Con celulares coordinaron motín en Sao Paulo

SAN PABLO. CORRESPONSAL
La primera reacción social en San Pablo, ante la escalada de ataques del Primer Comando de la Capital, fue doblemente visceral: por un lado, hubo pánico. Pero, por el otro, una expresión de fuerte impacto emocional rayana en la intolerancia. Fueron pocas las voces que alertaron sobre los posibles «excesos» en la represión a los miles de presos amotinados y en el combate a los líderes de esa organización delictiva.
No en vano, el secretario de Derechos Humanos de Brasil, Vannuchi, advirtió sobre los peligros de un «descontrol emocional». Sostuvo que estos días oyó muchas «declaraciones emotivas de policías que tienen nostalgia del escuadrón de la muerte». Y sentenció: «La solución no es que empiecen a aparecer cadáveres».
Claudio Abramo, de la ONG Transparencia Brasil, sostuvo que en la base del crecimiento del militar y delictivo del PCC, también llamado por el número 15.3.3 (en alusión a las posiciones de la letra «P» y la letra «C» en el alfabeto), está la inacción del sistema judicial y del Ministerio Público que se han revelado «incapaces» de obligar a los estados brasileños a mantener los presos en mejores condiciones. El experto indicó que el riesgo de corrupción adquiere su máximo nivel en los organismos de control social, como la policía, «incluso por su contacto con la delincuencia, lo que crea un caldo de cultivo propicio para la connivencia y complicidad».
Ayer, los expertos brasileños, sobre todo los vinculados al ámbito policial, ponían el eje de la oleada de violencia en el uso del celular. Decían que ese aparato, usado por la mayoría de los grandes traficantes presos, fue lo que permitió a los líderes del Primer Comando coordinar desde la prisión la seguidilla de ataques realizadas por sus huestes del «exterior». Abramo se interrogó: «La pregunta es ¿cómo llega el teléfono celular a entrar en una prisión y, más aún, cómo puede ser usado sin que sea detectado por los carceleros?».
En una impecable entrevista realizada por el corresponsal del diario Folha de Sao Paulo en Washington, el francés Loïc Wacquant, profesor de sociología de la Universidad de California e investigador del Centro de Sociología Europea en París, subrayó algunas de las raíces presentes en la secuencia violenta desatada por el Primer Comando. Recordó que la policía de San Pablo tiene mala fama en el mundo: «Mata más que todas las policías juntas de Europa, y con total impunidad».
Denunció, también, que en Brasil «el sistema carcelario es un campo de concentración de los muy pobres». Para el especialista, la violencia institucionalizada alimenta la violencia delictiva: «Crea un vacío que el delito organizado sabe cómo llenar. Eso permite que estas organizaciones crezcan y sean tan poderosas u osadas como para desafiar abiertamente al Estado y a su monopolio del uso de la violencia».

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