¿Cómo estamos en seguridad ciudadana?
El problema de la inseguridad ciudadana está presente en todo los países, en mayor o menor grado. Si comparamos a la ciudad de Lima con otras ciudades de Latinoamérica, podría asegurar que es una ciudad de violencia intermedia. Análisis comparativos dentro de la región, señalan que Lima tiene un patrón menos violento que ciudades análogas de México, Brasil, Venezuela, Argentina o El Salvador.
Lamentablemente, cuando hablamos de estadísticas, en Lima existe poca confiabilidad y la cifra oscura de personas que no denuncian los delitos es muy alta. Las muertes violentas ocurridas en los últimos meses en la ciudad, en manos de sicarios del narcotráfico, ha incrementado la percepción de inseguridad en la población.
Comparativamente con el accionar de la delincuencia en otros países, la delincuencia en Lima tiene poco uso de armas de fuego, lo cual es una gran ventaja. Los robos y asaltos tienen como principal objetivo la apropiación de los bienes de las victimas, más que dañar su integridad física. Hoy la violencia juvenil en el accionar del pandillaje, es una de las principales preocupaciones en la ciudad.
La delincuencia afecta a todos los niveles socioeconómicos, pero la incidencia de cierto tipo de delitos, como los robos a viviendas, por ejemplo, es mayor en los sectores medios o bajos. Hoy toda gran ciudad se enfrenta diariamente a un abanico de delitos, lo preocupante es cuando la seguridad pública no está a la altura de brindar respuestas adecuadas.
En mi opinión, sólo las políticas de seguridad ciudadana basadas en la prevención podrán reducir el problema real de la inseguridad y toda acción preventiva debe estar orientada a trabajar, no sólo los efectos, sino también sus causas. Además, es importante trabajar en forma articulada todas las instituciones de seguridad pública y de justicia como respuesta del Estado, con estrategias y diseños de acuerdo a la realidad delictiva que hoy vivimos, desarrollando programas de seguridad como por ejemplo:
1.Una educación para la no violencia.
El actual modelo educacional carece de instrumentos que enseñen a los niños, desde una temprana edad, a manejar sus conflictos en formas no violentas, debe inculcarse desde pequeños el respeto a las ideas y derechos de los demás, seria conveniente además sentar las bases para una cultura de seguridad preventiva.
2.Prevenir la deserción escolar.
Un porcentaje significativo de los delincuentes juveniles se vinculan con jóvenes que no van a la escuela. Cuando un adolescente abandona la escuela, sus oportunidades de acceder a algún tipo de violencia o delito son altas, en consecuencia, reducir la deserción es una forma de prevenir la delincuencia.
3.Programas de resocialización de jóvenes de alto riesgo.
Una de las causas de la delincuencia juvenil es, sin duda, la falta de oportunidades. Debemos trabajar opciones laborales, educativas, culturales, deportivas o sociales integradoras que optimicen el uso de su tiempo libre, como alternativa a los entornos de sus pares que fomentan violencia y actividades antisociales.
4.Programa contra la violencia intra familiar.
Es muy alto el porcentaje de violencia que hoy se vive en los hogares. En mi opinión, la violencia familiar es el primer peldaño de acceder a una vida delictiva. En ese ambiente, los adolescentes carecen de contención familiar para que no accedan a las drogas o delitos.
5.Programas contra la venta de drogas.
Las drogas van de la mano con la violencia y los delitos. Es importante realizar operativos permanentes, en los puntos de ventas que son conocidos en la ciudad. Las sanciones legales deben ser muy estrictas.
6.Plan de distrito seguro.
Cada distrito es una realidad distinta. No podríamos comparar lo que sucede en inseguridad en San Isidro o con algún distrito de alguna provincia. En mi opinión, los alcaldes deben ser los abanderados en la seguridad ciudadana de su jurisdicción, por tanto, el municipio en interacción con los demás actores de seguridad pública y su propia comunidad, deberán fijar objetivos y plazos, así como las herramientas necesarias para su cumplimiento.
7.Centro de asistencia a las victimas.
El impacto que padece la victima de un delito provoca múltiples consecuencias, que van desde la pérdida de objetos de su pertenencia, lesiones físicas y emocionales de diversa índole, hasta su propia muerte. Si se sobrevive a un episodio violento, el impacto del delito le afecta emocionalmente, lo que repercutirá en sus actividades laborales, educativas, sociales y en todo el grupo familiar.
Por ello, propongo crear centros de asistencia a las victimas, los cuales tendrán como tarea fundamental el desarrollo de la problemática victimo-lógica y la asistencia interdisciplinaria de las victimas, como psicólogos, médicos, psicoanalistas, abogados, asistentes sociales, etc. Lo importante es que las victimas no estén sin apoyo, que en mi opinión es lo menos que el Estado podría darles.
8.Programa de desarme.
Si bien es cierto que la cantidad de armas de fuego, en manos de la delincuencia, no es muy significativa si la comparamos con el accionar de otros delincuentes en la región, en los dos últimos años se ha incrementado. Por otro lado, sí aumento de forma significativa la compra de armas de fuego, y es que la demanda y el uso de armas de fuego están directamente relacionadas con el potencial delictivo y con la falta de una adecuada respuesta de la seguridad pública. La solución de fondo a este problema comprende un Estado presente, fortalecimiento de justicia y una adecuada respuesta de seguridad pública.
Finalmente, para reducir la criminalidad, hay que ser muy creativos, contar con profesionales con experiencia en estos fenómenos, con voluntad política y que esta venga con los recursos necesarios. Estos y otros programas tienen que ser puestos en marcha, no dejemos avanzar algo que después no podamos controlar.
César Ortiz Anderson
Colaborador de Segured