Ciudad y cultura ciudadana (6 al 12 de julio de 2009)

Ciudad y cultura ciudadana
El término ciudad nos transporta a las expresiones «urbs», «polis» y «cívitas» de las antiguas civilizaciones griegas y romanas. Para los grandes filósofos de Atenas y de Roma, la ciudad se concebía como la cima de la civilización y del progreso cultural. Cabe traer a la memoria a dos grandes pilares: Aristóteles afirmaba que «la ciudad ha sido creada en primer lugar para hacer a los hombres verdaderamente hombres, y la ciudad existe para hacerlos felices. El hombre, que inicia su período de desarrollo en la familia, encuentra sólo en la ciudad su madurez: el hombre es por tanto un animal político» (Primer libro de la Política).
Cicerón razonaba de la misma manera: «los hombres dejaron poco a poco la barbarie, descubrieron el arte de la vida comunitaria y crearon las primeras ciudades en donde aprendieron la civilización y cultivaron las artes liberales; encuentra el hombre en la cívitas o ciudad un verdadero sentido de grandeza». Tanto para los griegos como para los romanos la idea de ciudad los llevaba a una conciencia colectiva de unidad, en la que los intereses particulares quedaban supeditados por los comunitarios; era entonces una empresa común donde existe un pacto de ayuda mutua. Esta conciencia los llevaba a formarse en el sentido de pertenencia, a mejorar sus condiciones de vida y así alcanzar un nivel superior de desarrollo contrapuesto a las aldeas o al campo. La polis tiene como fin la supervivencia, propia de los pueblos y también la convivencia humana y el perfeccionamiento humano.
Siguiendo en el itinerario histórico nos encontramos ahora en el Renacimiento, con el primer sociólogo urbano, J. Botero (1546-1617) en su libro «De la causas de la grandeza y de la magnificencia de las ciudades» escribe: «Se llama ciudad a una reunión de hombres que se juntan para vivir felices, y se llama grandeza de una ciudad no ya a la dimensión del lugar, sino a la multitud de sus habitantes». Cabe señalar que el fin de la ciudad es la felicidad.
La ciudad en su noble ideal se concibe hoy en día como un símbolo, una representación colectiva que evoca las aspiraciones o las ansiedades del hombre. No puedo ignorar o desconocer el planteamiento de algunos pensadores contemporáneos que conciben la ciudad como el símbolo de la decadencia de los grupo humanos, como el lugar de la degradación del hombre. Por ejemplo, William Cowber, poeta inglés expresa en uno de sus versos:»Dios hizo el campo, el hombre inventó la ciudad». Este foro no va por esta corriente, así lo manifiestan los organizadores en sus objetivos: busca exaltar la ciudad, llevarla al nivel que quiso ser desde su génesis u origen.
Continuando con esta exploración conceptual, nos encontramos ahora con el término Cultura, esta palabra proviene del verbo latino colo, colere, cultum = cultivar) significa etimológicamente cultivo. En la Grecia antigua, el término correspondiente a cultura era «paideia» (crianza de un niño; instrucción, educación perfecta), al paso que, en la Roma de Cicerón, se usaba la palabra «humanitas» (naturaleza humana; dignidad humana, educación refinada).
Ateniéndonos a su definición verbal-etimológica, es, pues, educación, formación, desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del hombre; y en su reflejo objetivo, cultura es el mundo propio del hombre, en oposición al mundo natural, que existiría igualmente aun sin el hombre.
Desde este ángulo, se nutre la Conferencia Mundial sobre Política Cultural, realizada en México en 1.982, cuando ve la Cultura como «el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan una sociedad o grupo social. Ello engloba, además de las Artes y las Letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias»[1].
Derivado de esto, y en términos casi similares, la Ley 397 de 1.997, de Colombia (Ley General de Cultura) Título I, Artículo 1°, numeral 1, define:
«Cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias».[2]
En otras palabras, cultura es todo lo que hacemos, es todo lo aprendido a través de la socialización, es el comportamiento que se refleja a través de las tradiciones, costumbres, idiosincrasia, etc. y que surge en la medida que las sociedades evolucionan; por lo tanto, es una expresión cambiante, a la vez que es interdependiente, es un reflejo de la estructura económica y permite a los individuos miembros de una sociedad diferenciarse de los ajenos, identificarse con los propios, llevando de esa manera a la formación de una conciencia individual y social. Es la manera total de vivir de un pueblo, el legado que el individuo recibe de un grupo.
