New York Times señala el "fracaso" del Plan Colombia

El último capítulo en la larga Guerra a las drogas de América -un esfuerzo de seis años y 4.700 millones de dólares para reducir drásticamente los cultivos de coca en Colombia- ha dejado virtualmente sin cambio el precio, la calidad y la disponibilidad de la cocaína en las calles de Estados Unidos.
El esfuerzo, comenzado en el 2000 y conocido como Plan Colombia, tenía una meta específica de reducir a la mitad los cultivos de coca de este país en cinco años. Eso no ha pasado. En su lugar, dicen expertos en política de drogas, la coca, el ingrediente esencial para la cocaína, ha sido redistribuida en parcelas más pequeñas y difíciles de alcanzar, agregando costo y dificultad a la guerra contra las drogas.
Oficiales de la administración Bush dicen que los cultivadores de coca están en retirada, y que las guerrillas izquierdistas y los paramilitares de derecha están más débiles que nunca. Eso ha hecho a Colombia, el aliado más cercano de Washington en una turbulenta región, más estable, dicen. Argumentan que el plan ha marcado importante éxitos, como pico en el precio de la cocaína el año pasado.
Pero esa afirmación fue discutida por un amplio rango de expertos en política de drogas, y algunos políticos están cuestionando los resultados de la guerra alas drogas así como sus supuestos.
El plan parecía suficientemente simple. «Entre más cerca podamos atacar la fuente, mayor la probabilidad de detener el flujo de drogas total», dijo un reporte del Departamento de Estado apenas comenzó el Plan Colombia. «Si destruimos los cultivos o no dejamos que los recolecten, ninguna droga entrará en el sistema».
Los datos recientes muestran los siguientes resultados:
– Tanta coca es cultivada hoy en Colombia como crecía al comienzo del esfuerzo de fumigación a larga escala en el 2000, de acuerdo con cifras del Departamento de Estado.
– Colombia, Perú y Bolivia, las fuentes principales de coca y cocaína, producen más que suficiente cocaína para satisfacer la demanda mundial, y posiblemente tanta como se producía a mediados de los 90, dicen las Naciones Unidas.
– En los Estados Unidos, el seguimiento del Gobierno en el pasado cuarto de siglo muestra que el precio de la cocaína ha caído y que la pureza permanece alta, signo de que la droga hoy es tan disponible como siempre.
Sobre todo, la demanda en Estados Unidos se ha reducido en los años recientes, pero expertos dicen que puede ser el resultado de muchos factores, incluyendo las tendencias sociales cambiantes, y mejores técnicas de represión domésticas. Mientras tanto, la demanda se está elevando en Brasil, Europa, África y en otros lugares.
«Si fuéramos a evaluar el Plan Colombia por su criterio inicial, el resultado de la guerra a las drogas ha sido dudoso en el mejor de los casos», dice Russell Crandall, un ex consejero de la Casa Blanca autor del libro ‘Driven by Drugs’, sobre la guerra a las drogas en Los Andes (…).
«Podemos cambiar las metáforas -(…), diciendo que hay luz al final del túnel- pero lo dejado son con frecuencia resultados desalentadores en la reducción de la cantidad de drogas y cocaína en los Estados Unidos», agrega.
Una guerra más amplia
Oficiales de la administración Bush dicen que el veredicto es demasiado duro.
«En los pasados cinco años, usted ve una reducción en el cultivo», dijo John P. Walters, director de la Oficina de la Política Nacional de Control de Drogas, en una entrevista. «Usted ve un cultivo y tráfico remanente en Colombia bajo presión sin precedentes».
La pregunta persistente es si el problema en Estados Unidos sería peor hoy si no existiera la guerra contra las drogas.
Lo que es claro es que la guerra contra las drogas, la guerra original sin límites contra un enemigo evasivo y difícil de definir, ha avanzado inexorablemente, impulsada por décadas de apoyo político persistente en ambos lados de los pasillos del Congreso.
