Nuevo perfil de los terroristas británicos

El Gobierno de Pakistán cree que hay una «clara conexión» entre uno de los detenidos en el país asiático y la organización Al Qaida en Afganistán
Waheed adora el fútbol y el «fish and chips», Ibrahim está a punto de ser padre por primera vez, mientras que Abdul es el hijo de un difunto activista del partido conservador británico. Hasta hace 48 horas, estos tres jóvenes británicos eran un ejemplo más del multiculturalismo de la Inglaterra del siglo XXI: tras nacer en familias familia de origen inmigrante, se habían educado en los colegios de un país que presume de su tolerancia y su diversidad. Sin embargo, la artificial normalidad de sus vidas quedó al descubierto en la madrugada del jueves, cuando decenas de agentes policiales abortaron sus planes de derribar una decena de aviones con destino a EE UU de forma «inminente», posiblemente el miércoles que viene, tras un «ensayo general» previsto para hoy mismo.
Chicos normales. «Británicos de clase media: los musulmanes que querían derribar aviones», tituló ayer en portada «The Daily Telegraph». Así, el prestigioso diario conservador recalcó uno de los datos más escalofriantes de la operación policial: que los detenidos no encajen con el manido retrato-robot del terrorista islámico, un chaval radicalizado por la pobreza y la opresión. En cambio, los jóvenes que tramaban el mayor atentado desde el 11-S eran chicos normales, nacidos de padres de clase media como arquitectos, contables o pequeños empresarios. Además, una de las detenidas, de origen surasiático, estaba embarazada de seis meses en el momento en que los policías asaltaron su piso del este de Londres.
Las redadas culminaron una prolongadísima operación antiterrorista que se aceleró hace una semana, cuando la inteligencia paquistaní arrestó a dos británicos involucrados en la conjura. Este «chivatazo» permitió que Scotland Yard encajara el rompecabezas en el que llevaban trabajando al menos ocho meses y decidiera intervenir antes de lo previsto. Además, las autoridades del país asiático confirmaron el arresto de otro supuesto «hombre clave» de la trama, Rashid Rauf, horas antes de la redada británica, en la que también «cayó» su hermano Tayib.
Más revelaciones. Estas fuentes aseguraron además que existen «indicios» de una conexión con células de Al Qaida afincadas en Afganistán. Según el vespertino «Evening Standard», los agentes no erraron al adelantar la operación, pues en uno de los domicilios encontraron billetes de avión de la aerolínea estadounidense United Airlines con dos fechas distintas: el 12 y el 16 de agosto. Este hallazgo indicaría que hoy mismo se habría celebrado un «ensayo general» de cara a la matanza prevista para el próximo miércoles. Además, «The Times» señaló que los agentes podrían haber encontrado un vídeo de reivindicación en otro de los inmuebles registrados. Ante el temor de que los terroristas dispusieran un «plan B» ante una posible desarticulación de sus planes iniciales, el ministerio del Interior mantuvo ayer el nivel de alerta en «crítico», el más grave posible.
La amenaza en casa. Según las identidades difundidas ayer por el ministerio de Economía, que congeló en la madrugada de ayer las cuentas de 19 de los sospechosos, los integrantes de la conjura tienen una media de 24 años, aunque uno de ellos, Muneem Abdul Patel, ni siquiera ha cumplido la mayoría de edad. Así se confirmó el escenario más temido por los servicios secretos locales: que la principal amenaza terrorista ya no viene de extremistas extranjeros, sino de jóvenes británicos que han disfrutado del bienestar de una democracia occidental. Cuando se produjo el 7-J, el espionaje se quedó horrorizado al comprobar que tres de los cuatro culpables eran chavales del norte de Inglaterra. Con los arrestos del jueves, la sorpresa se ha convertido en resignación: los cuerpos de seguridad son conscientes de que este fenómeno complica enormemente su trabajo, puesto que ya no pueden conformarse con blindar las fronteras para evitar la entrada de militantes foráneos, sino que deben vigilar de cerca a todos los británicos.