Resumiendo todo lo anterior, la cultura es un lugar de encuentro que permite el diálogo con la diversidad, es, a su vez, un espacio de búsquedas colectivas y la formulación de un proyecto futuro para los grupos humanos.
Hemos examinado hasta aquí, los conceptos de ciudad y cultura, abordemos en este momento el término Ciudadano. En Roma al ciudadano individual lo llamaban civis (plural cives). Tal como de cívitas hemos derivado ciudad, el término civis no dejó herencia en nuestra lengua sino a través de su adjetivo derivado civilis (civil). Tenía la consideración de civis todo hombre o mujer que vivía al amparo del derecho de ciudadanía romana. Para mejor entender, ciudadano es que pertenece a la ciudad.
Pero aún se encierra otro misterio en el origen y estructura de esta palabra: en latín la ciudadanía (la cívitas) es un nombre colectivo, y seguro que como tal se concibió, pero desde la individualidad, que nunca fue Roma sospechosa de comunismos ni colectivismos.
Por eso vienen los propios etimologistas romanos a advertirnos (esa fue su convicción) que civis procede del verbo cieo, ciere, civi, citum que en sustancia significa convocar, poner en movimiento, agrupar, poner en marcha, impeler… En fin, que la cívitas sería según esta etimología, la acción y el resultado de agrupar; y civis sería cada uno de los que forman parte de este agrupamiento.
Esto nos lleva a afirmar que la ciudad se compone de individuos que adquieren el derecho de ciudadanía cuando se agrupan y participan en el devenir de la ciudad.
Finalmente, llegamos al concepto Cultura Ciudadana, puesto marcha y en dinamismo en el contexto nacional por el Alcalde de Santa fe de Bogotá, Dr. Antanas Mockus en su primer período de gobierno (1994-1997), y se materializó en el plan de desarrollo «Formar Ciudad» como una de las seis prioridades del mismo. Desde entonces, la cultura ciudadana ha sido entendida como el conjunto de los comportamientos, valores, actitudes y percepciones que comparten los miembros de una sociedad urbana; y que determinan las formas y la calidad de la convivencia, influyen sobre el respeto del patrimonio común y facilitan o dificultan el reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos.
La actual Administración Distrital contempló de nuevo como uno de los seis objetivos del plan de Desarrollo 2001-2004 «BOGOTÁ PARA VIVIR TODOS DEL MISMO LADO», el objetivo de Cultura Ciudadana. Este se desarrolla a través de los siguientes seis programas:
1. Apreciar las normas y admirar lo bueno: Los proyectos incluidos en este programa están orientados a difundir las normas y propiciar su acatamiento voluntario, poniendo en evidencia su fundamento democrático y los beneficios obtenidos al cumplirlas. En las campañas de difusión se hace énfasis en normas de seguridad y convivencia, tránsito, tributación, urbanismo y ambiente, derechos humanos y servicios públicos.
2. Vida sagrada: Las acciones de este programa buscan propiciar el desarme y otras acciones orientadas a reducir las muertes violentas en la ciudad. Fomentar modos de vida saludables y generar confianza, seguridad y tranquilidad para que las personas ejerzan sus derechos y libertades, disfruten la ciudad, cumplan sus deberes y confíen en la justicia y en el buen uso de la fuerza por parte del Estado.
3. Aportar de buena gana: Este programa pretende aumentar la conciencia individual y colectiva sobre los beneficios colectivos de la tributación, reducir la evasión en el pago de impuestos, propiciar la renuncia a subsidios no merecidos y fomentar la responsabilidad individual y colectiva en la preservación y ampliación del patrimonio de la ciudad.
4. Procedimientos para decidir: Propiciar el uso de procedimientos democráticos para cambiar disposiciones legales. Ampliar y cualificar la discusión pública, haciendo visible su utilidad para aclarar diferencias, dirimir conflictos y celebrar acuerdos.
