Lugares públicos de Madrid con vigilancia electrónica

Miles de cámaras distribuidas por toda la ciudad vigilan a los transeúntes, sin que éstos se den cuenta siquiera de que son grabados y observados por ojos ajenos. Hasta el punto de que las imágenes que captan estas cámaras permitirían seguir los movimientos de una persona durante todo un día.
Las videocámaras registran imágenes en la calle y hasta en los aparcamientos subterráneos o los polígonos industriales. Sólo en la nueva terminal 4 del aeropuerto de Barajas hay 4.500 cámaras; Metro ha colocado 3.447 para controlar las 192 estaciones; y un centenar controla lo que sucede en la estación de Chamartín. Y cada vez más establecimientos demandan a las empresas que instalan videovigilancia tener su propio circuito.
Muchas empresas, e incluso las administraciones públicas, vulneran la normativa de manera flagrante y no avisan con antelación de que una cámara está grabando. Fuentes de la Jefatura Superior de Madrid reconocen que es «imposible» saber el número de monitores que hay en los comercios ni si sus dueños cumplen la normativa de grabación, acceso y rectificación que recoge la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal.
La Agencia de Protección de Datos recibe cada vez más denuncias por estos casos. Hasta 2004 no había tramitado prácticamente ninguna reclamación, pero a partir de esa fecha son 12 los expedientes abiertos o tramitados por grabaciones con cámara. En la mayoría de los casos se debe a la falta de información previa a los ciudadanos.
Paradójicamente, las empresas que instalan cámaras de videovigilancia tienen cada vez más clientes. El precio de un sistema de videocámaras oscila entre los 100 euros de los terminales fijos dotados de un zoom, hasta los 3.000 de las cámaras domo, que permiten giros de 360 grados.
El ‘show’ de Martínez
Las filmaciones de las cámaras que hay en Madrid permitirían reproducir la vida de una persona.
Miles de cámaras distribuidas por toda la ciudad vigilan a los madrileños sin que éstos sean conscientes de que están siendo grabados y vistos por ojos ajenos. Las videocámaras registran todos sus movimientos, aunque estén en un aparcamiento subterráneo, en una plaza pública o en una simple perfumería. Las empresas, e incluso las administraciones públicas, vulneran de manera flagrante la legislación que obliga a avisar de que esos visores están captando todo lo que ocurre. La Agencia de Protección de Datos recibe cada vez más denuncias por estos casos, mientras que las empresas que las instalan tienen más clientes. Hoy por hoy resulta imposible saber el número de ojos electrónicos que vigilan a los ciudadanos.
Juan Martínez (nombre ficticio) se acaba de levantar. Son las nueve de la mañana y hoy no tiene que ir a trabajar. Eso le permitirá hacer varias gestiones en la ciudad. Su actividad quedará reflejada, sin que él sea consciente, en miles de videocámaras de seguridad. A través de ellas es posible reproducir la vida de un madrileño, sin que ninguna autoridad controle esta violación de su intimidad.
Antes de salir de su urbanización, en Chamartín, Juan ya está siendo grabado. La junta de propietarios decidió instalar, como medida de seguridad, un circuito cerrado de televisión. El vigilante de seguridad ya sabrá antes de que suba a su coche que el protagonista de esta historia va vestido con unos pantalones vaqueros y una cazadora de cuero marrón.
Juan arranca su coche y sale a la calle. No se percata de que junto al semáforo hay un mástil de acero en cuyo extremo superior hay una cámara del Ayuntamiento. El Centro de Gestión de la Movilidad, situado en un edificio de San Blas, está recibiendo en tiempo real las imágenes de las 102 cámaras que tiene distribuidas por la capital para el control del tráfico. Está previsto que este número aumente en otras 26 para poder visionar las principales arterias de la capital.
La nitidez de estas cámaras es tal que sus operadores pueden ver con claridad las matrículas de los vehículos. «No las utilizamos para sancionar. Tan sólo nos interesa si en una calle hay un gran atasco o si hay que aumentar la fase verde de los semáforos en un determinado punto», explica el subdirector general de Circulación, Ángel Mateos. «Si no fuera por estas pantallas, iríamos a ciegas a la hora de regular el tráfico y dirigir a los conductores por los lugares menos transitados», añade el jefe del Departamento de Tecnologías del Tráfico, Carlos Rubio. También disponen de visores en los túneles, que alertan de accidentes o de si un vehículo ha quedado detenido en el arcén.
