco y Galicia estarían supeditados a la voluntariedad de los militares que quisiesen acreditar el conocimiento de la lengua que fuese exigible en cada comunidad.
El tercero está relacionado con la Justicia. Las Fuerzas Armadas están desplegadas en todo el territorio nacional. La actual independencia de los tribunales de justicia de las autonomías crea graves problemas en las fuerzas armadas al producir sentencias dispares por hechos similares que, sin estar incursos en el ámbito estrictamente castrense, cuyo tratamiento corresponde a la jurisdicción militar, afectan al régimen interior de las bases, acuartelamientos o establecimientos militares y a las expectativas profesionales de cada uno de los componentes de las Fuerzas Armadas. Este problema se agravaría mucho más con la aparición de poderes judiciales autonómicos, independientes del Estado.
Afortunadamente, la Constitución marca una serie de límites infranqueables para cualquier estatuto de autonomía. De ahí que reitere mi mensaje de tranquilidad. Reitero mi mensaje de tranquilidad. Pero si esos límites fuesen sobrepasados, lo cual en estos momentos, afortunadamente, parece impensable, sería de aplicación el artículo octavo de la Constitución: ‘Las fuerzas armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional’. No olvidemos que hemos jurado o prometido, guardar y hacer guardar la Constitución. Y para los militares, cualquier juramento o promesa constituye una cuestión de honor».
Ni un paso atrás
En su audiencia con Bono, el teniente general no titubeó al ratificar que en Sevilla dijo lo que piensa, que sus palabras no fueron una improvisación y que asumirá el castigo
No se retractó. El teniente general José Mena Aguado compareció ayer ante el ministro de Defensa apenas veinte minutos, el tiempo que tardó en ratificarse en sus declaraciones del día anterior -aquellas en las que alertaba de los peligros del Estatuto catalán y de la responsabilidad de los Ejércitos de defender la integridad de la nación-, en sostener de viva voz que su mensaje responde fielmente a las inquietudes que le han manifestado sus subordinados y en expresar a José Bono su vocación de asumir con disciplina tantas sanciones como le pudieran caer encima. Dicen que, incluso, reconoció al ministro que, si hubiera estado en su lugar, él, José Mena, también habría optado por aplicar un correctivo contundente. Pero no dio ni un paso atrás.
El teniente general comenzó mal el día, con un retraso que, en la mañana lluviosa y desapacible del sábado madrileño, supo mitad a demora temerosa, mitad a gesto altanero o provocador. Pero ni lo uno ni lo otro. Había sido citado a las diez en punto de la mañana, y por algún motivo hizo esperar a quien le había convocado doce largos minutos: en el despacho le aguardaban el ministro -que había llegado, como siempre, con tiempo de sobra, a las 9.10-, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz, que hizo su aparición inmediatamente después, y el auditor de la Asesoría General de la Defensa, general Pignatelli, dispuesto a levantar acta del trámite.
Y allí, explican fuentes de la casa, Mena Aguado se comportó como dicen que es quienes le conocen: «Inteligente, brillante, de una pieza». Sin asomo de soberbia, pero tampoco de arrepentimiento, no titubeó a la hora de reconocer que su controvertido discurso de la Pascua Militar sevillana no fue producto de enajenación transitoria, sino de una decisión cierta. «Lo que dije es lo que pienso, nadie me ha inducido a hacer tales manifestaciones, pero sí puedo asegurar que obedecen a las inquietudes que me han manifestado mis subordinados», aseguran que dijo. Y si por algo se mostró consternado, fue por la repercusión excepcional y bronca que han tenido sus palabras: a título de anécdota, hasta media docena de medios extranjeros montaban guardia ayer por la mañana a la puerta del ministerio. «Arrestado un oficial español por alertar de que el Ejército debe defender la unidad del país», titulaba horas después la agencia Associated Press.
«Cree que todo se ha magnificado, que nunca se le ocurrió que podría alcanzar tal proyección… pero aparte de eso, la sensación después de toda su comparecencia es que volvería a hacerlo: que volvería a decir lo mismo», añade la fuente de Defensa.
Cuando el teniente general abandonó el despacho eran aproximadamente las diez y media, momento en que se despidió del ministro, aunque no salió del ministerio hasta cerca de la una y media de la tarde: a bordo del mismo Mercedes azul marino matrícula de Madrid en el que llegó, agarrado a una carpeta como quien se agarra al mundo y con el semblante digno y grave.
Apenas tres minutos después, Bono haría lo propio, por la misma puerta, esforzándose ante el pelotón de cámaras y flashes por dar una sensación de naturalidad: un medio saludo a la afición para las fotos, la mano a los ujieres, y ademanes de pretendida normalidad. Como si no pasara nada, como si el teniente general no le hubiera dado el viernes la Pascua (Militar), ni acabara de despedirle con la amarga constatación de que no fue un error, que dijo lo que dijo, Y ni un paso atrás.

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