5. Organizarse para influir y para aprender: Reconocer las organizaciones, potenciar su capacidad de construir nexos de solidaridad y de representar a los ciudadanos y las ciudadanas en las decisiones de la ciudad, la localidad y la zona.
6. Comunicar vida y jugar limpio: Fomentar arte, cultura y esparcimiento en espacios públicos para potenciar las capacidades creativas y comunicativas de los actores culturales y de los ciudadanos, y aumentar el disfrute colectivo de la ciudad. Ampliar el conocimiento y la apropiación social de la ciudad mediante proyectos de investigación y medios de divulgación masiva.
Me he detenido en este punto sin olvidar que estamos reunidos para pensar la ciudad de Montería, pero estos grandes paradigmas valen la pena traerlos a colación para seguirlos como ejemplo. Mockus ha educado a los capitalinos y les ha enseñado a ser mejor ciudad.
Sus ideas e iniciativas, a veces traumáticas, escandalosas, extrañas y hasta locas, como la ley zanahoria, la prohibición de la pólvora, la carta de civilidad, los mimos en los semáforos, la vacunación contra la violencia, pico y placa, día sin carro, el uso de la cebra y los cruces escolares, red de ciclo rutas y ciclo vías dominicales, han llevado a grandes logros de suma importancia: Reducir las muertes violentas originadas por el abuso de alcohol, reducción del número de niños quemados o muertos por el uso de la pólvora, promover la conciencia social sobre la importancia de cumplir normas básicas de convivencia, reducción de tiempos de desplazamiento y mitigación de impactos por congestión vehicular, reducción y desestímulo en el uso del vehículo particular promoviendo la sostenibilidad ambiental de la ciudad, propiciar el uso de las vías para actividades saludables de esparcimiento y apropiación de los espacios urbanos, generar sentido de pertenencia frente al espacio público, promover la participación de los ciudadanos en el diseño y adopción de parques, promover la participación ciudadana para la solución pacífica de conflictos y el mejoramiento de las condiciones del entorno. y promover la solidaridad con la ciudad. Discutido o no este gobierno distrital ha aportado en la construcción de una nueva concepción de ciudad.
Nosotros desde la provincia hemos recibido ese influjo de luz que debemos hoy resaltar. A nosotros también nos ha mostrado pedagógicamente lo que significa la cultura ciudadana.
Montería, la villa soñada, como es mencionada en su bello himno, está lejos de este ideal, pero nada logramos con lamentarnos y llenarnos de pesimismo. Este foro busca formar pensadores y soñadores que juntos construyamos un mejor entorno, una mejor ciudad. El pensar nos mueve a poner imaginación y creatividad en lo planteado; el soñar nos lleva a anhelar un mejor futuro, a mirar el horizonte y el construir nos compromete a ser obreros, a poner el hombro, a trabajar para consolidar las bases o los cimientos.
¿Qué debemos hacer para construir una mejor ciudad?¿
El camino que ahora planteo es sin lugar a dudas EL EDUCAR EN Y PARA LA CULTURA CIUDADANA; es un cultivo de valores cívicos que lleve al niño, al joven, al adulto, al anciano, al visitante, en fin a todos, a amar la ciudad, a tener sentido de pertenencia, a irradiar mentalidad comunitaria (olvidando sus propios intereses), a sentir dolor por los atropellos y abusos, a buscar desarrollo no entendido sólo en lo material sino ante todo en lo personal. Es necesario educar a la persona, porque la calidad de una ciudad depende primordialmente de la calidad de las personas que residan en ella y de su habilidad para desarrollar y atraer talento, o sea, del atractivo que represente vivir en ella. En la ciudad las personas son la principal riqueza, se hace necesario crear estrategias para acercar al ciudadano a temas claves como el civismo, la cultura y la participación ciudadana, contribuyendo a mejorar notablemente el lugar en el que vive. Este proceso pedagógico comienza en el hogar, cada integrante de la familia tiene que tener conciencia ciudadana y si no la tiene, infundir desde temprana edad que hacemos parte de una ciudad que hay que amar, cuidar y respetar como a la propia casa, como a la misma familia.
