Critican irrespeto de derechos

Critican a China por irrespetar derechos durante los Juegos
Al menos ocho estadounidenses estarán detenidos el resto del mes
Pekín.- China no sólo se ha coronado como una potencia deportiva en sus primeros Juegos Olímpicos, sino que en 15 días ha batido también todos los récords de detenciones por protestas y por censura, lo que incumple sus promesas olímpicas y confirma el carácter autoritario del régimen, según diversas fuentes.
Ocho estadounidenses que se manifestaron a favor de la independencia del Tíbet durante los Juegos Olímpicos de Pekín fueron liberados y expulsados del país, poco después de que la Embajada de Estados Unidos así lo solicitara, informó un comunicado de la organización Estudiantes por un Tíbet Libre (SFT), reseñó Efe.
La organización, en cuyo nombre llevaron a cabo las protestas los ocho liberados, señaló en su comunicado que daba la bienvenida al gesto de Pekín, pero recordó que otros dos activistas, la británica Mandie McKeown y la alemana de origen tibetano Florian Norbu Gyanatshang, siguen detenidas en la capital china.
Entre los liberados y expulsados en las últimas horas figuran Jeremy Wells y John Watenberg, detenidos el 21 de agosto junto a McKeown y Norbu, cuando desplegaron una bandera tibetana cerca del estadio Olímpico.
Los otros seis liberados, detenidos el 19 de agosto, son James Powderley, Brian Conley, Jeffrey Rae, Jeffrey Goldin, Michael Liss y Tom Grant.
Powderly, de 31 años, es un artista graffitero que pretendía organizar una «performance» a favor de la independencia del Tíbet, mientras que Conley es autor del popular blog «Alive in Bagdad».
Las autoridades chinas habían sentenciado a al menos 10 extranjeros, incluidos ocho estadounidenses, un alemán y un británico, a 10 días de detención por protestar durante los Juegos, destacó AP.
La cincuentena de «oros» chinos -aunque lejos de los 83 de EEUU en 1984 o de los 54 de la extinta Unión Soviética en el 88- era ambicionada por el Partido Comunista de China (PCCh), que gobierna desde 1949, no sólo para legitimarse como artífice del «milagro chino» ante el mundo, sino también para avivar un furor patriótico ante el aumento de la desigualdad y el descontento.

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