No todas las técnicas de biometría son invasivas

Los atentados del 11-S en EE UU y del 11-M en Madrid marcaron un punto de inflexión en las costumbres de la sociedad, que reclama ahora mayor seguridad. En este contexto se enmarca la biometría, que debe tener un alcance específico y regulado, según el autor, quien se incorpora al Debate Abierto sobre el futuro de la identificación de las personas
El término biometría puede definirse técnicamente como la aplicación de técnicas automáticas de extracción y cotejo de características físicas que permiten comparar a un individuo con los contenidos en un almacén de datos a fin de realizar su correcta identificación. Las técnicas de biometría humana utilizadas como elemento identificativo no son nuevas. Ya en la antigua China, las impresiones dactilares de una persona eran utilizadas como parte de la firma que se realizaba en documentos públicos y privados.
La posibilidad de identificar a una persona de manera confiable no sólo es imprescindible para las organizaciones policiales que persiguen las actividades criminales, sino que esta necesidad se ha ido extendiendo al ámbito público y privado como elemento necesario para asegurar el ejercicio de derechos y libertades.
Desde el punto de vista tecnológico, la identificación personal es una de las aplicaciones de las técnicas de reconocimiento de patrones en la que más avances se han realizado en los últimos años. Actualmente se dispone de un amplio abanico de productos comerciales para la verificación personal en el que se aplican numerosos tipos de técnicas biométricas: análisis de voz, iris y retina, escritura, firma manuscrita, impresión dactilar y palmar, análisis facial, reconocimiento basal, etcétera. De todas ellas, el análisis de impresiones dactilares es el que se encuentra más experimentado; sin embargo los avances en otros sistemas alternativos son evidentes.
En la última década y a rebufo de la introducción de las denominadas tarjetas inteligentes, las aplicaciones de biometría han escapado de los límites de los grandes centros de proceso de datos y de las estaciones de trabajo de altas prestaciones para incorporarse a estos pequeños objetos. Una tarjeta inteligente no es más que un pequeño ordenador empotrado en un soporte del tamaño de una tarjeta de crédito. En este ordenador se pueden ejecutar aplicaciones de verificación personal mediante el uso de técnicas biométricas que permiten verificar internamente que la identidad del portador de la tarjeta corresponde con la del titular del documento. Esta tecnología será ampliamente introducida en tarjetas de identidad de todo tipo: nacionales, de empresa, de colectivos, etcétera, en función de la necesidad de acreditación personal en cada caso.
Debido a cuestiones técnicas y comerciales, el uso de tarjetas inteligentes no ha sido aplicado a los pasaportes y documentos de viaje internacionales. Para este tipo de documentos se ha decidido el uso de chips de memoria de radiofrecuencia cuya capacidad de proceso se limita a la autorización o no de acceso a los datos almacenados, por lo que las aplicaciones biométricas serán ejecutadas en estaciones de trabajo externas al propio documento. La característica biométrica común a este tipo de documentos será la fotografía del titular lo que hará que la tecnología de reconocimiento facial se desarrolle en mayor grado a fin de asegurar la interoperabilidad de todos los documentos de viaje en cualquier parte del mundo.
Se utiliza biometría, pero ¿por qué?, y ¿para qué? Es evidente que, a raíz de los salvajes atentados terroristas del 11-S y del 11-M, nuestra sociedad ha experimentado una profunda transformación en sus hábitos y costumbres debido a la necesidad, más o menos declarada y asumida, de una mayor seguridad. Hoy día, nadie se sorprende porque sea preciso identificarse antes de entrar en una aeronave comercial o en un tren. Nadie se sorprende por la necesidad de pasar un control en una frontera. Lo hemos asumido como necesario y justificado, casi imprescindible.
En este contexto, la identificación personal a través de la biometría junto con el uso, ajustado a derecho, de los mecanismos de información e inteligencia que identifiquen a aquellas personas potencialmente peligrosas, son elementos de seguridad que deben jugar a nuestro favor. El uso de biometría en documentos de identidad y viaje junto con una regulación que permita asegurar los derechos de los ciudadanos con respecto a su utilización, no debe ser reconocido como una invasión intolerable en nuestra libertad y privacidad sino como una herramienta que la sociedad se otorga para la protección adecuada de los individuos de la conforman.
Todo lo anterior no implica que el alcance y ámbito de aplicación de la biometría sea indiscriminado. No todas las técnicas biométricas son igualmente agresivas y su aplicación debe depender del bien que deba ser protegido o del derecho que quiera ser ejercido. Un ejemplo muy claro se da en el uso del ADN como técnica identificativa: es la medida biométrica más precisa de que se dispone pero, además, recoge la base biológica de un ser humano concreto. Es evidente que no es necesario utilizar el ADN de una persona si su identidad puede ser acreditada igualmente con su simple fotografía personal.
Por tanto, será la correcta regulación jurídica de la utilización de las técnicas biométricas, y no su disponibilidad tecnológica o comercial, la que deberá dar la medida final de su valor como elemento adecuado en la protección y salvaguarda de nuestros derechos y libertades.

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