El ciudadano Martínez sigue conduciendo su coche hasta llegar al centro de la ciudad. Como las calles están plagadas de dobles filas, decide no perder el tiempo y meter su vehículo en un aparcamiento subterráneo. No repara en un pequeño mensaje del aparato expendedor del tique: «Espere un momento». Al instante, un pequeño lector de caracteres (OCR, en su versión inglesa) ficha su matrícula, fotografía el vehículo e introduce la imagen en el sistema informático del estacionamiento. Además, el número de la placa sale impreso en el resguardo de entrada. Sus movimientos son grabados al segundo. El operador que controla los monitores sabe así que Martínez ha estacionado en la plaza 243 de la segunda planta y que ha decidido coger del maletero un moderno maletín.
Martínez sale silbando del aparcamiento, próximo a la Puerta del Sol, y pasa junto a la sede central de un conocido banco. También las cámaras le siguen. En este caso, la entidad bancaria incumple la normativa y controla con sus videocámaras toda la acera. Graba a todos los viandantes.
La Ley de Seguridad Privada, aprobada en 1992, y el reglamento que la desarrolla obligan a los establecimientos más susceptibles de ser asaltados a estar dotados con este sistema de videovigilancia. Entre ellos están los bancos, las joyerías, las administraciones de lotería, los casinos, los centros de producción de energía y los polígonos industriales, entre otros muchos. De su control se encarga la sección de seguridad privada del Cuerpo Nacional de Policía. Fuentes de la Jefatura Superior de Madrid reconocieron a EL PAÍS que es «imposible» saber el número de cámaras que hay en los comercios y si éstas cumplen la normativa de grabación, acceso y rectificación que recoge la ley. «Habría tantas casi como comercios importantes», reconocieron esas fuentes policiales.
Martínez decide entrar en un gran almacén de la Puerta del Sol para comprar un disco. Le llama la atención un aparatejo negro esférico que hay colgado del techo. Pero no le da mayor importancia. Supone que es algún sistema de detección del fuego. Nada más lejos de la realidad. Se trata de una cámara llamada de tipo domo, que permite giros de 360 grados, por lo que domina todo el local.
Un reciente estudio de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores Aecoc determinó que los hurtos en establecimientos suponen pérdidas para el sector de unos 1.650 millones de euros, lo que sale una media de 37 euros por cada ciudadano. El perfil del descuidero es el de una persona menor de 30 años que roba entre la una y las cinco de la tarde o a partir de las siete. Suele llevarse objetos valorados en más de 30 euros de media y opta por productos frescos, textil, música-ocio y bazar.
Muy pocos establecimientos advierten a sus clientes de que existe un circuito cerrado de televisión. Y eso que estos carteles suelen ser disuasorios para los amantes de lo ajeno. «Desde que he puesto estas cámaras, entran menos chavales para quitar chocolatinas o revistas», señala el dueño de una gasolinera. «También me sirven en caso de que haya discusiones sobre el billete con el que me ha pagado un cliente o el cambio que le ha dado mi empleado», añade. Las grabaciones, en caso de delito, sirven como prueba judicial, pese a no estar anunciada su existencia. Eso sí, un cartel anuncia que todo delito será denunciado a la policía.
Tras salir del establecimiento, Martínez se marcha a la plaza Mayor, donde ha quedado a tomar el aperitivo con unos amigos. Mientras camina, pasa al lado de un cartel que le avisa que 26 cámaras instaladas por el Ayuntamiento de Madrid están grabando todos sus movimientos. En este caso, son imágenes que capta la Policía Municipal, tras haber recibido hace unos meses el visto bueno de la Comisión Regional de la Videovigilancia. Este organismo se encarga de velar por la intimidad y la propia imagen de los ciudadanos.
El ciudadano recuerda al mediodía que tiene que ir a su empresa a firmar unos documentos. En el edificio que tiene su compañía también es grabado desde que entra hasta que sale. Al cabo de un rato recuerda que tiene que ir a recoger a un amigo al aeropuerto de Barajas. De nuevo, los ojos electrónicos siguen controlándole en esta enorme ciudad aeroportuaria. El director de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), Javier Marín, señaló durante la presentación de la terminal T-4 que 4.500 cámaras vigilan Barajas.
Martínez decide trasladar a su amigo en un conocido hotel del paseo de la Castellana. Le acompaña hasta su habitación, ya que el equipaje pesa mucho. Los vigilantes de seguridad siguen sus pasos a través de la recepción y los pasillos hasta que llega a su estancia. Juan deshace su camino y se va a casa.
Esta tarde hay partido de fútbol en el estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid se enfrenta por la noche en un partido de competición europea. Sabe que aparcar en las inmediaciones del estadio de Chamartín resulta muchas veces imposible, por lo que decide ir en metro. De nuevo, está siendo grabado desde el techo.