Jon Caulkins, un experto en política antidrogas de la Universidad Carnegie Mellon, haciendo eco de otros analistas, estima que la guerra contra las drogas les ha costado a los contribuyentes estadounidenses 40.000 millones de dólares anuales en años recientes, aunque no hay un registro total de los gastos estatales y federales.
Hoy el dinero se invierte en botes patrulleros, prisiones, departamentos de policía y vuelos de extradición para traer a juicio a Estados Unidos a los peces gordos de las drogas.
El Plan Colombia, iniciado por Bill Clinton, ha sido abrazado por George W. Bush, la octava administración en ocuparse de la guerra contra las drogas desde el Presidente Richard Nixon.
Oficiales de la administración Bush dicen que la última fase, el más grande programa de asistencia extranjera fuera del Medio Oriente, tomará más tiempo (…), pero que el Plan Colombia está arrojando resultados.
Las incautaciones de cocaína en Los Andes se han triplicado a cerca de 400.000 libras en el 2005, comparadas con las 132.000 en el 2001, dice. El número de traficantes extraditados a los Estados Unidos en los últimos cuatro años alcanzó los 350. El número de laboratorios de droga clandestinos destruidos por las autoridades en Colombia ascendió a cerca de 2.000 el último año, comparado con 317 en 1999.
Muchos analistas de la política antidrogas, incluyendo algunos que han asesorado al Gobierno, son menos optimistas (…).
«En Colombia y en un área tan difícil como Los Andes, es difícil decir que ha habido un tremendo éxito, pero también es difícil decir que ha habido un tremendo fracaso», dice Eduardo Gamarra, experto en políticas antidrogas de la Universidad Internacional de la Florida, en Miami, quien ha sido consultor del gobierno de Estados Unidos y las Naciones Unidas.
Los progresos mismos son difíciles de medir, advierten expertos. El número de arrestos, hectáreas fumigadas o toneladas incautadas pueden no dar una instantánea más exacta (…).
Pero por cualquier estimativo, la cantidad de cocaína producida excede bastamente la demanda, tanta que incluso que las incautaciones no afectan el precio o la disponibilidad. Ese ha sido el caso por años.
Cultivos de la guerrilla
Verdaderamente, una mejor medida del progreso de la guerra contra las drogas podría ser tomada -el precio, disponibilidad y pureza de la cocaína en las calles de Estados Unidos- y por esos indicadores, los resultados están lejos de las promesas, dicen los expertos.
«Los precios son los mismos», dice Richard Curtis, cabeza del departamento de antropología del Colegio John Jay de Justicia Criminal, quien ha estudiado los patrones de drogas por 30 años.
«Los precios suben y bajan estacionalmente, pero no ha habido un cambio significativo, y no ha habido algún cambio en la disponibilidad o la pureza».
El gasto doméstico en proyectos relacionados con la guerra contra las drogas minimiza el gasto exterior, que incluye interdicción en el mar, fumigación, patrullas fronterizas y otros programas que totalizan 4.000 millones de dólares al año. Sin embargo, ese gasto externo en muchas formas ha venido a definir la política estadounidense en la región.
Desde el 2000, los aviones fumigadores piloteados por estadounidenses y otros pilotos extranjeros, acompañados por helicópteros de ataque, han rociado en Colombia el equivalente a 2.600 veces la extensión del Parque Central de Nueva York. En Perú y Bolivia, donde los gobiernos se oponen a la fumigación aéra, tropas han entrado en las regiones en las que crece la coca para erradicar manualmente los cultivos, enfrentando con frecuencia protestas.
Alrededor de Colombia, los cultivadores ocultan la coca bajo plantas de banano más grandes. Si sus cultivos son alcanzados, ellos podan las hojas, esperando salvar las raíces. Algunos van más lejos empapando las hojas con menjurjes de todas clases, esperando debilitar los defoliantes.
