900 mil personas son comerciadas en el mundo cada año

por Adital/Vidimus Dominum*/WDRC
El tráfico de seres humanos «es la negación más evidente de la dignidad humana y de los derechos humanos que existe en la actualidad». Lo subraya, hablando con «Vidimus Dominum», la religiosa Joan Hart, School Sister of Notre Dame (SSND), congregación que desde el año 2000 trabaja en actividades de sensibilización y denuncia el fenómeno del tráfico de seres humanos (considerado como una de las «nuevas esclavitudes» del siglo XXI).
Sobre este tema ocurrió en Baltimore una conferencia del 5 al 7 de agosto, con la participación de 50 personas de todo Estados Unidos, entre ellos diversos religiosos y religiosas. Según los datos del gobierno estadounidense, casi 900.000 personas son víctimas del tráfico de seres humanos a nivel internacional y alrededor de 20.000 en los Estados Unidos. «En 2001 ñ explica Hart ñ la Unión Internacional de las Superioras Generales (UISG) de Roma ha aprobado una resolución en la que se pide un compromiso a favor del cese del comercio de seres humanos.»
La SSND se ocupa de este tema a través de la red internacional «Shalom», que en Estados Unidos involucra y coordina la actividad de las diversas Provincias. La congregación «desde siempre ha tenido un interés particular por lo que se refiere a las mujeres y a los niños. Tenemos que tomar conciencia de este fenómeno terrible, en el que las víctimas son tratadas como objetos y esclavizadas, vendidas y compradas; debemos darlo a conocer, presionar al gobierno para que se empeñe en parar esta moderna esclavitud y hacer todo lo posible para ayudar a las víctimas».
«¿Es una nueva frontera? Quizás es la negación más evidente de la dignidad humana y de los derechos humanos que haya existido hasta ahora. Seríamos indignas con nuestra fundadora, la beata Theresa Gerhandinger, si ignoráramos la realidad de tantas mujeres y niños».
Mujeres en Florida
La forma como se trata a las mujeres latinoamericanas en Florida se ha convertido en un lucrativo negocio ante las mismas narices de las autoridades estadounidenses sin que éstas logren penetrar en los grupos de traficantes de seres humanos que cada año importan unas 25 mil féminas destinadas al mercado de la prostitución.
«Las personas que manejan las redes de prostitución evidentemente están cambiando de tácticas y son cada vez más difíciles de detectar», dijo Nick Pimentel, de la Policía de Miami-Dade, quien expuso la necesidad de estudios sobre las particularidades de los diferentes tipos de esclavitud sexual a la que son sometidas las extranjeras en prostíbulos de los condados de Palm Beach y Collier y en la localidad de Homestead.
Más de la mitad de esas mujeres provienen de países sudamericanos y Miami es su principal meta de llegada. Las estadísticas del gobierno norteamericano son bien conocidas, gracias a indagaciones del Departamento de Estado que da cifras de miles de millones de dólares para ganancias en la industria del sexo.
Las explicaciones en torno al floreciente fenómeno de la prostitución al que ingresan las latinoamericanas, generalmente a través de señuelos y engaños, incluso colocadas en sitios de Internet o revistas y periódicos aparentemente serios, son las mismas con las que los especialistas fundamentaron la avalancha de mujeres provenientes de Europa del Este cuando el bloque socialista colapsó en la pasada década.
«La crisis de Europa Oriental desató el arribo de mujeres de allá. Ahora están llegando de América Latina», argumentó Max Castro, docente de la Universidad de Miami especializado en temas migratorios.
En los años 90, los prostíbulos de Europa occidental, Asia y Estados Unidos rebosaron de mujeres provenientes del ex campo socialista atraídas por ofrecimientos de empleos dignos. La prensa internacional destapó entonces la naturaleza del éxodo provocado, en parte, por las difíciles condiciones de vida imperantes en esos países y por las promesas de empleos y matrimonio ofrecidas por los traficantes, que en pocos años lograron constituirse en mafias, cuyas bases están en Italia y Rusia, y ahora explotan en la pobreza de América Latina.
«Sin embargo, las mujeres se dan cuenta pronto que tales trabajos no existen» , refirió Patricia Bibes, quien investigó el tráfico humano en América Latina para la American University, en Washington. «Una vez que llegan a Estados Unidos, los traficantes inmediatamente las envían a la industria del sexo y, en muchos casos, son despojadas de sus pasaportes para limitarles el movimiento o para que no puedan escapar», reveló Bibes.
Los objetivos claves de las redes de prostitución están localizados, según expertos, en República Dominicana, México y Colombia, aunque peruanas, argentinas, venezolanas, bolivianas y ecuatorianas también son tentadas a abandonar sus países a cambio de mejoras económicas en Estados Unidos, donde al llegar son vendidas a los dueños de los burdeles que las explotan al máximo para pagar el costo de su ingreso y estadía ilegal en la nación. Se ha descubierto que después de un año de trabajo en Estados Unidos, las llamadas obreras sexuales reportan a sus patrones beneficios equivalentes a 120 mil dólares.
«Definitivamente todas estas mujeres son empujadas a este peligroso estilo de vida por la falta de empleos y de oportunidades en sus países para ganarse la vida dignamente», señaló Eduardo Gamarra, director del Centro para América Latina y el Caribe, de la Universidad Internacional de Florida.
La forma de operación de estas bandas va desde la falsificación de documentos de identidad hasta el engaño a los diplomáticos estadounidenses. «Depositan fuertes sumas de dinero en cuentas en nombre de las víctimas para facilitar la obtención de la visa en la embajada de EE.UU. respectiva», reveló una fuente federal.

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