Recuerdan la caída de Bagdad

Recuerdan con amargura el cuarto aniversario de la caída de Bagdad
Los iraquíes recuerdan el cuarto aniversario de la caída de Bagdad como un momento cargado al mismo tiempo de sueños y amenazas, que ha derivado en la violenta desestabilización del país y la incertidumbre sobre el futuro de Irak.
«En el momento que vi como las fuerzas estadounidenses arrancaban la estatua de Sadam Husein con uno de sus vehículos militares sentí que todo iba a cambiar en el país», aseguro Saad Abas, un iraquí de 33 años, recordando el momento en el que hace hoy cuatro años, marines norteamericanos derribaron una estatua de bronce del hasta entonces presidente de Irak en el centro de la capital.
Abas, que regenta una tienda de electrodomésticos cerca de la plaza Fardus, donde se levantaba esa estatua del dictador iraquí, agregó que en aquel momento creyó que el país podría cambiar, sobre todo «después de lo que habíamos escuchado sobre la introducción de la democracia, la libertad, la justicia, la transparencia y centenares de dulces palabras».
Sin embargo, confiesa con amargura que tras cuatro años, todas aquellas esperanzas parecen un sueño lejano «que se evaporó con la caída de todos los aparatos del Estado, la destrucción de la mayoría de los servicios, la violencia y los asesinatos».
«Estoy totalmente desesperado, como todos los iraquíes, por todo lo que se ha ido desmoronando durante estos cuatro años», aseguró antes de comentar que no sido testigo de la construcción de un sólo edificio en este tiempo.
Abás, que insistió en que el caos lo había invadido todo, comentó, además, que ve el futuro iraquí «cargado de incertidumbre».
Husein al Saidi, de 68 años, sin embargo, asegura que «desde el primer momento en el que los estadounidenses pusieron su primer pie en Bagdad supe con toda seguridad que el país se enfrentaría a una etapa de guerra y destrucción».
Para al Saidi, dueño de un café en la calle al Sadun, también cercana también a la plaza Fardus, con la llegada de los militares estadounidenses se puso fin a una etapa de estabilidad.
«Viví los años de la ocupación británica de Irak y sé perfectamente lo que significa la ocupación. Por eso me reí (hace cuatro años) de los que golpearon la estatua de Sadam, después de que la tiraran los americanos que gritaban lemas de libertad, democracia y una nueva vida», dijo.
Más esperanzador se mostró Haidar Sadun, estudiante universitario de 23 años, que dijo que «a pesar de las difíciles condiciones en las que vivimos no podemos negar la contribución de las fuerzas estadounidenses para rescatarnos de la dictadura que imperaba en el país desde hacía 35 años».
Sadun, aunque reconoció que el país vive sumido en una tragedia, se muestra optimista ante el futuro.
«Nuestra situación ahora es muy complicada, vivimos sumidos en el caos, la violencia, los asesinatos y la corrupción. Sin embargo, tengo una gran confianza en el futuro porque Irak ya ha sufrido la ocupación y ha salido de ella», declaró.
El abogado Dawad al Abidi, por su parte mostró su apoyo incondicional a la insurgencia y su rechazo total a las fuerzas multinacionales comandadas por EEUU.
«Los que llaman a la ocupación estadounidense del país liberación son muy pocos: los que vinieron con los norteamericanos y los que sucumbieron a sus promesas», comentó, antes de subrayar que «la resistencia es el único camino para salir de esta situación».
Los números y las estadísticas sobre las víctimas en Irak desde la invasión del país publicadas recientemente por varias organizaciones internacionales recogen la realidad de la que hablan los iraquíes.
Desde la invasión del país han muerto unas 600.000 personas según la revista médica The Lancet, y dos millones, según ACNUR, se han visto forzados a abandonar el país y cerca de un millón ochocientos mil se han desplazado dentro del país huyendo de la violencia.
Las autoridades han intentado, hasta ahora sin éxito, restablecer la seguridad y la estabilidad con consecutivos planes de seguridad.
El último de ellos, «Aplicamos la ley», en el que participan 90 soldados iraquíes y estadounidenses, fue impuesto en Bagdad y sus proximidades el pasado 14 de febrero, para intentar acabar con la violencia sectaria que asuela el país.
EFE

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