Metro dispone hoy de 3.447 cámaras de vigilancia que se encargan de controlar las 192 estaciones, los 278 vestíbulos, las 1.223 escaleras mecánicas y los 253 ascensores de que consta la red. El número llegará antes de verano a las 4.500. Hasta ahora, el 45% de las imágenes que captan esas videocámaras son enviadas en tiempo real al centro de seguridad que Metro posee en la estación Alto del Arenal, en el número 248 de la avenida de la Albufera, en Puente de Vallecas.
De las 192 estaciones del metro, sólo se graban las imágenes en 87. Este número también irá creciendo en el futuro, ya que se trata de un sistema caro y complejo, según fuentes de la empresa. Un detalle importante: la compañía informa al viajero en las entradas de que está siendo grabado. «Cada día laboral cogen el metro una media de dos millones y medio de viajeros. Llevamos con el sistema de vigilancia ocho años y no hemos recibido ninguna reclamación. Es más, la gente lo agradece», explica el director de operaciones de la empresa, Aurelio Rojo.
El proyecto de Metro pasa por crear puntos de seguridad en las cabeceras de todas las líneas. Allí irían las imágenes captadas por las cámaras de las estaciones de ese ramal. Serán acristalados para que se pueda ver su interior. Además, se instalarán pantallas gigantes que reproducirán las imágenes captadas. «El viajero se sentirá seguro y protegido. Siempre hay un respeto absoluto a su intimidad», concluye Rojo.
Igual ocurre en la estación de ferrocarril de Chamartín, que controla Renfe. Un total de 100 cámaras de alta definición envían todas las incidencias que se producen en los andenes, en el vestíbulo y en el aparcamiento. Su capacidad es tal que permite ver el precio de algunos productos que se venden en los establecimientos de la estación. Vigilantes especializados se encargan de visionarlas durante las 24 horas del día. «Nos permite evitar que haya mendigos en la estación o detectar a descuideros y ladrones dentro de la estación. También sirven para tomar medidas en caso de que haya algún tumulto o no funcione alguna escalera mecánica», explica un responsable de seguridad de Renfe. «Los carteristas, por ejemplo, madrugan mucho. Muchas veces hemos avisado a la víctima de que le habían robado antes de que se diera cuenta de la sustracción», añade este mando.
Renfe, igual que Metro, cuenta con cámaras que graban dentro de los vagones. Esto es especialmente interesante para acabar con los grafiteros que suelen parar los trenes y golpear a los vigilantes para pintarrajear los convoyes.
Cuando Juan Martínez entra en el Santiago Bernabéu, también es grabado. Los equipos de fútbol que estén en Primera o Segunda División tienen que disponer en sus estadios de potentes cámaras de videovigilancia, controladas desde un puesto de seguridad. Estos visores deben permitir fotografiar a un espectador o a un grupo de éstos. Da lo mismo cuál sea su ubicación en el estadio. Este sistema ha permitido la detención de aficionados que han lanzado objetos a los jugadores o que han encendido bengalas o fuegos pirotécnicos.
Martínez, satisfecho tras la victoria de su equipo, vuelve a casa. Ignorando que toda su jornada ha sido grabada sin que nadie le avisase. Sin saberlo, ha sido una especie de Truman Burbank, el protagonista de la película El show de Truman, que a su vez es la estrella de un popular programa de televisión en el que aparece involuntariamente durante las 24 horas del día desde el día de su nacimiento. El pueblo donde vive Truman (Jim Carrey) es un enorme decorado y las personas con las que se relaciona son simples actores, a los que graba un descomunal entramado de cámaras ocultas. En Madrid hay miles. Un Gran Hermano urbano
Grabados a traición
La Agencia de Protección de Datos asegura que las empresas incumplen la ley al no avisar de que captan imágenes
Miles de empresas y organismos oficiales incumplen de manera reiterada la normativa actual del derecho a la intimidad, a la privacidad y a la propia imagen. Estas entidades no avisan de que están grabando a las personas que pasean por un determinado lugar o que acceden a un recinto. Y eso, pese a que la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal obliga a ello. Hasta ahora, sólo la Agencia de Protección de Datos (APD) es la encargada de velar por estos derechos. Últimamente recibe más reclamaciones por este motivo.
La normativa es muy clara y taxativa en el caso de la vigilancia pública. Cuando las fuerzas de seguridad deciden grabar una manifestación o un acto público, deben pedir permiso a la Delegación del Gobierno en Madrid. En caso de que se trate de una concentración no prevista, la policía puede grabar y después comunicar a este organismo a la mayor brevedad que ha captado imágenes. También tiene que enviar un dossier informativo a la Comisión de Garantías de la Videovigilancia.
