Crece en 90 por ciento la producción de marihuana en propio territorio estadounidense
Acorralados por los controles fronterizos que siguieron a los ataques terroristas del 11-S, los narcotraficantes utilizan este recurso que tiene a las autoridades con los pelos de punta.
Aunque la existencia de este tipo de cultivos ilícitos en E.U. no es novedad, lo que ha prendido todas las alarmas es su crecimiento exponencial en los últimos años y su siembra cerca de las grandes ciudades.
De acuerdo con la DEA, en el 2006 fueron halladas 4,8 millones de plantas de marihuana en parques y otros terrenos del Estado. Comparado con las cultivadas en el 2004 -2,9 millones de plantas-, un incremento de casi el 90 por ciento en solo dos años.
60.000 plantas en lujosa zona
Antes, los narcotraficantes utilizaban zonas remotas en la cordillera de los Apalaches o el noroeste del Pacífico. Ahora, usan terrenos que colindan con lujosos suburbios de ciudades con altos índices de consumo. Ese fue el caso de Barrington (Illinois), donde encontraron hace 15 días 60.000 plantas en una reserva natural de esta ciudad de 10.000 habitantes y una de las más ricas del país.
«Obviamente, los narcotraficantes se ahorran una gran cantidad de dinero si cultivan la droga aquí en E.U. pues se evitan su paso por la frontera con México. No es que esto sea nuevo. Pero lo que hemos visto es que desde el 11-S han venido creciendo», dice Joanna Zoltay, portavoz de la DEA, en un artículo de ayer de The Washington Post.
Según la Guardia Fronteriza, desde que se autorizó el envío de más hombres y recursos para vigilar la enorme frontera sur, el decomiso de cargamentos de marihuana se ha incrementado, y quizá por ello están compensando con las siembras en E.U.
Entre junio del 2005 y junio del 2006 fueron interceptadas 67 toneladas de la droga frente a 62 del período anterior.
Expertos de la DEA creen que la tendencia no se mantendrá mucho tiempo, pues ubicar grandes cultivos ilícitos próximos a centros urbanos eleva el riesgo.
Aún así, temen que la modalidad arrastre a los suburbios a la violencia que suele acompañar al tráfico de drogas.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON