Industria militar española factura 3 millardos de euros anuales

Entre el nivel de desarrollo de un país y el grado de importancia de su industria de defensa existe una evidente correlación positiva. Más aún, y como señala el tercer informe de la Comisión Europea sobre indicadores de ciencia y tecnología de 2003, el contenido de las investigaciones militares, además de su contribución a la defensa, tiene efectos significativos a largo plazo e impacto multiplicador en la economía y en la I+D civil.
Los análisis económicos han explicitado los aspectos positivos que una industria militar desarrollada proporciona a una economía nacional. En este sentido, suelen citarse su fuerte contenido tecnológico, su alto contenido investigador, el empleo altamente cualificado que genera, o su contribución al ámbito civil a través de los materiales de doble uso. También es innegable el carácter geoestratégico que para un país tiene su industria militar. Por esta razón en el seno de la UE los Estados han querido preservar prácticamente íntegra su soberanía nacional en lo relativo tanto a la fabricación como al comercio de material de defensa, frente a la menor autonomía existente en el material de doble uso.
Es cierto que en la sociedad no faltan voces críticas que mantienen posiciones contrarias al crecimiento del gasto en defensa. Algunas son capaces de provocar cierto ruido -en el caso de España, recientemente la Fundació per la Pau-, pese a que sus argumentos siguen anclados en los rancios esquemas del antimilitarismo primario. Otras corrientes de opinión, en ocasiones mantenidas incluso por determinados Gobiernos, intentan racionalizar la elección de opciones alternativas a las soluciones militares. En realidad y siguiendo la tesis sostenida por Cagan, les sucede que ante la desconfianza en sus fuerzas para superar un problema, prefieren simular su inexistencia antes que afrontarlo.
A pesar de lo expuesto, afortunadamente en España se da el paralelismo citado entre progreso económico y desarrollo de la industria militar. Según un estudio publicado por el Real Instituto Elcano, nuestra industria de defensa viene de disfrutar la mejor década de su historia. Su facturación anual alcanza el volumen de 3.000 millones de euros, después de haber triplicado el importe de 1995 -de los que cerca de un 40% se destina a exportación-, y proporciona 17.000 empleos directos, junto a un importante número de indirectos. En otro orden de cosas, los recursos presupuestarios destinados a la investigación militar superan los 1.300 millones de euros y representan aproximadamente un 25% del total de recursos públicos destinados a I+D.
Más allá de las cifras, existen otros datos que reflejan el nivel alcanzado por nuestra industria de defensa. Así, la participación española en el avión de combate europeo a través de nuestra presencia en el consorcio europeo EADS; el propio liderazgo español en el delibery center del futuro A 400-M -avión de transporte militar-; o la fabricación por la antigua Bazán -después Izar, hoy Navantia- de las fragatas de la serie 100 y 101, en las que ha sido capaz de compatibilizar el sistema de combate norteamericano Aegis con un tamaño del buque inferior en un 20% o 25% al americano, con las consiguientes ganancias en maniobrabilidad, velocidad de desplazamiento y consumo de combustible.
A su vez el desarrollo de la industria militar, que camina indisociablemente unido a la modernización de nuestras Fuerzas Armadas, ha determinado que los aspectos relacionados con la gestión empresarial tengan cada vez más presencia y mayor importancia en el entorno de nuestra defensa. Posiblemente la generalidad de los españoles desconoce la capacidad existente hoy en la cúpula de nuestros ejércitos, en la que se aúnan, junto a la preparación estrictamente militar, unos conocimientos y habilidades directivas vinculadas al management empresarial absolutamente comparables con los ejecutivos de cualquier gran empresa, nacional o multinacional.
Cara al futuro, son varios los retos que debe afrontar nuestra industria de defensa. La tendencia hacia el mercado europeo de la defensa parece irreversible, por muy lento y tortuoso que sea el camino. En ese sentido, no cabe duda que el actual parón que sufre la futura Agencia Europea de Defensa -debido al impasse que vive el Tratado Constitucional- será antes o después resuelto. En definitiva, no cabe duda que el futuro del sector pasa por una mayor integración de la defensa europea.
Para responder a este escenario, es importante que el sector empresarial de defensa se oriente en un doble sentido. De una parte aumentando la dimensión de las empresas, con las correspondientes fusiones y absorciones, tanto en el nivel nacional como en el europeo. De otra, potenciando en mayor medida la obtención de sinergias entre los fines civiles y militares, proceso en el que cobrarán una especial importancia los materiales de doble uso.
Fuente: Cinco Días
Fecha: 18/04/06

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