De hecho, los agentes antiterroristas en todo el dpaís ni siquiera pueden concentrarse en un grupo étnico concreto, puesto que entre los detenidos en el complot de los aviones hay jóvenes de raza blanca recientemente convertidos al Islam. Es el caso de Don Stewart-Whyte, hijo de un activista «tory» que cambió de nombre a Abdul Waheed en el momento de su conversión. «Era un adolescente bastante problemático que solía beber bastante y meterse en líos», aseguró un vecino al diario «The Sun». «Hace unos seis meses me dijo que iba a hacerse musulmán porque todo tenía el sentido. A su madre no le hizo gracia la idea, pero después de su cambio de religión parecía más sereno, más en paz consigo mismo». Además, la redada ha demostrado hasta qué punto resulta fácil infiltrarse en puntos clave de la sociedad británica: uno de los detenidos, Amin Asmin Tariq, trabajaba en el aeropuerto de Heathrow como encargado de seguridad.
Mientras tanto, Waheed Zaman representa a la Sociedad Islámica en el Consejo Escolar de la Universidad Metropolitana de Londres y ve en sus ratos libres antiguos capítulos «Only Fools and Horses», una mítica comedia de la BBC. «Le encanta el “fish and chips” y el Liverpool FC», añadió su hermana Safeena. «Incluso quería ingresar en la Policía como forense. Cree profundamente en la necesidad de que nuestra comunidad se integre en Occidente. Es completamente inocente, le están utilizando como un cabeza de turco».
La juventud de los detenidos subraya uno de los grandes dilemas de la lucha antiterrorista desde el 7-J: cómo moderar a unos chavales radicalmente opuestos a cualquier mensaje y cerca del radicalismo islamista. «En realidad, el Gobierno no es el principal responsable de esta labor», aseguró «The Daily Telegraph». «Lo único que une a todos los musulmanes de este país es su respeto por la familia. El largo camino para recuperar a los jóvenes alienados debe comenzar en casa. La familia es la que mejor puede detectar y frenar cualquier radicalización.
Mis ejemplares vecinos
La comunidad islámica de Walthamstow, dividida entre la sorpresa y el escepticismo por las redadas antiterroristas llevadas a cabo en su barrio
La sorpresa de los vecinos de Walthamstow por las redadas del jueves se tiñó ayer de un cierto cinismo al filtrarse la identidad de los arrestados, que habían forjado fuertes vínculos personales en esta comunidad obrera del noreste de Londres. Entre los detenidos estaba Oliver Savant, un chaval de madre inglesa y padre iraní que vive en el barrio desde su infancia y, tras una adolescencia completamente normal, comenzó a interesarse por sus raíces islámicas hace unos ocho años. Savant tiene 25 años y se casó recientemente y espera el nacimiento de su primer hijo. «Es un chico muy agradable y educado. Hace años empezó a llevar túnicas blancas y desde entonces recibía visitas de amigos que vestían igual».
Aunque la mayoría de vecinos musulmanes expresó su «horror» por los supuestos planes de los detenidos, más de uno añadió una coletilla al final: «Qué coincidencia que la redada ocurriera justo el jueves». El día anterior, el ministro del Interior, John Reid, había pronunciado un discurso de extremada dureza hacia los oponentes de la guerra «contra el terror». La desarticulación de la trama ha desplazado de las portadas la violencia en Oriente Medio, un tema muy incómodo para el Gobierno. «No sería la primera vez que Tony Blair utiliza este tipo de tácticas para desviar la atención», señaló Ahmed, un empleado de una tienda de ultramarinos cercana a Albert Road, donde se produjo uno de los asaltos.
Desconfianza. Waseem, otro vecino que conocía de vista a uno de los detenidos, se negó a aceptar su culpabilidad hasta que se demuestre lo contrario. Señalando al sur de la ciudad, recordó los sucesos registrados hace un par de meses en Forest Gate, donde la Policía asaltó el piso de unos supuestos terroristas y disparó en el hombro a uno de ellos. Días después, se vieron obligados a pedir perdón a la familia, tras demostrarse que habían cometido un error. Este patinazo, unido a la muerte hace un año de un brasileño a manos de un agente que le confundió con un suicida, ha menguado la confianza de los musulmanes en la policia. «Muchas veces actúan con pocas pruebas», recalcó Waseem.
La población pakistaní del barrio acepta con creciente pragmatismo que sus vástagos son cada vez más vulnerables a la radicalización islamista. El ejemplo de los terroristas del 7-J, tres de los cuales eran ingleses nacidos en familias de inmigrantes, demostró que los musulmanes moderados tienen un crucial trabajo por delante para purgar a los elementos más peligrosos de sus comunidades. «Tenemos que admitir que algunos están pervirtiendo el mensaje del Corán», suspiró un padre de familia que vive frente a Albert Road.

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