El análisis de los impactos de la delincuencia en la ciudad ha sido un campo de estudio, que se ha ido incorporando paulatinamente al quehacer de distintas disciplinas académicas. Este artículo pretende ofrecer una primera aproximación de ese nuevo campo de análisis; y sobre todo de lo apasionante que puede ser el estudio de uno de los aspectos mas relevantes para el desarrollo armónico de la ciudad.
«La delincuencia forma parte de la estructura normal de una sociedad: el delito no se encuentra en la mayoría de las sociedades sino en todas, aunque cambia en sus manifestaciones: lo normal es sencillamente que exista una delincuencia y que cada sociedad asuma, sin sobrepasarse, un cierto límite que no es imposible fijar. Más aún: constituye un factor de salud pública, una parte integrante de toda sociedad sana; el delito es normal porque una sociedad sin él seria completamente imposible (…..)
Imaginemos una sociedad de santos, ejemplar y perfecta.
Allí, los delitos propiamente dichos no existen, pero las faltas que parecen pequeñas en la opinión normal provocan el mismo escándalo que un delito en las conciencias normales. Por la misma razón un hombre íntegro juzga sus pequeños errores con la misma severidad que la sociedad reserva para los delitos (Durklein)
La relación de la violencia con el espacio no ha sido un tema al que se le haya destinado un tiempo importante para el estudio, a pesar de que existe una relación consustancial. Sin embargo de ello se tienen políticas explícitas como, por ejemplo, aquella conocida como “prevención situacional” o, incluso, la llamada popularmente como “ventanas rotas”. Y no se diga del conjunto de acciones públicas y privadas que desde la variable seguridad organizan la ciudad: barrios cerrados, cámaras de video de vigilancia y horarios de uso, entre otros.
La variable espacial se ha convertido en un elemento importante para la comprensión de la violencia, así como la inseguridad lo es para el entendimiento de la ciudad. Es que hay una relación dialéctica con determinaciones mutuas y no, como ciertas corrientes hegemónicas lo piensan, desde la perspectiva ingenua de las llamadas multi- causalidades; es decir, bajo un orden sucesivo nacido a partir de los llamados factores de riesgo.
Una verdad de Perogrullo es aquella que señala:“se roban bancos donde hay bancos”.
Esto es, que el uso del suelo es un elemento fundamental en la determinación del delito; lo cual significa que las violencias tienen una relación directa con la organización espacial en su doble dimensión: los usos de suelo y la localización diferencial de la población; esto es, de la segregación urbana.
Pero a su vez –y no se puede desconocer– que la violencia también genera un tipo particular de organización espacial. De esta realidad se puede encontrar, al menos, las siguientes relaciones mutuas:
Una primera consideración tiene que ver con el proceso de urbanización: por un lado, las violencias del campo son distintas a las de la ciudad, mientras en el área rural se dirigen más contra las personas , la familia y la tradición ; en el área urbana, las más comunes son delitos contra la propiedad .
Y por otro lado, si bien en las ciudades hay más delitos que en el campo, eso no quiere decir que las que poseen mayor tamaño necesariamente tienen tasas delincuenciales más elevadas.
Una segunda consideración es que hay violencias según los tipos de espacios; así por ejemplo: las existentes en el espacio público y el privado, las que se desarrollan en los estadios y, las que tienen lugar en la escuela o el trabajo.
De manera que, los delitos tienen una lógica recurrente según los lugares, lo cual podría conducir a la construcción de “escenarios del delito”; pues una realidad tan heterogénea como la existente en el espacio urbano lleva a incrementar la inseguridad debido a que la inequidad induce al quebrantamiento de la ley: vandalismo, revancha social y búsqueda por fuera del mercado de lo que otros tienen.
En este sentido, la segregación urbana es el elemento central de la desigualdad y por tanto –también– del delito, considerando que hoy las ciudades son una constelación de espacios discontinuos (fragmentación urbana).
Finalmente, una tercera consideración tiene que ver con los impactos que la violencia o la percepción de inseguridad generan en la ciudad y en el incremento de la misma violencia. La ciudad de hoy no puede ser conocida si no se entiende la violencia urbana, porque ella ha producido una disminución de la condición de ciudadanía, una restricción del tiempo y el espacio que ha profundizado la segregación urbana.
FUENTE: REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
otros de la biblioteca del Programa Comunidades Seguras
Publicado por Andres Penachino