Infructuoso sería este trabajo si no se complementa en el ámbito escolar (preescolar, primaria, bachillerato y universitario). Cada estudiante tiene que cultivar la cultura ciudadana orientada por sus docentes. Desde el nivel inferior hasta el superior debe recibir una asignatura teórica-práctica que se llamase «cultura ciudadana». El ambiente de la escuela, del colegio y de la universidad tiene que reflejar urbanismo, espíritu cívico, conciencia ciudadana, comportamientos de convivencia y participación. Este ambiente impactará social y culturalmente.
Cada trabajador en su ambiente laboral aportará en la construcción de una mejor ciudad cuando se entrega con servicio y considera su tarea por insignificante que parezca una gran obra en el bienestar de la ciudadanía; cuando lucha con tolerancia por ser mejor compañero y hace de su lugar de trabajo una pequeña ciudad.
De igual modo los líderes comunales y los gobernantes se esforzarán por doblegar sus intereses particulares a los intereses de la ciudad, por poner más iniciativa para el bien, dejando atrás la corrupción y la politiquería, males que han degenerado nuestra ciudad en un pueblo grande con problemas inmanejables, con grandes necesidades sin dolientes y sin soluciones a largo plazo y duraderas. Debemos hacer de la ciudad un escenario de educación y formación colectiva. Preguntémonos, ¿qué puedo hacer por la ciudad?.
Los medios de comunicación social adelantarán campañas para el rescate de los valores fundamentales, desarrollo de actitudes de convivencia ciudadana, respeto a los demás y a lo público. La prensa, la radio, la televisión y el internet deben llevarnos a una apropiación colectiva de la ciudad; en otros términos, que cada ciudadano crea y sienta a la ciudad como suya.
Para simplificar podríamos decir que tiene que haber un esfuerzo grande de la familia, la escuela, la educación y el Estado para modificar la cultura que tenemos. Para ello es indispensable fortalecer la educación. No podemos resignarnos con la tonta teoría de algunos conformistas que dicen «es que nosotros somos así y nadie nos va a cambiar»; no, pensemos y construyamos una mejor ciudad en la que cada uno se sienta responsable y actor participativo en este cambio. Somos así, pero podemos ser mejores; será nuestro lema para conquistar lo que hoy se presenta como un sueño: la ciudad que queremos, la ciudad que nos merecemos, la ciudad que necesitamos.
Al respecto conviene decir que Montería es una cuidad que se encuentra inmersa en un caos total: social, urbanístico, político, ambiental, económico y cultural, que requiere del esfuerzo, del aporte y de la participación de todos sus ciudadanos, instituciones gubernamentales, no gubernamentales, educativas, militares, religiosas y económicas; para que por medio de un proceso formativo construyamos una cultura ciudadana.
La «Perla del Sinú», como culturalmente se le llama, no constituye un espacio colectivo de asociación o de intercambio humano orientado por la motivación de un buen vivir, un vivir digno, sino que es un conjunto no articulado de personas que simplemente habitan en ella, la destruyen y duermen en ella, sin expectativas, sin funciones, sin responsabilidad; nuestra capital es una simple reunión de barrios, urbanizaciones y muchísimas invasiones. El desarraigo, la falta de identidad y de sentido de pertenencia están llevando a la ciudad, capital de Córdoba a un conflicto destructivo, a un espacio caótico. Evitemos que la ciudad caiga al abismo, dejemos de ser guías ciegos que llevamos a nuestra gente a la hostilidad, a la violencia, a la insensibilidad, a la despreocupación por la conservación y protección del entorno social, cultural y ambiental.
Construyamos un mejor futuro para las próximas generaciones, dejemos huellas en la historia y dejemos de ser zánganos y sanguijuelas de nuestra ciudad. Pongamos todo nuestro empeño, dejemos atrás nuestros errores, nuestra complicidad social o nuestra culpabilidad ciudadana.
Nosotros nos merecemos una mejor ciudad y Montería se merece mejores ciudadanos y ciudadanas comprometidos con el progreso, la conciencia colectiva, la unidad en medio de las diversidades culturales, el mejoramiento de vida de las personas y el sentido de pertenencia.
Juntos podemos lograrlo, unámonos en este gran proyecto.
Pedro Ricardo Orozco, Pbro.
Fuente: www.monografias.com

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