Forajidos en Marbella

ACABA DE CONCLUIR, en Marbella, España, la primera fase de una de las investigaciones anticorrupción más espectaculares en la historia del flagelo.
Nos referimos a la «Operación Ma laya», que hasta la fecha, ha conducido a la incautación de bienes por 2.400 millones de euros, la disolución del ayuntamiento marbellí, así como la detención de más de 20 personas. Testaferros, empresarios, supuestos banqueros, abogados, concejales, funcionarios de la administración municipal, entre quienes destaca Marisol Yagüe, alcaldesa; su primera teniente, Isabel García Marcos y el asesor de urbanismo Juan Antonio Roca. «Forbes», revista especializada en la materia, ha contabilizado la fortuna de este último en 3.000 millones de euros, la cuarta mayor de su país. Todo, sin dar golpe, ni invertir un peso, sino con perpetraciones que han ido desde el blanqueo de capitales, la defraudación a la hacienda pública, pasando por el cohecho, tráfico de influencias, malversación, alteración de precio en licitaciones, falsedad documental, hasta llegar a delitos contra la fauna.»¿Y?» se encogerán de hombros algunos de sus congéneres de nuestro gobierno gamberro, al escuchar lo que para ellos constituye una menudencia.
La Fiscalía anticorrupción reveló el epicentro de la madeja. Si un constructor tenía un problema, acudía a ver a Roca en la empresa «Planeamiento 2000». De nada le servía ir al ayuntamiento. «Allí no te daban ni un papel, simplemente te remitían a Planeamiento 2000», explica, ahora, uno de los soplones a cambio de lenidad. Una vez en «Planeamiento 2000», Roca otorgaba lo que le pedían, por lo general, reclasificación de algún lote. «Como contraprestación, te exigía que pusieses a nombre de sus sociedades algún solar que después, permisaba para las construcciones más desmesuradas».
HAMPONES AL PODER. Este entramado de lucro ilegítimo, resultaría ininteligible sin una referencia histórica. Nos referimos al ya fallecido Jesús Gil y Gil, mentor de la alcaldesa Yagüe, de Juan Antonio Roca y de los demás compinches, hoy procesados. Cuando fue votado como alcalde de Marbella, a comienzos de los 90, Gil y Gil, un hampón de siete suelas, tenía que haber estado bien preso, como responsable de la muerte de 152 personas, víctimas del desplome de una edificación, en la que como constructor, había quebrantado las más elementales normas de seguridad. Pero entonces el electorado de Marbella tenía la guardia baja. Los partidos del status, se hallaban en el punto más bajo y coincidencias del destino, Francisco Franco, decrépito, soberbio y más retorcido en sus últimos días, había indultado o sobreseído a Gil por sus felonías, con lo cual ignoró cierto código no escrito en materia de perdones: a un hampón cromosómico, en lugar de aplacarlo, lo alebrestan las malentendidas conmiseraciones.
Se ha estudiado poco el siguiente aspecto de la psicología social. Una determinada comunidad, sabe y le consta que un individuo tiene prontuario. No puede alegar desconocimiento ni engaño, pero va y lo elige, en lo que constituye una autoflagelación cercana al suicidio colectivo. Ha ocurrido entre nosotros, con «El Mataviejas» concejal de uno de los circuitos capitalinos, convicto y confeso por asesinar a una anciana; con el «Diablo» o «El Rojo» o las dos cosas a la vez parlamentario y dirigente local del partido de gobierno, que exhibe el mérito revolucionario de haber matado a patadas así como suena: a patadas a un parroquiano, una noche loca, en una venta de tostadas; con el caso del alcalde, procesado por propinarle, en una de sus tronas, una puñalada a un pretendido rival amoroso, todo ello sin contar, aguas arriba, los antecedentes del individuo que aduna a semejante malandraje, enquistado en el aparato del Estado.
Total, que Gil erigió un verdadero andamiaje de corruptelas que le sobrevivió, mucho después de su muerte a través de sus pupilos. Secuestro del sistema electoral mediante la dádiva y la amenaza; nepotismo; penetración de los tribunales locales, de donde se extraviaban los expedientes por corrupción; complicidades con los empresarios más inmorales. O sea.
INMORALIDAD INTERNACIONAL. A tal punto ha llegado tal putrefacción, que el gobierno central de España, obvió la sacrosanta autonomía municipal y procedió a intervenir el Ayuntamiento de Marbella. Lástima que en el ámbito externo, el señor Zapatero tenga parámetros morales distintos, al extremo de haberse convertido en compinche de cierta revolución forajida y desvergonzada, ante la cual la mafia marbellí parece una inocente monjita de los pobres.

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