Hace un mes y medio, cuando William Rodríguez Abadía, de 41 años, se entregó al FBI en Panamá, SEMANA reveló que ya se veía venir un acuerdo entre el heredero del cartel de Cali y la justicia norteamericana. Y así fue. William accedió a declararse culpable, y a cooperar con Estados Unidos contra su padre Miguel y su tío Gilberto Rodríguez Orejuela. La negociación fue presentada el pasado miércoles en la Corte del Distrito Sur de la Florida, ante el juez federal Federico Moreno, de origen venezolano.
Pero ¿cómo es posible que William haya decidido hablar contra sus familiares y qué consecuencias podría traer para los hermanos Rodríguez Orejuela? Personas allegadas al proceso dieron una explicación muy sencilla: en realidad, fue un arreglo de los tres con la Fiscalía. ¿Y con qué objeto? Para beneficiar a William, con la consideración de que tiene más vida por delante, y, de paso, al resto de la familia. Para ello fueron realistas: lo más seguro es que, con su declaración o sin ella, la sentencia contra Miguel y Gilberto no será de menos de 20 años, lo que significa una cadena perpetua. Nada de lo que ellos hagan podría evitar el acoso de las autoridades contra sus parientes en Colombia, que es la mayor preocupación de los dos. Al declararse culpable, William les quita a los dos esa carga y les facilita que en el futuro también se declaren culpables para evitar ir a juicio. Es una especie de triangulación jurídica que manejan mucho los abogados estadounidenses expertos en arreglar este tipo de convenios.
William se comprometió a entregar información sobre sobornos a funcionarios colombianos para no perder sus empresas y propiedades confiscadas. Se responsabilizó de haber comprado a empleados del cartel de Cali y sus familias para evitar que atestiguaran contra los Rodríguez Orejuela. Admitió haber escondido las ganancias procedentes del narcotráfico a través del emporio financiero de su familia y renunció a la propiedad de 253 empresas que tienen en América Latina, Europa y Estados Unidos por más de 300 millones de dólares. Aunque los bienes ya están incautados y figuran en la ‘lista Clinton’, el solo hecho de admitir que no van a reclamarlos aumenta la credibilidad de su cooperación ante el juez Moreno.
La confesión de William podría terminar con la amenaza de extradición en contra de otros miembros de su familia y con la persecución de Estados Unidos
PUBLICIDAD A cambio se le dejó el único cargo de confabulación para introducir cocaína a Estados Unidos y le retiraron los de conspiración, lavado de dinero, obstrucción de la justicia y no se habló de muertes de personas, entre ellas la esposa de Guillermo Palomari, el ex contador del cartel. También expedirán visas especiales a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas para que puedan visitarlo. Tendrá la posibilidad de acogerse al programa de protección de testigos. Su sentencia se podría reducir hasta 10 años en una cárcel de mediana seguridad. Tendrá atención especial por sus problemas renales y lo más probable es que podría cesar la amenaza de extradición a otros miembros de la familia y la persecución de Estados Unidos contra los otros 14 hijos, 21 sobrinos y 30 nietos de los Rodríguez Orejuela.
Lo que falta por conocerse es hasta dónde llegó su verdadera confesión para recibir un trato tan condescendiente. Según fuentes consultadas por SEMANA, la fiscalía federal de Miami jamás hubiera llegado a un acuerdo tan favorable con William si éste no le hubiera contado todo lo que quería oír. Y eso iría mucho más allá de lo anunciado, que, por lo demás, no es ningún misterio. Al fin y al cabo, William manejó, al lado de su padre Miguel, las relaciones cercanas del cartel con políticos, funcionarios y autoridades que se dejaron tentar por su dinero maldito. Conoció como nadie hasta dónde llegó la corrupción en el país. Y tomó las riendas de los negocios, que siguió manejando a sus anchas después de que su tío y su padre, quienes siempre se negaron a confesar sus delitos, fueron encarcelados. Hoy ambos ofrecen lo que les queda de vida por salvar a sus familias y el encargado de ‘prender el ventilador’ es William Rodríguez Abadía. Los términos exactos de su confesión todavía son un misterio, pero quienes la conocen afirman que se podría convertir en una importante herramienta del gobierno de Estados Unidos en sus relaciones con el Estado colombiano. Y que si es publicada, afectaría a muchas figuras de la política nacional.