Hawala: un sistema primitivo pero eficaz en la era del comercio electrónico

Nadie excluye que, como dijo el ex director de la CIA James Woolsey, el terrorista saudita Osama bin Laden «haya estado matando con la derecha y juntando dinero con la izquierda». Quizás por esa razón, el FBI está estudiando lo que pasó en la Bolsa de Francfort en los tres días previos a los atentados en los Estados Unidos.
Pusieron sus ojos en los negocios de los días 6, 7 y 8 de septiembre con los títulos de las compañías de seguros Munich Re, Swiss Re y Acsa, que perdieron 2.000 millones de dólares de su valor. También miraron la anómala intensidad de los negocios que involucraron a los bonos del Tesoro de los Estados Unidos en la Bolsa de Tokio, que hizo decir a varios expertos financieros de la región que hubo «manipulación del mercado con relación al ataque».
Pero no es lógico pensar en rastrear una llamado de Bin Laden a un broker común y corriente para que haga una operación también común y corriente. Según Jonathan Winer, por años «cazador de capitales» del Departamento de Estado estadounidense, «si se quiere saber cómo Osama, sin dejar ningún rastro, financia a centenares de personas que pueden vivir aquí al lado, se debe saber qué es el sistema Hawala (en «hindi», el idioma más hablado de la India, «buscar un código»)».
Hawala no tiene oficinas, no tiene un broker con tarjetas, no tiene bancos ni cuentas corrientes. Hawala es una cadena de hombres. De Dubai a Jartum, de Nueva Delhi a Nairobi, de Hamburgo a Nueva York, de Londres a Roma, son hombres que sólo tienen una dirección y un número de teléfono.
El método de este sistema antiguo e indestructible de reciclaje es tan simple como respirar. El dinero no deja nunca el país en el que está. Desde Islamabad un hombre llama a su contacto en Nueva York (un amigo, un profesor de universidad, un hermano) y le dice: «te va a ir a ver Khalil; dale tres cerdos» o «necesita cinco gallinas».
Un «cerdo» podría valer diez mil dólares o una «gallina» mil, según el código. Después, Khalil va al lugar donde se recogen fondos, como la Mezquita de Brooklyn, o a Arlington, Texas. O a la Masjid as-Salaam de Nueva Jersey (por citar ejemplos que tiene el FBI).
El imán deberá decirle a Khalil cuál es la «terminal» de Hawala en la ciudad o en el Estado (por ejemplo, el imán de Maryland fue demorado por el FBI).
Entonces, el contacto en Nueva York recibe a Khalil cortésmente. Cuando se saludan, Khalil lleva en su bolsillo 5.000 dólares. Pocas horas después, en Islamabad, alguno de la Qaeda, el grupo de Bin Laden, dará 5.000 dólares a un familiar del hombre de Nueva York.
«Así, con la Hawala, recibían dinero los terroristas que vivían en EE.UU.», dice el «cazador de capitales». Agrega que «nadie tuvo que llevarle a ellos dinero en efectivo, o moverlo a través de un banco o usar una tarjeta de crédito. No hay ningún rastro. Obviamente, los «oficiales pagadores», por llamarlos de alguna manera, tienen un negocio de verdad que cubre su actividad».
El «cazador» sostiene que «un negocio como la Hawala es imposible de derrotar con los métodos tradicionales. Se lo puede descubrir si alguno viene a delatarlo, como sucedió con Jamal Al-Fadl».
Jamal Ahmed Mohamed Al-Fadl, de 38 años y musulmán, nacido en Ruffa, una ciudad de Sudán ubicada al sur de Jartum, se «vendió» por un auto de lujo.
«Robé el dinero de Hawala. En realidad, me equivoqué al decir que robé. Ese dinero que recibí por un cargamento de azúcar me parecía una comisión normal por mi trabajo de manager. Cuando las cosas se pusieron mal, pensaba devolverlo, pero se dieron cuenta rápidamente y me llevaron en presencia de Osama», relató Jamal.
Y siguió: «Osama no levantó la voz. Me dijo con palabras suaves que debía devolver ese dinero a la caja. Le dije que no podía, aún cuando vendiera mi auto. Y pregunté cuánto tiempo tenía para devolverlo. Pero Osama concluyó la conversación diciéndome que debía devolverlo. Entonces, estaba desesperado y busqué refugio en la embajada de Estados Unidos».
Los federales de EE.UU. tomaron contacto con Jamal 48 horas después y lo llevaron a Europa, donde lo interrogaron durante tres semanas. Todo lo que les contó es lo que sabían sobre Hawala y el imperio de empresas de Osama en Sudán.
En febrero pasado, Jamal volvió a hablar en una Corte Federal de Nueva York.
«Osama controla empresas de construcción como la Hijra, financieras como la Taba Investment, importadoras-exportadoras como la Latin International Company y agrícolas como la Al Temar al Bubaraka. Esas empresas tienen una única función: mover el dinero que sirve a nuestra agenda política», contó.
La ganancia de las empresas se transforma en dólares o libras esterlinas que van a financiar, con los recursos de Hezbollah y de la Jihad Islámica la red de terror de la Qaeda y el sistema Hawala, relató Jamal.
La Mezquita de Brooklyn es uno de los nodos de la Hawala, vinculada con el centro Khidmat de Peshawar, en Pakistán. Todos los emigrados paquistaníes que mandaban dinero a su país lo dejaban en la mezquita neoyorquina y los billetes no se movían de allí. Los hombres de la Qaeda se encargaban de que llegara a sus destinatarios en Pakistán, mientras en Nueva York se utilizaba el dinero que había llegado, de acuerdo a la órdenes de Bin Laden, según el relato del arrepentido.
Así, sin mover un sólo dólar, las redes terroristas podían financiar a los «cuadros dormidos» que tenían en los EE.UU.

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