Si se trata de instalaciones fijas, como las de la plaza Mayor o las del Museo de Esculturas al Aire Libre del paseo de la Castellana, en la capital, las cámaras tienen que pasar el visto bueno de la comisión, tras un informe motivado y previo del organismo que las quiere instalar. En ambos casos, el Ayuntamiento de Madrid.
El problema se complica cuando se trata de empresas. La Ley de Seguridad Privada recoge que los comercios y negocios con mayor riesgo de ser asaltados o robados están obligados a instalar cámaras de videovigilancia. Estas grabaciones deben ser guardadas un tiempo máximo (en general, un mes). Pasado ese tiempo deben ser destruidas, si no son reclamadas por la autoridad judicial.
En el caso de comercios sin riesgos extraordinarios, la cosa cambia. La Agencia de Protección de Datos estatal no había recibido hasta 2004 prácticamente ninguna reclamación. Pero a partir de esa fecha son 12 los expedientes abiertos o tramitados por grabaciones de cámaras. En la mayoría de los casos se debe a la falta de información previa y con carteles a los usuarios, clientes o transeúntes de un determinado centro o establecimiento comercial. Se considera una falta leve, cuya multa oscila entre los 600 y los 60.000 euros. A eso suele ir unido un tratamiento informatizado de las imágenes (grabación) sin consentimiento del afectado, lo que se considera una falta grave (de 60.000 a 300.000 euros).
«Las personas que tengan cámaras de videograbación deben solicitar la inclusión en nuestro registro. Allí debe constar la finalidad de esas grabaciones, que se identifique a su responsable, que se garanticen los derechos de acceso, rectificación y cancelación de datos, y que se explique el tiempo que las imágenes van a ser guardadas», explica Jesús Rubí, adjunto a la dirección de la APD. «Presumiblemente, es muy pequeña la proporción de empresas o particulares que han acudido a nosotros para legalizar sus cámaras. Existe mucho trabajo por hacer», confiesa Rubí.
Unos dispositivos muy sensibles que cuestan entre 100 y 3.000 euros
Dos sistemas de videovigilancia subsisten en la actualidad en el mercado. El primero -ya en claro proceso de desaparición- es el de grabación analógica, que necesita decenas de cintas de vídeo para almacenar las imágenes. Por contra, cada día gana más adeptos la grabación digital en un ordenador.
Las videocámaras de seguridad han avanzado a pasos agigantados, como toda la tecnología. Lejos quedan los terminales fijos que sólo transmitían imágenes con escasa resolución y en blanco y negro. En el mercado existen ahora cámaras dotadas de una potente lente que permite alejar o acercar un determinado objeto.
La tecnología que se está implantado actualmente en los negocios es la digital. Las imágenes son enviadas por cable, microondas o radiofrecuencia a un ordenador central que las almacena en un disco duro. La configuración de esta computadora permite que las captaciones estén guardadas un tiempo variable, que oscila entre una semana y un mes, según lo que necesite el cliente.
«El sistema va dotado de un potente programa que permite localizar una determinada incidencia en un lugar determinado. Si señalamos una puerta, el ordenador nos selecciona las imágenes en las que esa puerta haya sido abierta en un plazo de tiempo que nosotros le fijemos. Por eso, es mucho más rápido que el sistema analógico, en el que tiene que ser visualizada toda la cinta», señala Ignacio Cuenca, jefe de Mercadotecnia de la empresa ADT sistemas, una de las punteras del sector de seguridad privada. Entre sus clientes están los grandes establecimientos comerciales.
El precio de las videocámaras oscila entre los 100 euros de los terminales fijos dotados de un simple zoom hasta los 3.000 de las llamadas domo. Éstas tienen capacidad de girar 360 grados, lo que posibilita el control total de una zona. Otra novedad es que todos estos terminales pueden ser instalados en carriles, por lo que son desplazados a gusto del vigilante de seguridad, según Cuenca.
La versión digital ofrece otra posibilidad muy interesante para el cliente. Además de recibir la señal en las televisiones que haya en la empresa, el dueño de la compañía o las personas que éste designe pueden conectarse a través de un ordenador con el sistema y ver en tiempo real lo que ocurre en su negocio. Esto resulta importante en el caso de comercios cerrados por la noche o de que el empresario quiera controlar a sus empleados. «Basta un simple ordenador portátil para estar conectado», añade el jefe de Mercadotecnia.
Algunas cámaras van dotadas de sistemas infrarrojos, lo que les permite ver todo lo que ocurre en plena noche o en la oscuridad.
Fuente: El País
19.02.06

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