Teatro de operaciones

En el mes de mayo, el presidente estadounidense George W. Bush anunció el envío de 6 mil efectivos de la Guardia Nacional a la frontera con México. Este pie de fuerza deberá asumir el control de una zona limítrofe que se extiende por más de 3 mil 200 kilómetros, y a través de la cual circulan a diario más personas y vehículos que en cualquier otro paso entre dos países de todas las américas.
La decisión de este mandatario puede tener distintas lecturas según se esté adentro o afuera de su país. En lo interno, es la expresión del convencimiento de que las fórmulas aplicadas hasta ahora por lo que podríamos llamar el “mundo civil” no han dado los resultados que se esperaban: la inmigración ilegal de individuos de todas las nacionalidades, controlada por “coyotes” y miembros de las “maras” o pandillas de Centroamérica, ha llegado a niveles sin precedentes. Con ella también pasan las drogas y, lo que más preocupa al gobierno en Washington, elementos vinculados al terrorismo internacional. El acercamiento entre Al Qaeda y los delincuentes organizados de El Salvador y Guatemala ya ha sido anotado por expertos en la materia.
Esta decisión tiene efectos inmediatos en lo interno, pues en fin de cuentas los militares no deberán salir de los confines de su país. Pero implica al mismo tiempo un mensaje a las naciones vecinas de Estados Unidos. La frontera terrestre con México, de hecho, se ha convertido en un teatro de operaciones, pero no en el marco de un conflicto bélico (que es como se declaran los teatros de operaciones) sino de actividades de no-guerra que implican la preservación o restauración del orden público interno, el control del paso de personas y vehículos e incluso el resguardo ambiental. Por eso escogieron a la Guardia Nacional, un ala del Ejército de ese país que fue vista, por ejemplo, luego de la crisis social planteada por el paso del huracán Katrina.
El panorama, entonces, cambiará por completo. Los emigrantes ilegales, traficantes de drogas y contrabandistas ya saben que tendrán que lidiar con elementos distintos a la famosa “patrulla de fronteras” o a las autoridades de los condados limítrofes. Ahora, del otro lado estarán los militares. Muchos de ellos, probablemente desconozcan el emplazamiento que ocuparán, e irán entrenados para aplicar “normas de enganche” parecidas a las de un conflicto de baja intensidad. En este esquema, será cuestión de tiempo que comencemos a contar cadáveres.
Quizá sea por eso que el despliegue de los uniformados se ha prolongado más de lo que inicialmente se esperaba. En esto no sólo incide el hecho de que al momento del anuncio presidencial no había suficientes soldados de la Guardia Nacional en Texas, Nuevo México y California. Algunos efectivos, por ejemplo, han sido trasladados desde regiones céntricas del territorio estadounidense, como Ohio. No se debe Esta tarea también comporta problemas logísticos que deben ser evaluados antes del traslado, tomando en cuenta que los soldados estarán en la región fronteriza por tiempo indefinido.
Bush sostuvo que este mandato “no va a militarizar la frontera del sur”. Pero esto es difícil de creer. Los efectivos estarán allí, con sus trajes camuflados, sus armas largas y cortas y, lo que es más, su modo de hacer las cosas. La aclaratoria del Presidente debe ser entendida como un mensaje a su contraparte mexicana, entonces Vicente Fox y ahora Felipe Calderón, en el sentido de que tal emplazamiento no constituye un acto de hostilidad.
Lo que en fin de cuentas no sabemos es si los guardias nacionales serán más efectivos que los patrulleros de fronteras, individuos especializados en el oficio de controlar una zona tan extensa. Saquemos cuentas. Los 6 mil soldados trabajarán en turnos, digamos, de 24 x 24. En otros términos, tendrán un día libre por cada día de trabajo continuo. Al fin y al cabo, no están en guerra. Entonces, cada turno tendrá efectivamente a 3 mil hombres en acción. Esto nos da poco más de un 1,2 kilómetros de frontera por cada hombre. Pero sabemos que en el mejor de los casos las patrullas van por parejas. De manera que cada pareja tendrá que cubrir 2,4 kilómetros. Una cosa es leer esto y otra ejecutar la misión.
Para que este peculiar teatro de operaciones tenga éxito, Estados Unidos no podrá acudir solamente a las capacidades humanas. Tendrá que asumir soluciones tales como la colocación de barreras y la instalación de tecnologías de vigilancia que le permitan concentrar el esfuerzo de los soldados y patrulleros en las zonas álgidas. Soluciones que, por cierto, llegó a ver con disgusto en el caso de la frontera entre Israel y Palestina. Definitivamente, la lengua castiga al cuerpo.

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