El perdón de las ofensas
El perdón de las ofensas es un punto en el cual podemos examinar el progreso de la revelación divina en la historia humana. El ser humano no habría llegado jamás a la verdad en este punto si no hubiera mediado la enseñanza de Cristo. ¿Y cuál es esa verdad inalcanzable a la razón humana y enseñada por Cristo? Que debemos perdonar siempre y sin limitación («hasta setenta veces siete») las ofensas que nos hagan; y esto no por estrategia, sino de corazón.
El primer texto que encontramos en la Escritura sobre este tema es el siguiente: «Dijo Lámec a sus mujeres: ‘… mujeres de Lámec, escuchad mi palabra: Yo maté a un hombre por una herida que me hizo y a un muchacho por un moretón que recibí. Caín será vengado siete veces, mas Lámec lo será setenta y siete» (Gen 4,23-24). De este nivel de venganza es capaz la naturaleza humana. Lo vemos a menudo en la historia y también en hechos de nuestro tiempo.
Un paso inmenso se dio cuando Dios entregó la ley a Moi-sés. La ley del Talión ponía un límite a la sed de venganza: «Si alguno causa una lesión a su prójimo, se le hará lo mis-mo que hizo él: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente…» (Lev 24,19-20). Esta es la ley que regía en Israel en el tiempo de Jesús. Así lo recuerda él mismo: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo…» (Mt 5,38-39).
Otro paso se dio como consecuencia de la enseñanza de los profetas y los sabios en Israel, como lo atestigua el libro del Eclesiástico: «Perdona la ofensa a tu prójimo, y, cuando lo pidas, tus pecados te serán perdonados… Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?» (Sir 28,2·4). El sabio llama a superar la ley del Talión: Si tu hermano te ofende, no exijas que él sufra el mismo daño, sino perdonalo. Y la motivación que da es reli-giosa: «Tus pecados te serán perdonados».
Hasta aquí se había llegado en el tiempo de Jesús. Pero Jesús nos ofrece la revelación definitiva de la verdad en dos aspectos: en la reacción a tener ante la ofensa y en el número de veces que hay que hacerlo.
Habíamos dejado en suspenso la enseñanza de Jesús sobre el primer aspecto. Ahora la completamos. La ley del Talión decía: «Al que te abofetee en la mejilla derecha, abofetealo tú en la mejilla derecha». La enseñanza de Jesús, en cambio, es esta: «Yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra…» (Mt 5,39).
Respecto al número de veces, es lo que indaga Pedro en el Evangelio de hoy: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdo-nar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete ve-ces?». Jesús le responde: «No te digo hasta siete veces, si-no hasta setenta veces siete». Jesús enseña que debemos per-donarnos unos a otros siempre y sin limitación, es decir, «perdonar de corazón al hermano». Y la razón es que Dios nos ha perdonado a nosotros una ofensa de magnitud infinita, en tanto que las ofensas nuestras son limitadas, insignifican-tes, en comparación con aquélla.
† Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo Auxiliar de Concepción