Para Chávez es "vital" compra de aviones militares a España

PEDRO PABLO PEÑALOZA
EL UNIVERSAL
Un discurso que enfático anuncia que «no estamos en la hora de los imperios» evidentemente parece sacado de Miraflores, y este caso no fue la excepción. Sin embargo, aquí lo que varió fue el orador. «Sólo hay un imperio digno de ser obedecido y seguido: es el imperio de la ley», aclaró el ministro de Defensa de España, José Bono, el 28 de noviembre pasado en Palacio.
Las palabras de Bono, aplaudidas por el presidente Hugo Chávez, se escucharon en el acto que concluyó con la firma de un acuerdo que permitirá a Caracas adquirir diez aviones de transporte C-295, dos aeronaves de vigilancia marítima CN-235, cuatro patrulleras costeras y cuatro oceánicas por 1.700 millones de euros.
Para el anfitrión, «mucho más que comercial, este acto es de dignidad y un mensaje a los pueblos del mundo» que, a su vez, fue interpretado como una muestra del fortalecimiento de la relación bilateral, relanzada tras la visita que el jefe del Gobierno ibérico, José Luis Rodríguez Zapatero, realizó a territorio nacional en marzo de 2005.
Hasta este punto, el matrimonio trasatlántico marchaba de maravillas, se suscribieron siete pactos de cooperación y, con tono cariñoso, Chávez llamaba «Pepe» al titular de Defensa español; no obstante, un «tercero» perturbó el idilio: Estados Unidos negó a Madrid la licencia para la venta de los equipos militares que tienen partes norteamericanas.
Dura crítica
Al veto impuesto por la Casa Blanca, que razonó su decisión argumentando que la revolución bolivariana «contribuye a la inestabilidad regional», Venezuela y España reaccionaron contrariados.
«Esa indignación es un show de parte de los gobiernos de Chávez y Rodríguez Zapatero, pues ambos actúan con enorme hipocresía», opina el analista Aníbal Romero, quien considera que a nadie puede sorprender la prohibición de Washington. «Caracas ha declarado reiteradamente que está en una guerra asimétrica contra el imperialismo; así que mal se podría esperar que EEUU facilite su adquisición de armas», evalúa.
Romero cree que la administración de George W. Bush está enviando un mensaje contundente. «Ya pasó la etapa de la ingenuidad norteamericana hacia Chávez, quien haló tanto la cuerdita que la reventó», sostiene el catedrático, para quien «está muy claro que Washington califica al régimen como hostil y eso tendrá consecuencias graves».
Buena madre
A Rodríguez Zapatero, cuyo gobierno se distanció de la Casa Blanca luego de decretar el retiro de las tropas españolas de Irak, el manejo de la operación comercial-militar con Venezuela le ha costado críticas de la oposición y los medios de comunicación.
En su editorial del sábado, el diario ABC de Madrid indicó que «las futuras generaciones de diplomáticos deberían estudiar el rocambolesco caso de la venta de aviones militares a Venezuela como el ejemplo perfecto de cómo no se debe gestionar jamás una situación similar»; mientras, fustigó a La Moncloa por «buscar aliados entre los dirigentes más radicales o políticamente extemporáneos, sin pararse a pensar en las consecuencias que ello depararía tanto al prestigio como a los intereses reales del país».
Un académico venezolano residenciado en la capital ibérica, que pide mantenerse en el anonimato, apunta que, allende los reclamos, el acuerdo para la venta de equipos militares responde a los fines estratégicos y tácticos de los dos ejecutivos comprometidos.
En su intervención en el I Taller de Alto Nivel de «El nuevo mapa estratégico», Chávez explicó a su equipo que «el acercamiento a España es algo vital para nuestra revolución, para nuestro gobierno».
El académico advierte que «no hay que desestimar la sagacidad política de quienes dirigen Venezuela. Existe una armonía clara en la política exterior de la revolución, que propugna el antiimperialismo y un enfrentamiento sistemático contra EEUU», en el cual aún no se ha derramado ni una gota de sangre ni de petróleo.
En la orilla de enfrente, Rodríguez Zapatero «tiene interés en relacionarse estratégicamente con aquellos gobiernos de América Latina que estima cercanos, debajo de cuerda aúpa a un tábano contra Washington y, desde el punto de vista financiero, auxilia a empresas que estaban deprimidas».
El propio Bono, a su paso por Venezuela, destacó que los 1.700 millones de euros de la operación, la mayor cantidad facturada por España en el rubro de equipos militares, representa «una cuantía superior al presupuesto anual del Ministerio español de Agricultura más el Ministerio español de Sanidad». El titular de Defensa añadió que «hay un interés por la industria española que solamente un despreocupado, un torpe o alguien que no le interese España puede dejar de mirarlo (…) no estamos dispuestos a regalar oportunidades de negocios a Italia, Francia, Alemania o cualquier otro país».
Los astilleros públicos de Madrid, golpeados por la competencia de sus pares asiáticos y asediados por la Comisión Europea que les exigió la devolución de 300 millones de euros al Estado español por presuntas «ayudas ilegales», también respiraron aliviados por el encargo de Caracas. Según Bono, el pacto generará empleo para 900 personas durante nueve años.
Para Romero, estos beneficios, que trascienden lo ideológico, son una evidencia de «la traición de la izquierda de España a la democracia venezolana. Venezuela hizo todo por el retorno de la democracia a España, pero la izquierda de ese país que es un desastre nos ha pagado con traición, en particular su embajador (Raúl Morodo), que parece encabezar una agencia comercial que busca obtener más contratos».

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