Náufragos mexicanos fueron encontrados gracias a radar pajarero

ALEJANDRO SUVERZA
El Universal
Lunes 21 de agosto de 2006
MAJURO, Islas Marshall.- La noticia del naufragio de tres pescadores había quedado grabada en un contestador telefónico del piso 12 del edificio de la embajada de México en el centro de Wellington, la capital de Nueva Zelanda. El mensaje que en los días siguientes conmocionó a la nación mexicana quedó atrapado en el aparato por lo menos tres horas hasta que fue liberado a las nueve de la mañana por funcionarios.
Era el 9 de agosto, la voz decía provenir del ministerio de Relaciones Exteriores de las Islas Marshall, un conjunto de islas enclavado en el océano Pacífico. Relataba que uno de los barcos con bandera de la flota pesquera de la región había rescatado a tres hombres a bordo de una lancha. Otros dos mensajes, que medios mexicanos dejaron en el contestador para confirmar el hallazgo e intercambiar información, ahuyentaron la incertidumbre. «Vaya aventura», dijo un diplomático.
Los periodistas que esa mañana hablaron a Nueva Zelanda argumentaron que una agencia internacional de noticias había emitido un cable para informar que los náufragos encontrados eran mexicanos y que habían zarpado del puerto de San Blas en la costa de Nayarit. Iban a dar las cuatro de la tarde en México. Los trabajadores de la embajada informaron de inmediato al consejero consular, Luis Enrique Franco. El intercambio de información y el asombro fue y vino por la línea de teléfono.
Había desconcierto porque nadie podía explicar cómo se logró el rescate. En Nueva Zelanda ni siquiera se explicaban la razón del porqué la información fue captada por una agencia de noticias. No imaginaban que la llamada para informar al ministerio de Majuro sobre el rescate salió del barco atunero Kusskaooss y que Eugene Muller, el gerente de Koo´s Fishing, la compañía a la que pertenecía el navío, fue quien informó del rescate. Después, él mismo explicaría a este diario que Lucio Rendón Becerra, Salvador Ordaz y Jesús Vidana, los náufragos mexicanos, fueron rescatados gracias a un radar al que llaman «pajarero» que rastrea aves hambrientas de sardinas que nadan junto al atún.
En Nueva Zelanda, la embajadora Angélica Arce quería acumular certezas. Las autoridades mexicanas localizaron a familiares en Nayarit, Chiapas y Sinaloa. Después con la copia de las actas de nacimiento en la mano, se puso en contacto con los náufragos mexicanos que llevaron una parte de su historia a las Islas Marshall, un conjunto de pedazos de tierra que están frente al Japón, muy arriba de Australia y más o menos cerca de Nueva Zelanda, a unos seis mil kilómetros.
Las cadenas internacionales de televisión ya están aquí. La historia de los tres mexicanos que naufragaron durante nueve meses y nueve días en el océano Pacífico es la nota del mundo. Esperan que la historia inicie su desenlace en tierra. Se sabe que el diario local The Marshall Islands Journal quería la exclusiva. También se supo extraoficialmente que una compañía productora comunicó su interés de comprar los derechos de exclusividad para rodar una película y escribir un libro sobre el naufragio mexicano.
La isla de Majuro, la que recibirá a los tres náufragos mexicanos, espera. Es un punto que ni siquiera está registrado en los mapas. Es la más grande de un conjunto de 64 islas que pertenecen a Marshall. En este montón de Islas de la Micronesia, los censos poblaciones y la recolección de votos se tiene que hacer en lancha. Hay islotes en los que sólo habitan tres o cuatro familias.
Vaya coincidencia, la sede de naufragio mexicano tiene forma de boomerang. Aquí será el escenario de la historia del regreso a casa para los tres pescadores mexicanos. En Majuro habitan 25 mil de los de 55 mil habitantes de las Marshall. Seis hoteles, tres bancos conforman la isla que recién ha sido buscada en los mapas mundiales para saber a dónde llegará el atunero que rescató a tres pescadores. Este lugar, en el que se habla marshallés e inglés, está cinco horas de vuelo desde Honolulú, Hawai. Decía el jefe de la cancillería de Nueva Zelanda, Luis Enrique Franco, que quizás los únicos mexicanos que la han pisado son dos embajadores, y ahora los integrantes de la prensa mexicana. Hoy otros tres visitantes tendrán el honor de hacerlo para apoyar sus vidas en este ínfimo punto del océano Pacífico. Una isla donde el color del mar hace parecer que éste semeja una extensión de cielo. Su geografía se mira estrecha y cuando se aterriza aquí se puede ver ambos lados del mar. Un habitante asegura que este lado, el más delgado de la isla, se puede recorrer de un lado a otro en tan sólo 15 minutos.
Aquí se vive de la agricultura, del intercambio comercial con otros países, mediante barcos que ingresan al hueco del boomerang marshallesco, que a partir de mañana será visto y captará la atención de cientos de miles de habitantes de decenas de países. Los náufragos llegarán a las siete en punto de la mañana, hora local de Majuro.
La ministra de Relaciones Exteriores de la República of the Marshall Islands, Meijon Rema Edwars, dijo que se estará preparada para recibir al naufragio mexicano, que se afinan sólo los detalles de traslado y las locaciones hospitalarias, en caso de ser necesario.
Después de aquel cruce de llamadas desde la oficina de la embajada Nueva Zelanda a México, a la una de la tarde, la embajadora tuvo la copia vía fax de las actas de nacimiento de los tres mexicanos. Obtuvo el número telefónico del atunero taiwanés que llevó a cabo el rescate y se cercioró de que los nombres coincidieran. Sólo eso. «Resultaba excesivo un interrogatorio», dijo una fuente diplomática.
La noticia después se disparó contra el mundo. Era cierto, tres pescadores mexicanos a bordo de una lancha naufragaron durante nueve meses y nueve días. Ni siquiera se dieron cuenta de que los habían detectado. «Dormían cuando los encontró el barco atunero», dijo Eugene Muller, el gerente de la Koo´s Fishing, que el lunes a las tres de la tarde, hora de México, dejará a los náufragos mexicanos en el muelle Uliga Dock de Majuro. Será entonces cuando comenzará la segunda parte de la historia.

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