Para los cultivadores locales, el incentivo de plantar y preservar sus cultivos de coca es enorme; ningún otro cultivo paga tan consistentemente como la coca.
Y los aviones estadounidenses antidroga siguen fumigando. Mientras los cultivos se esparcen en Colombia, ellos deben ahora fumigar tres veces más de lo que hicieron en el 2002 para matar la misma cantidad de coca, dicen datos del Departamento de Estado.
Pero no todas las noticias son malas. Los últimos estimativos de las Naciones Unidas, presentados en junio, muestran una declinación del 28 por ciento en los cultivos de coca en los tres países andinos desde que comenzó el Plan Colombia.
Pero aunque puede parecer un gran mordisco, expertos dicen que la caída no es significativa, porque la cantidad de coca producida excede la demanda global (…).
Preocupación regional
Las cifras del Departamento de Estado son más tristes que aquellas de las Naciones Unidas, una disparidad atribuida a las diferentes medidas satelitales y a un más amplio sondeo hecho el año pasado por los Estados Unidos que cubrió 81 por ciento más área en Colombia -y encontró aún más coca.
Después de veloces declinaciones a finales de los 90, las cifras muestran ahora que las plantaciones de coca en Bolivia y Perú están actualmente en ascenso. La extensión total en Los Andes es ahora más alta que en el 2000, y cubre tanta superficie como lo hizo en 1997.
Las Naciones Unidas ven los datos como preocupantes, ilustrando la necesidad de agregar presencia estatal en las regiones sin ley donde están los cultivos mientras se proveen alternativas duraderas a los cultivadores pobres, algo que el plan Colombia dedica menos dinero.
«Colombia es el único país del mundo donde el problema de la erradicación ha sido resuelto 10 veces», dice Sandro Calvani, jefe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Crimen en Bogotá, que monitorea el tamaño de los cultivos de coca. «El problema es que se replanta».
David Murray, un veterano analista de la política antidrogas en la Casa Blanca, ve el éxito en mover a los cultivadores de coca a parcelas más pequeñas, que él dice son menos productivas y lejos de las rutas del tráfico de drogas tradicional. Los cultivadores de coca -dice- escasamente se están manteniendo con la fumigación. «Estamos apretándolos gradualmente. Este es un negocio con los días contados», dice.
Como prueba, la oficina del Zar antidrogas informó en noviembre pesado que en el 2005 el precio del gramo de cocaína en las calles estadounidenses había subido a 170 dólares y que la pureza había caído. La Casa Blanca describe el pequeño ascenso como un cambio marcado y positivo en esa dirección.
Pero algunos analistas, como Peter Reuter, un experto en política antidrogas de la Universidad de Maryland, cuestiona los nuevos números porque la casa Blanca no revela su metodología. Visto en el largo plazo, dice, el precio permanece bajo comparado con el precio de la cocaína a comienzos de los 90. (…)
La Casa Blanca dice que fue transparente en la forma en que llegó a sus conclusiones, pero reclamos recientes de éxito han disparado las críticas incluso entre los republicanos en el Congreso.
En abril, en una carta a la Oficina de Política Antidrogas de la Casa Blanca, el senador Charles E. Grassley, un republicano de Iowa que dirige la reunión sobre Control Internacional de Narcóticos (International Narcotics Control), cuestionó si los datos están siendo selectivamente usados para «suministrar una imagen favorable pero no necesariamente más exacta de la situación actual».
«Usted tiene que preguntarse, si más hectáreas están siendo fumigadas, por qué hay más cultivos», dijo Grassley en una entrevista (…).
Pero aunque los peces gordos de los carteles como Pablo Escobar son cosa del pasado, y se le están pisando los talones a la insurgencia izquierdista, hoy los comandantes paramilitares de derecha operan las rutas de tráfico de drogas en su lugar. Los escándalos de corrupción han plagado y alcanzado los niveles más altos de los servicios de inteligencia de Colombia y su Ejército (…)

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