Hace poco, el ministro del Interior de Argentina, Aníbal Fernández, afirmó que, en ese país, la ola de secuestros había desaparecido. Sin embargo, luego de haber dado esta declaración, la rectificación y la reflexión se juntaron para ser protagonistas de sus pensamientos y, poco tiempo después, se retractó y agregó que lo que realmente había querido decir era que la situación actual en Argentina ya no es la misma que la de años atrás, ya que se trataba de casos de secuestro ¨aislados¨.
Sea cual fuere la intención de esta afirmación, lo cierto es que en este tiempo es muy delicado hablar de una ¨desaparición total¨ del secuestro. Actualmente muchos países padecen esta enfermedad. Es un virus que se ha ido propagando hasta en los lugares más recónditos sin que, hasta los momentos, se haya encontrado un tratamiento eficaz para curar este mal.
Según un sondeo realizado el año pasado por el instituto palestino Jerusalem Media & Communication Centre (JMCC), el 77% de los palestinos apoyó la operación que terminó con el secuestro del soldado Gilad Shalit, mientras que un 66% justificó el secuestro de militares israelíes como forma legítima de lucha, para ese momento. Sólo un 46% predijo que el caso de Shalit acabaría de forma negativa.
Los resultados de esta encuesta nos dan a entender que, en ocasiones, es necesario acudir a esta vía represiva para lograr un determinado objetivo. Sin embargo, esta acción no se justifica, aunque el proceso de diálogo no exista en la mente de los principales promotores de un Gobierno de paz.
¿El ser humano es violento por naturaleza? ¿Vivir en paz es una condición natural del ser humano, o simplemente se aprende? En las IV Jornada Internacional de educación y no-violencia, celebrada en la universidad de educación a distancia UNED, Madrid, el ex candidato presidencial de Chile, Tomás Hirsch, afirmó que ¨detrás de esa violencia, siempre nos encontramos con que está la negación de lo humano del otro, siempre está el desconocer o el no reconocer en el otro que está frente a mí, lo humano que hay en él¨
Hirsch aseguró que las personas van a dejar de aplicar la violencia ¨cuando le produzca repulsión visceral, cuando el acto violento le produzca rechazo, pero un rechazo visceral, un rechazo vegetativo, eso todavía no se ha producido¨.
Este reconocido crítico está seguro de que ¨tendrá que seguir pasando el tiempo hasta tanto se produzcan transformaciones físicas y sicológicas que hagan que en para ese ser humano sea imposible el acto violento, porque su cuerpo y su psiquismo lo rechazan. ¡Y eso va a pasar, en esa dirección va el ser humano! No se ha terminado la historia¨. Sin embargo, a pesar de estas afirmaciones, el ser humano sigue aplicando formas de violencia, entre ellas, el secuestro.
Fuente de ingreso
Colombia es uno de los países donde el índice de secuestros es alto. Cada mandatario que asume el poder de este país, se propone como principal punto de agenda luchar en contra de este fenómeno de violencia.
Desde 1985 se han venido produciendo fuertes actos de violencia que han obligado a miles de familias enteras a trasladarse a otros poblados. Después del narcotráfico, el secuestro es la segunda fuente de ingresos de los grupos guerrilleros izquierdistas, hasta el punto de que, hoy en día, se ha convertido en una industria.
Asimismo, Colombia inauguró hace dos años la primera escuela de América Latina para capacitar y entrenar a las fuerzas de seguridad contra el secuestro, con la finalidad de solucionar de forma exitosa situaciones que impliquen la toma de rehenes, y en cómo tomar medidas contra los secuestradores que persigan fines políticos y financieros.
Sin embargo, no basta con inaugurar una escuela si aún se sigue pensando que este fenómeno puede seguir subsistiendo.
Es necesario tomar medidas drásticas en contra de los grupos guerrilleros pero, sobre todo, llevar a cabo procesos de diálogo conjuntos que contribuyan a la paz de este país que no es solamente rico en mujeres bellas y ballenato, sino en la nobleza de su gente. De esta forma se puede evitar que algunos emigren de ese país, por el hecho de que ellos tampoco quieren ser las próximas víctimas.